El Día del Libro, esa fecha que cada año conmemora el falso aniversario de la muerte de Cervantes (en realidad falleció el 22), parecía acercarse con tranquilidad a nuestros calendarios sin figura política que decidiera pisotear la legendaria (triste) figura de nuestro escritor más universal. Pero ha sido ahí, al bajar la guardia, cuando se ha cometido la tropelía. Rajoy, que no se ha acordado del héroe de Lepanto durante este año en el que celebramos el cuarto centenario de su muerte, se desmarca y le regala un ejemplar del Quijote a uno de sus enemigos más enconados, Carles Puigdemont.
Como, a juzgar por algunos hechos recientemente acaecidos, todo indica que el presidente de la Generalitat no ha leído al genio alcalaíno, parece bastante acertado enumerar algunos de los valores que encontrará entre sus páginas y que, quizás, le vengan como anillo al dedo antes de encarar un periodo político trascendental.
Dignidad gramatical
Cervantes es uno de los grandes maestros de la palabra en castellano, por lo que alguien que presume de haber leído la mejor novela de la historia en dicho idioma debe poner los cinco sentidos en elevar la lengua a, mínimo, la misma altura que pretendió don Miguel.
Este cometido, de momento, no va por muy buen camino. Días atrás era Pablo Iglesias el que visitaba a Carles Puigdemont. Éste le recibió con una nota de agradecimiento (junto a una autobiografía de Andreu Nin, sindicalista asesinado durante la Guerra Civil) en la que podía leerse: "...alguien que expresó muy bién el compromiso del obrerismo...".
Es posible que con ese bién* tildado hayan perecido dos o tres capítulos del Quijote. Si Cervantes nos está leyendo desde allí arriba, que nos perdone. Esperemos que, tras esta lectura, no se vuelva a repetir.
Simpatía por lo foráneo
Cervantes demuestra durante toda la obra su gusto por todo aquello que el Estado considera foráneo. Es el caso, por ejemplo, de Ricote, expulsado de la península por un bando real en contra de los moriscos. En todo momento, Cervantes y su personaje dejan patente un gran respeto hacia él.
La solidaridad de Cervantes choca con unas declaraciones llevadas a cabo por el presidente catalán en las que manifiesta la certeza de que "los invasores serán expulsados de Cataluña"
Esta solidaridad choca con unas declaraciones llevadas a cabo por el presidente catalán en las que manifiesta la certeza de que "los invasores serán expulsados de Cataluña". Esperemos que, con el Quijote en la mano, sea consciente de lo que estas palabras suponen para aquellos que, por el hecho de no compartir su postura, son considerados "invasores".
El pícaro, al descubierto
Cervantes no ceja en su empeño de descubrir al pícaro. Desde el Ginés de Pasamonte hasta el bandolero Roque, todos son desnudados y fielmente reconocidos dentro de la mentalidad quijotesca.
Sin embargo, la sociedad del siglo XXI parece haber olvidado esta capacidad para reconocer al ladrón y al pillo. ¿Cómo se explica, si no, que legislatura tras legislatura sigan gobernando los mismos que más tarde se pasean por los juzgados? Ojalá que los párrafos cervantinos ayuden a nuestros políticos a poner orden.
Imperio de la Ley
Al llegar a Barcelona, el Quijote se percata de su llegada a tierras catalanas por la contundencia con la que las autoridades consiguen que impere la ley: "Estos pies y piernas que tientas y no vees, sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta; por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona".
Dejando a un lado el método, brutal como todo castigo en aquella época, lo cierto es que los últimos episodios acontecidos nos hacen pensar que no se persiguen con la misma rigidez de antaño ciertos delitos (sobre todo fiscales) que por allí asoman. ¿Dónde quedó la estricta legalidad que nos transmitió Cervantes?
Igualdad lingüística
En Barcelona, el Quijote se topa con varios personajes que demuestran tener un manejo maravilloso tanto del catalán como del español. Por ejemplo, los bandoleros de Roque se comunican en catalán con fluidez mientras que, ya en la ciudad, nuestro caballero se encuentra con un traductor que se pronuncia de la siguiente manera "este caballero que aquí está [...] ha traducido un libro toscano en nuestra lengua castellana".
Quizás Puigdemont se decida a respetar la lengua que el traductor define como "nuestra" y evite cierta desigualdad lingüística promovida por un sector de la intelectualidad catalana.
Protagonismo para el pueblo
Cervantes le otorga al personaje de clase baja un protagonismo total dentro de la novela. Sancho, el reflejo del pueblo, es quizás su personaje más alabado, demostrando que la sabiduría, en ocasiones, nace antes del más popular de los refranes que del más culto de los discursos.
Esperemos que Puigdemont le dé al ciudadano la importancia que le daba Cervantes a Sancho Panza
Ahora que Puigdemont puede enamorarse como lo hicimos nosotros del genial Panza, esperemos que le dé la misma importancia al ciudadano que la que podrá vislumbrar en la obra, olvidando episodios pasados protagonizados por compañeros de partido, incapaces de escuchar a ciertos sectores de la sociedad catalana.
Lo primero, escuchar
Como bien indica Suárez-Galbán en reciente conversación con El Español, durante el célebre capítulo de los gigantes y los molinos, el Quijote hace gala de una nula capacidad para escuchar las advertencias de su escudero. El capítulo acaba con nuestro héroe abatido, fruto de esa incapacidad que ya hemos citado.
Quizás, tras haber leído esta obra maestra, Puigdemont agudice el oído a la hora de atender a todos por igual. Porque de eso trata el Quijote, de escuchar y ser escuchado. Hay agravios que ni siquiera el más universal de los caballeros puede ‘desfacer.