"Oiga, no ponga las manos en el cristal, que se quedan los dedos", le dice la comisaria a una mujer que se inclina sobre una vitrina de la exposición dedicada a la memoria de Miguel de Cervantes, en el Congreso de los Diputados. "Además, es que está la pata frágil...", continúa la regañina. Eso es, en el fondo, España ante la obra del padre de las letras castellanas: un niño que apoya los dedos sobre el vidrio y observa una tarta inalcanzable, danzante ante los ojos. Cómo asirla, cómo morderla y saber. Cómo no abrumarse en el cuarto centenario de su muerte ante tamaña figura ejemplarizante, tan capaz de resumir la vida humana. Cómo disimular que no se ha leído.
Patxi López dice que muchos diputados han citado el Quijote en sus intervenciones parlamentarias y han promovido y apoyado el conocimiento de su obra
Mientras Daoiz y Velarde, melena impoluta, visten sus anteojos de modernos revenidos en la fachada de la Cámara Baja, los invitados pasan al Congreso por la puerta de atrás (la de calle Cedaceros). En media hora comenzará la conferencia "El justo medio: Cervantes en el Quijote", a cargo del filólogo y académico de la lengua Francisco Rico. Ahí, en el recibidor de la sala Ernest Lluch, policías, periodistas y académicos charlan del tiempo y de cómo va el país con ánimo de un cóctel. Los políticos no terminan de llegar. Y eso que, en una banda de la entrada, Patxi López ha recalcado que "muchos diputados han citado el Quijote en sus intervenciones parlamentarias" y "han promovido y apoyado el conocimiento de su obra".
Tienen ya tan tatuada, tan interiorizada la letra de Cervantes que no se esfuerzan por hacer cola en su primera verbena en el Parlamento. El cordón umbilical inequívoco entre los políticos españoles y el autor de La Galatea es esa escultura de Antonio Solá que se encuentra frente al Palacio del Congreso, en la plaza de las Cortes. "Cervantes y el Congreso han estado, así, unidos simbólicamente desde hace casi doscientos años", recuerda López en su texto. Enlazados de paso. Se sostienen la mirada alguna vez, algún día que los diputados sí van al trabajo, que -claro- no es hoy.
Las señoras visten collares y contraen la papada. Los caballeros se saludan con aire inglés. Nadie presta atención a la humilde y escueta muestra que reúne algunas publicaciones y documentos de Cervantes que han sido conservados por el archivo y la Biblioteca del Congreso. Los fantasmas de Niceto Alcalá Zamora, Manuel Azaña, Azorín, Salvador de Madariaga, Ramiro de Maeztu, Unamuno y Gasset observan la escena atónitos. Ellos sí escribieron sobre Cervantes, ellos sí creían en su prosa edificadora.
Tanta bibliografía -muerta de risa dentro de las urnas- para que llegue Rafael Hernando y hable ante los focos de los acuerdos políticos, de su deseo de coalición, de que Sánchez sigue bloqueando la posible solución. "Él fue el que perdió las elecciones", concluye. ¿Y Cervantes?
Anteojos de broma
Francisco Rico -máximo y tal vez único conocedor cervantino en el lugar- espera en la sala, ajeno al teatrillo del vestíbulo. "¿Qué opinión le merece la idea de Patxi López de colocar unos anteojos quevedianos a los leones del Congreso?", le preguntamos. "Bueno, la verdad es que aún no los he visto", responde. "Pero me los puedo imaginar. Es una broma, ¿no? No deja de ser algo gracioso...". Explica Rico a este periódico que planea una intervención con dobles sentidos para los diputados y una moreleja final.
Que tanto el vencido es más honrado cuando el vencedor es más reputado
Alguien ha dejado en cada asiento un separador de libros. "Nuestro Quijote vivirá eternamente, por ser el más humano de todos los libros. Y como es el más humano de todos los libros, guarda consejos para todos los casos (Emilio Castelar, Diario de Sesiones, 13 de febrero, 1885)", reza. Una de las pantallas proyecta frases del homenajeado: "Que tanto el vencido es más honrado cuando el vencedor es más reputado". Estupor: el aire se llena de interpretaciones ambiguas.
Ya que no aparece ningún diputado más -y ya que la conferencia comienza tarde por las preguntas a Hernando-, Patxi López surge de la nada, se sienta con Rico en el estrado y toma el pequeño micrófono: "Sentimos envidia cuando vemos cómo otros países tratan a sus creadores más relevantes. En España no ha prendido la mecha del entusiasmo por este centenario. En siglos pasados, recordar a Cervantes significaba afluencia masiva de público", lamenta. "En la actualidad, nos afanamos más en buscar sus pobres restos -que es importante, no quiero desdeñarlo- que en celebrar su influencia y presencia".
El Congreso de los Diputados sirve como caja de resonancia para que esta conmemoración tenga más repercusión de la que está teniendo
López guiña: "Quien quiera encontrar a Cervantes lo tiene fácil. Se puede iniciar una larga conversación con él a través de su lectura y el conocimiento de sus personajes". Subraya también que el Congreso sirve como "caja de resonancia para que esta conmemoración tenga más repercusión de la que está teniendo". No se deja achantar Patxi López por el desinterés de Cervantes en las aulas. Una vez reconocido este hastío, asegura que el autor "resurgirá una y otra vez, porque sus personajes no responden a un tiempo concreto y siempre renacen de sus derrotas", sostiene.
Buscar la salida
"Cervantes está condenado a no coronarse con victorias, pero tampoco se resigna en la derrota". Antes de pasarle la palabra a Rico, cita un poema que "nos vendría al pelo": Busco en la muerte la vida / salud en la enfermedad / en la prisión, libertad / en lo cerrado, salida. "Pues eso", sonríe. "Busquemos salida cuando parece que todo está cerrado".
El experto habla de cómo El Quijote resume los ejes de la ética y la poética de Aristóteles: su sentido común, su saber práctico y factible. Aquella prudencia, aquel buen entendimiento. Llama a Cervantes ese "cronista fidedigno que tropieza en la tradición oral" y alaba la "fascinación que produce la figura de El Quijote con esa silueta de Cervantes a trasluz, siempre radicalmente inverosímil y siempre absolutamente natural". Suscribe a Guillén de Castro: "El héroe despierta inevitable e inseparablemente lástima y amistad; ya lo dijeron después Dostoievski o Borges". Ahí la ternura rara y el deleite que provoca ese "caballero andante loco, desaforado y grotesco" entremezclada con ese Alonso Quijano "lúcido e irreprochable".
Francisco Rico arrastra la tos a lo largo de su discurso. "Hasta que no fume no se me pasa", bromea, carismático. "Llevo más de media hora sin un cigarro y lo estoy notando". Después de citar varios pasajes de la obra cumbre de Cervantes, entra en materia y empieza a atizar literaria y sutilmente a esos políticos inexistentes, a sus sillones vacíos. "El Quijote se debe leer como un gran juego de contraposiciones que se buscan unas a otras como si esperaran conciliarse entre sí", sugiere. "Cervantes concibe el punto de vista de cada personaje como un observatorio y fabrica la realidad a partir de sus diferentes prismas. Ofreciendo así una última armonía dentro de sus discordancias".
Lección moral
Subraya Rico la variedad de caras, de máscaras, de actitudes, de historias que convergen en Cervantes sin que haya reyerta. Un universo moral y político pacífico, concebido en sus engranajes con hechos a medias de "fábulas mentirosas y de verosimilitud". Recalca que "el combate de los extremos siempre acaba en el medio", que "no hay una verdad absoluta" y que no debemos subestimar la complejidad de la condición humana.
Rico se consuela con solemnidad: "Al menos el presidente ha aprendido la lección cervantina".
Las contradicciones las desenmarañaba Cervantes con "prudencia, buena intención y buen discernimiento". "¿Acaso no son todos estos factores e ideas actitudes que nos gustaría ver, con el recurso al justo medio, en el Congreso de los Diputados?", finaliza, entre aplausos. "Esa es la moraleja a recordar a algunas de las presencias aquí implícitas", remata. Y tan implícitas. Con suerte escucharán su intervención en diferido.
López reconoce que no ha parado de tomar notas y que se queda con la "virtud del punto medio" y con que "vale más un diente que un diamante, lo que podemos traducir como: es mejor tener y proveer de dientes que de diamantes". Rico se consuela con solemnidad: "Al menos el presidente ha aprendido la lección cervantina".
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