"No soy un cervantista, ni siquiera aspiro a ello, sólo soy su lector antiguo". El escritor chileno Jorge Edwards sonríe desde el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, el mismo lugar donde en 1999 recogió su Premio Cervantes. "No llegué a él en mi colegio de Santiago, sino más tarde, cuando descubrí a Unamuno y Azorín, cuando escarbé en la generación del 98", confiesa. "Recuerdo que Unamuno decía en su tesis que El Quijote es más importante que Cervantes: pues bien, a mí me ha deslumbrado la importancia de Cervantes también con los años". En la sala de la gloria literaria de la lengua española se reunieron ayer miércoles tres Premios Cervantes: junto a Edwards, José Jiménez Lozano (2002) y Rafael Sánchez-Ferlosio (2004), cercados por José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura.
Alcalá de Henares lleva a Cervantes en la solapa. No como un souvenir, como un amuleto. La ciudad entera huele a Quijote
Llovía fuera, en los patios encalados en los que las rosas aún andan cerradas. La primavera arranca a ratos: todo verde y espinado. Algunos alumnos curioseaban el acto asomándose entre los muros, ataviados con sus paraguas de colores. Alcalá de Henares -sus casas bajas, sus arquitecturas solemnes, sus bancos con ancianos, sus adolescentes con pipas, sus plazas- lleva a Cervantes en la solapa. No como un souvenir, como un amuleto. La ciudad entera huele a Quijote.
Dos Homeros bufones
En la Universidad, Edwards prosigue su discurso amable. Comenta sus lecturas y reflexiones íntimas con los asistentes: "Ahora he leído un libro de Víctor Hugo sobre Shakespeare, pero no sólo habla sobre Shakespeare, sino sobre todos los grandes escritores que existen en el mundo para él: dice que los escritores que le interesan son los escritores océano, los que no tienen límite y alcanzan profundidades misteriosas, los que llevan dentro monstruos, ninfas y todo eso. Ahí sitúa a Cervantes".
Sin embargo, hay algo en lo que Edwards no está de acuerdo con el romántico francés: Hugo compara a Rabelais con Cervantes y dice que son "dos Homeros bufones". Edwards contraataca: no los cree comparables. Sostiene que la escritura de Rabelais "es una escritura del vino, del vientre y del bajo vientre"; mientras que la de Cervantes es "de la cabeza, del pensamiento, del corazón... y secundariamente, del vientre". Cree que el humor de Cervantes es "más fino, más delicado, más cortés".
Habla también de cierto paralelismo entre Jorge Luis Borges y Cervantes, siendo el primero, claro, un caso "menor", pero también -y esto le honra- "concienzudamente menor". "Borges leyó y aprendió a Cervantes en inglés, y él lo decía", ríe. "Les propongo que lean El Aleph de Borges tomándolo como una parodia del episodio de la cueva de Montesinos de El Quijote. Ya verán", lanza, enigmático. "Ambos autores llegan en esos relatos a un resumen del mundo: ¡es el mundo lo que desfila! Aunque Borges, para llegar a ese lugar, tuvo que haber bebido coñac argentino; cosa que yo, siendo chileno, considero altamente peligrosa", bromea.
Borges quería escribir otro Quijote
"Borges quería escribir de nuevo El Quijote. No copiarlo, escribirlo... ponerse en una situación en la que lo pudiera escribir". Y hubo un punto donde convergieron los "mundos poéticos, perdidos y añorados" del bonarense y el alcalaíno. y el Cierra su ponencia proponiendo que las Novelas ejemplares se hagan películas -lo hizo a finales del año pasado TVE con La española inglesa-: "Que lo mismo se han hecho ya, pero si no, deberían... cada una es una película. Son tan modernas, fílmicas, divertidas...".
Dice el Premio Cervantes Sánchez-Ferlosio que en El Quijote todo juicio estético guarda relación con una antigua ética
Rafael Sánchez-Ferlosio inaugura su turno comentando lo desternillante que le parece el episodio de Las bodas de Camacho de El Quijote. "Es para mí el momento cumbre de la novela. Me divierte Cervantes cuando dice que Sancho se arrimó 'con cortés y hambrientas razones' a mojar un trozo de pan en una olla... Sancho no perdía la cortesía ni cuando le rugía el vientre". Entra en materia, lupa y texto en mano, recalcando que en El Quijote "todo juicio estético guarda relación con una antigua ética": "El mismo don Quijote es una figura paródica de un personaje viejo y heroico y por lo tanto ético, al que no le queda en este mundo nuevo nada que hacer con las armas nuevas que imponen los tiempos nuevos".
El poeta Antonio Gamoneda, distinguido con el Premio Cervantes en 2006, saluda explicando cómo "rebrota la emoción" cada vez que vuelve al Paraninfo. "El Quijote es un libro poético", espeta. "La clasificación en géneros de la literatura es un débil argumento académico con apenas valor didáctico".
Quijote es poesía
Gamoneda cree que es la rítmica y no la métrica "la generadora de poesía, ¡lo defendía hasta Aristóteles!". Y esa rítmica está "de forma permanente reptando en su prosa". Bromea Gamoneda con el pequeño complejo cervantino con la métrica: "Él sabía que en eso no era un genio, y decía que se le resistía 'como gracia que pudiera darle el cielo'". El poeta considera que "escritores como Kafka, Joyce o Faulkner no pueden ser entendidos si no son estimados como objetos poéticos".
Para Gamoneda, la obra cumbre cervantina es "jocosa en alguno sentidos y terriblemente seria en otros" y confiesa que entiende al personaje "como un trasunto, una representación deforme o parcial pero real de Miguel de Cervantes": "El oficio principal de los caballeros andantes era socorrer a los menesterosos, a los que están faltos de algo, a los que necesitan algo. Y desatender a los poderosos. Por eso don Quijote se confundía a veces... conoce los delitos de los galeotes, pero los olvida o los ignora. Estos estaban faltos de libertad pero sobrados de mala conducta. Todos sus enredos acaban a favor del pobre o del desamparado".
Don Quijote conoce los delitos de los galeotes, pero los olvida o los ignora. Todos sus enredos acaban a favor del pobre o del desamparado
El Premio Cervantes apunta que la radicalidad de El Quijote no es otra que "la distinción entre castigadores y castigados, opresores y oprimidos". Lanza, al final, una cuestión y la deja flotando en el aire: "¿Y no será que el automatismo de ese factor que he dicho esconde una dolorida conciencia subyacente? ¿No será que se justifica, explicada en términos de realidad, la maltratada vida que tuvo Miguel de Cervantes?".
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