Cuando el embajador florentino Francesco Guicciardini llegó a la Península Ibérica a principios del siglo XVI, quedó sorprendido al conocer la belicosidad del pueblo español. Sin embargo, no entendía, precisamente por esa vena guerrera, su historial de territorio conquistado por diversas civilizaciones —romanos, visigodos o árabes—. Se lo preguntó al mismo rey, a Fernando el Católico, y este, que había transformado una hueste en ejército, le respondió: "La nación es bastante apta para las armas, pero desordenada, de suerte que solo se puede hacer con ella grandes cosas el que sepa mantenerla unida y en orden".
Durante los dos siglos posteriores, bajo los reinados de los primeros Austrias, la Monarquía Hispánica fue una gran potencia bélica y política. Su infantería, los Tercios, era la más temida y admirada por sus enemigos. Los triunfos e innovaciones que protagonizaron constituyen la huella más profunda y perdurable de la historia militar de España. Pero esa memoria también cotiene numerosas sombras. El soldado español se caracteriza por una idiosincrasia peculiar: ha sido capaz de las mayores proezas, pero también del abatimiento y el desánimo, de la insolidaridad y el instinto disgregador.
Esa dicotomía vertebra la nueva obra del escritor y periodista Fernando Martínez Laínez, El soldado español (Arzaliza), que ofrece una visión de España y su historia a través de sus combatientes. El libro, que cubre desde los guerreros celtíberos hasta las operaciones más recientes de las Fuerzas Armadas e incluye más de un centenar de ilustraciones originales que dibujan la fisiología bélica de todas las épocas, culmina un esfuerzo divulgativo por proyectar "una imagen lo más exacta posible, sin excesivos academicismos", de los hombres y mujeres de armas, y hacer "un recorrido por esa especie de arquetipo nacional que forma parte del crisol de recuerdos y voluntades transmitidos de generación en generación", según el autor.
Martínez Laínez, experto en el universo de los Tercios, señala que desde la Antigüedad, desde las campañas del caudillo cartaginés Aníbal, los soldados hispanos comparten una serie de características intrínsecas, como el sentido de la resistencia —ahí están Sagunto, Numancia, Zaragoza en la Guerra de la Independencia o los llamados héroes de Baler—, la bravura, el orgullo de no dejarse vencer fácilmente, la fidelidad al jefe cuando era capaz de arrastrarlos al combate o cierta capacidad de sobriedad. De hecho, el divulgador apunta que el español es más guerrero que soldado.
"Una razón básica para explicar esta peculiaridad es la falta de liderazgo en momentos decisivos que ha tenido España a lo largo de su historia, lo que ha sido causante de grandes derrotas como Annual o el Desastre del 98", apunta el autor mientras recuerda el origen patrio de la palabra guerrilla, universalmente utilizada, o el tradicional desajuste entre el pueblo y la milicia profesional, evidente durante la invasión francesa. "También la corrupción ha sido un grave problema desde la época del duque de Lerma o del conde-duque de Olivares, ha lastrado en muchas ocasiones al ejército y sus logros", añade.
Soldados prototipo
Martínez Laínez habla, como especifidad más genérica del pueblo español, de un "instinto disgregador": "Somos un país con una fiel visión cainita y autodestructiva, y los militares han sido muy proclives a las guerras civiles. Como decía Bismarck, España es el país más fuerte del mundo, lleva siglos intentando destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido". ¿Este comportamiento es excepcionalmente ibérico? "Si no exclusivo, sí al menos definitorio. En Alemania o Rusia ha habido una especie de voluntad colectiva, de unión a la hora de combatir, que se ha manifestado con mayor claridad. Son más homogéneos en ese sentido", responde el escritor.
Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como el Gran Capitán, es para Martínez Laínez —que acaba de publicar en la editorial Edaf y junto a José María Sánchez de Toca y Catalá otro libro sobre el extraordinario general, uno de los mejores de todos los tiempos— la figura que encarna el prototipo de la idiosincrasia del soldado español. También señala a Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro, candidato a personificar ese ideal, aunque ambos hombres representan dos orígenes muy distintos: el aristócrata y el humilde.
"Son el general, el gran táctico, y esa especie de soldadito que con orígenes muy bajos y sin pretensiones de ninguna jefatura es capaz de sacrificarse por sus compañeros y forjar una personalidad que pasa a la historia por su capacidad de resistencia y anonimato. Sin esos soldados no serviría de mucho tener jefes capaces", resume el también autor de Espías del Imperio (Espasa). En su lista de combatientes predilectos incluye a Miguel de Cervantes, Blas de Lezo, el Empecinado o a Agustina de Aragón como representante de las mujeres españolas que se lanzaron al combate con valentía en tantas guerras.
En el apartado de los lamentos, Martínez Laínez asegura que "estamos lejos de crear una imagen de España que pudiéramos llamar patriótica en el buen sentido de la palabra, una imagen colectiva aceptada con naturalidad en torno a lo que hemos conseguido". En los siglos XVI y XVII, asegura, "las proezas de los Tercios y los soldados españoles marcaron el destino de la humanidad". Por ello reclama una mayor producción cultural —series, películas, obras artísticas— que rompan con la "idea negativa de la leyenda negra": "Eso solo se puede conseguir a través de una divulgación popular muy potente". Sus libros constituyen su particular granito de arena.