¿Puede alguien que no comprende su propia letra ver el fútbol, leer una novela de fantasía y hablar por teléfono… al tiempo? Si es el presidente del Gobierno, sí. “Ahora estoy haciendo a la vez tres cosas: viendo un partido de fútbol, Barcelona-Rayo Vallecano, a la vez leyendo un libro de Dolores Redondo, que te lo recomiendo, eh, y en tercer lugar estoy hablando con vosotros”, le dijo a Jesús Calleja por teléfono, en el programa en el que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría “se desnudó” este domingo. ¿Y cuántos que vean al líder de la primera división remontar un marcador en contra, lean una intriga ambientada en el valle del Baztán y hablen con un montañero dicharachero son capaces de comprender lo que han leído? Apenas cinco de cada cien.
Según el último PISA para adultos (el PIAAC) la población española obtiene 252 puntos en comprensión lectora, 21 puntos por debajo del promedio de la OCDE y 19 por debajo del promedio de la Unión Europea. Entre las perlas negras del informe se descubre que sólo uno de cada tres españoles sabe leer un texto largo. Estos datos descubren que España está a la retaguardia en comprensión lectora entre la población de los 23 países consultados. Sólo los italianos muestran peores datos.
Los españoles se pierden en la profundidad de las novelas extensas y sólo el 5% llegan a los niveles 4 y 5 (puntuación máxima) en comprensión lectora
Los españoles pueden comprender textos sencillos. Pero de ahí a que extraigan conclusiones hay un mundo. También se pierden en la profundidad de las novelas extensas y sólo el 5% de los españoles llegan a los niveles 4 y 5 (puntuación máxima) en comprensión lectora. La media de la OCDE es del 12%. El texto para evaluar la comprensión eran unas normas de la escuela infantil, con especificaciones tan complicadas como: “Por favor, traiga a su hijo bien vestido, no en pijama” o “Por favor, no traiga joyas ni caramelos. Si su hijo cumple años, por favor, hable con su profesor sobre alguna chuchería especial para los niños” o “Traiga un cojín o almohada pequeños y/o un juguetito blando para la siesta”. De ahí a la trama de asesinatos de El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta (Destino) hay un mundo.
El Presidente de la Asociación de Cámaras del Libro de España y de la FGEE, Daniel Fernández, comunicó al hilo de los datos de hábitos de la lectura que recopila el CIS -el 35% de los españoles no lee nunca o casi nunca y sólo el 12,6% de los encuestados lo hace alguna vez al mes- que “demuestran que es necesario y urgente redoblar los esfuerzos para mejorar la calidad de la lectura y que más ciudadanos se incorporen a sus vidas el hábito lector”. De hecho, es la primera vez que oímos al presidente del Gobierno recomendar la lectura de una novela.
Fútbol incompatible
“El contexto óptimo para leer es la clave de la lectura. Debemos hacerlo en un lugar cómodo donde abstraernos de todo. El sofá de casa, en silencio o con una música de fondo que no distraiga”, explica a este periódico Josep A. Fluixà, presidente de la Fundación Bormera, institución que trabaja en la creación y el fomento de los lectores y las lecturas. La playa, el tren y la cama son otros lugares compatibles. Pero deja claro que, en principio, “cualquier actividad es incompatible con la lectura”. “Ver un partido de fútbol es incompatible con la lectura, pero ser entusiasta del fútbol no quiere decir que no te guste la lectura. Pirri era un gran lector, Guardiola, Valdano, Pardeza también. Pero ver un partido de fútbol es incompatible con otras actividades. El fútbol sólo admite las palomitas”, asegura el experto.
Otros especialistas como Pedro Cerrillo hablan de una crisis de la lectura. Aunque sea en unos momentos en que se lee más que nunca. Es un nuevo analfabetismo, al que llaman “neoanalfabetismo”, “extendido por todo el mundo desarrollado y protagonizado por esos nuevos lectores, fascinados por los nuevos soportes de lectura, que no son lectores literarios ni tampoco, en muchos casos, lectores competentes”.
Escribir y leer son actividades que dan trabajo, más trabajo que limitarse a ser espectador y a ver y oír
Explica que sólo superaremos este estado deficitario cambiando la consideración social de la lectura, favoreciendo la lectura activa, libre y crítica, “como primer e imprescindible paso para el ejercicio regular de la lectura literaria”. ¿Cómo? “Facilitando la creación de climas propicios para el ejercicio de la lectura”.
“El progresivo impacto de los medios de comunicación audiovisual, con la televisión a la cabeza de todos, no parece que sea la causa por la que muchas personas abandonan la práctica lectora en ese umbral que pasa de la infancia a la adolescencia. En todo caso, será una dificultad importante para la creación de nuevos lectores”, cuenta Pedro Cerrillo sobre la lectura en la sociedad del conocimiento, en la revista del Ministerio de Educación.
Esfuerzo y voluntad
También María Asunción Landa Etxebeste, de la Universidad del País Vasco y Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2003, insiste en el esfuerzo al que obliga la lectura con las tres eses: soledad, silencio y sosiego. La lectura requiere esfuerzo, concentración y voluntad. “Escribir y leer son actividades que dan trabajo, más trabajo que limitarse a ser espectador y a ver y oír. Escribir y leer nos suponen, a menudo, una gran dosis de soledad, silencio y recogimiento o sosiego. Y en este sentido, cabe preguntarse si la escuela, la familia, la sociedad, ofrecen la oportunidad o las ocasiones de un silencio fecundo”.
Dice Josep A. Fluixà, presidente de la Fundación Bormera, que lo incompatible con la lectura es la pereza. “Nuestro cerebro es muy vago, debemos ejercitarlo. Tiene suficiente para subsistir”. El déficit de atención lectora viene por ahí, personas a las que les cuesta prestar atención y comprender lo que están leyendo. Estén delante del fútbol o hablando con Calleja.