Hay alguien que sabe de golpes, alguien que ha mordido el polvo. Hay quien ha intentado cambiar el mundo tantas veces, que se resiste a no volver a hacerlo. Nació en Nápoles hace 63 años. Contra las injusticias ha incendiado calles y conducido ambulancias. Ha escrito de amor y lucha laboral, también ha llamado al sabotaje. Se ha enfrentado a políticos y empresarios, es el que siempre está en contra. Erri de Luca es invisible, es molesto, es un aguafiestas, es un pellizco en la conciencia, la viva imagen contraria del vencedor (que con la primera derrota se queda en nada). Erri de Luca es invencible, porque entiende el fracaso parte del éxito. Como demostró Quijote, como hizo Cervantes.
“En cuanto el aclamado vencedor pierde un asalto, su esmalte se agrieta con angustia, fármacos, drogas. 'Vencedor' es la falsa moneda de nuestros días. Mientras que Quijote, que nunca gana y que, incluso, cuando obtiene por accidente el gobierno de un reino se lo regala a su escudero Sancho, es invencible”, escribe el autor italiano en la edición que el Círculo de Bellas Artes publicará el próximo Día del Libro. Junto a sus ensayos sobre Quijote, y una entrevista con el filósofo César Rendueles, se incluye un DVD del espectáculo que representó en el teatro de la institución madrileña, en 2009. Una noche inolvidable que quedará en la memoria.
El mundo que tiene delante está bajo un encantamiento que a él le toca desvelar, disipar. Ni soñador ni utópico, Quijote, el invencible que nunca vence
Erri abre una botella de vino tinto. Entre la penumbra asoma una mesa, dos músicos y cuatro sillas. Una queda vacía, para Quijote. Durante la función el clarinete y la guitarra se enredan con las reflexiones sobre la defensa de la libertad y la denuncia de la injusticia del escritor. “Quijote quiere desenmascarar, sabe que su enemigo se camufla”, dice. “El mundo que tiene delante está bajo un encantamiento que a él le toca desvelar, disipar. Ni soñador ni utópico, Quijote, el invencible que nunca vence, sigue siendo invencible porque ninguna derrota lo aniquila”, cuenta De Luca, que desliza en la vocación del personaje sus propios principios como voz pública.
Palabra en ristre
La devoción y la emoción del montaje desvelan sus intenciones: entiende que Quijote-Cervantes es un ejemplo a seguir, porque rompe los esquemas, porque obliga a dar un paso adelante, a salir del redil y enfrentarse al sistema. “He aprendido de él la indiferencia a las derrotas, la voluntad de volver a levantarse para luchar de nuevo”, explica a EL ESPAÑOL el autor de La palabra contraria (Seix Barral), donde escribe: “Si mi opinión es un delito, no voy a dejar de cometerlo”.
Desde la templanza y la vehemencia contenida, defiende la palabra hasta sus últimas consecuencias, la cárcel. Hace medio año el Tribunal de Turín le dejó libre de todos los cargos. Se enfrentaba a una pena de prisión de ocho meses, por llamar al sabotaje en un artículo, contra el el Tren de Alta Velocidad (TAV) Turín-Lyon. “No existe delito”, ha sentenciado el juez. La libertad de expresión salía reforzada y él vencía a la empresa y al fiscal, que pedía su condena porque “con la fuerza de sus palabras, sin duda ha incitado a cometer delitos”.
“Quijote hoy sería acusado por resistirse, por manifestarse sin autorización, por instigación y delinquir. Quijote es alguien que está y debe estar detrás de los barrotes”, asegura De Luca, que se define, en contra de toda evidencia del mundo, como “Quijoptimista”. ¿Qué más ha aprendido de la obra de Cervantes? “He aprendido el valor de estar en minoría, en inferioridad numérica y física ante la prepotencia y la injusticia. No pertenecer a ninguna mayoría, esta es la medida ciudadana del Quijote, inútil para los ministros”, cuenta a este periódico. “Quijote es, hoy, el arquetipo de la resistencia”.
Reconoce a César Rendueles en su charla que su generación ha sido derrotada, porque no han vuelto a levantarse. Ni los que siguen encarcelados ni los que “nos hemos repuesto”. “Por tanto, no hemos sido quijotescos”. Le pregunta el filósofo español por el combate físico para defender los intereses de la comunidad y él reconoce que “fue una maldita necesidad”. La lucha, el sabotaje, el enfrentamiento, entiende, fue inevitable. “Fue un paso obligatorio”.
Y los emigrantes
La emigración es el elemento histórico principal de nuestro tiempo, asegura. Desplazamiento de millones de seres humanos, de un continente a otro. Un movimiento que, por primera vez en la historia, “ha cambiado la faz del mundo”. En estos movimientos dice que están las grandes narraciones épicas de nuestros días. “A mí me gustan esas grandes historias mucho más que la introspección psicológica que inventó la literatura del pasado siglo. No me interesa hurgar en las vísceras de las personas, me interesa lo que sucede ahí afuera”.
De Luca, serio y rotundo, sobre el escenario: “Invencibles, para nosotros, son los migrantes. Los que atraviesan el mundo a pie y no se detienen por ninguna expulsión, por ningún naufragio, por ningún campo de concentración que nosotros llamamos Centro de Permanencia Temporal [los CETI, Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes]. ¡Permanencia! Bonito nombre hostelero para un lugar con barrotes, con alumbrado, con guardianes...”
Así es el Quijote de Erri. Uno que no se siente extraño nunca, siempre implicado en todo aquello que sucede ante él. “Quijote para mí es el personaje más grande de la literatura moderna, es a los libros lo que Chaplin al cine. Me identifico con Rocinante, porque muchas buenas causas, no escogidas por mí, sino impuestas por mi época, han saltado sobre mi espalda y me he prestado a su servicio”. Es un héroe invisible -Quijote de Luca- que pretende reparar las injusticias, pero sin aplicar las leyes. “No es un fuera de la ley, es el portador de una justicia hecha a medida de cada caso”. Contra la soberbia de los Estados.