Miguel de Cervantes ya fue elevado a apóstol en los siglos XVIII y XIX, ya se le llamó héroe en Lepanto, milagro de Argel, gloria nacional hecha carne y víscera. Experimentó también una fase de desmitologización, como un pasillo de collejas: que si sus hermanas eran prostitutas, que si él fue un hombre de vida rota e imán del lumpen, que si se casó por interés... a los cuatrocientos años de su muerte, ya es hora de templar el imaginario popular y concederle equilibrio al mito. "Cervantes no fue un santo en cuanto a docilidad, beatitud ni heroísmo anticuado: eso sería irrespirable", sostiene Javier Gomá, filósofo y director de la Fundación Juan March. "Pero tampoco lo otro: pura especulación".
Gomá aboga por repensar y contar la historia de España desde la ejemplaridad de ciertas eminencias, entre las que destaca a Cervantes: "Los hechos son conflictivos, dividen. Pero las grandes figuras generan consenso. Cervantes no era de clase baja ni de clase alta, ni centralista ni periférico, ni católico ni ateo, ni de derechas ni de izquierdas: no conozco a nadie que desde algún presupuesto ideológico o dogmático sea capaz de censurarlo".
Los hechos dividen; las grandes figuras generan consenso. Cervantes no era de clase baja ni de clase alta, ni centralista ni periférico, ni católico ni ateo, ni de derechas ni de izquierdas
Destaca el filósofo tres rasgos fundamentales del autor: idealismo, cortesía y humor. Sostiene que mantuvo su entusiasmo hasta el final, "pese a toda experiencia o mala fortuna"; que hizo compatible su lente utópica con el respeto al otro -"en vez de hacer frente a la opresión social al sujeto moderno con impertinencia o mala educación"-; y que su humor "no rebaja ni ridiculiza, sino que está al servicio de la admiración". En tiempos de escisión -y en el contexto de una España fragmentada-, Miguel de Cervantes resurge como una figura suprapartidista y símbolo de una ejemplaridad mundana, no rayana en los altares. A partir del libro Enseñanzas del Quijote para la vida moderna (Eugenio Suárez-Galbán, Kailas) y la lente lúcida de Gomá, extraemos de la vida y obra de Cervantes diez consejos que aplicar para ser un buen ciudadano en los tiempos que corren.
1. Aprende a escuchar (y a hablar).
En el célebre episodio de los molinos de Don Quijote, Cervantes no sólo habla de la dicotomía entre lo real y lo imaginario, sino de la importancia de la escucha -en este caso, de atender las indicaciones de Sancho-: aquí la primera enseñanza del padre de las letras castellanas. El gran error de El Quijote era analizar -e increpar- a su escudero en vez de analizarse a sí mismo. "¿No habéis percibido y recordado aquí el tan actual '¡Y tú más!' de los políticos, y no políticos también?", apunta, con sorna, el profesor Eugenio Suárez-Galbán. En el episodio de la paliza de los mercaderes extraemos otro consejo vital: no sólo hay que medir las palabras, sino recordar a quién las dirigimos.
En la gran obra de Cervantes, un caso de pícaro es Ginés de Pasamonte: en él se pone de manifiesto que el lector -el ciudadano- tiene la mala costumbre de reíse con la picaresca, no de ella, "lo cual delata una insana admiración, escondida como esté, de la habilidad y supuesta inteligencia del truhán", escribe Suárez-Galbán. "¿Será por eso que siguen ganando elecciones tipos claramente corruptos?". Cervantes nos alerta de este peligro: el emplear el lenguaje no para comunicarnos, sino para engañar. Y peor: para aplaudir a los que lo hacen.
2. Aboga por los derechos del ser humano.
Es característico de Cervantes su sonrisa comprensiva ante la vida humana. Poseía una luminosa y esperanzadora concepción del hombre, en contraposición a la visión medieval del ser humano pecaminoso -que ya giró con Giovanni Pico della Mirandola y su tratado Discurso sobre la dignidad del hombre en plena colonización-. Habla el autor -por boca de Sancho- de "divinas y humanas leyes más allá de las clases sociales": Don Quijote le recomienda a su escudero no defenderle jamás si el enemigo pertenece a la clase social de caballero (I, 8) y éste le responde así. En dos ocasiones, además, alcanza don Quijote a ejercer violencia física contra Sancho y éste no se queda callado: arremete con astuta ironía hasta que, en la segunda parte del libro, llegará a defenderse también físicamente, reivindicando su dignidad.
Indica Suárez-Galbán que don Quijote representa la nueva clase social: la burguesía, ante su defensa -en su encuentro con Juan Haldudo el Rico- de que uno es y vale por lo que hace, no por lo que hereda de sus padres. Va quedando atrás la preeminencia de la nobleza. Podríamos decir que Cervantes fue pre-democrático. "Una de sus originalidades es que dota de protagonismo a las clases bajas; pero -a diferencia de El Lazarillo o La Celestina, que caían en la parodia- las reviste de dignidad, les da densidad, profundidad, perfil; no las simplifica".
3. Sé solidario de verdad (no para lavar tu imagen).
Cuenta Cervantes (en el I, 11) lo que ocurre cuando se encuentran el caballero y su escudero con unos cabreros. Empieza entonces don Quijote a alabar -en estrecha relación con el punto anterior- la igualdad de los hombres y forzando a Sancho, en presencia de todos, a que se siente a su lado, pues la caballería andante, como el amor, iguala todas las cosas. Sancho rechaza la oferta del señor porque se da cuenta de que el caballero se siente marginado al ser el único que no pertenece a la clase popular, "y que sus palabras responden a un afán de ser aceptado, aprobado y admirado por su supuesto espíritu democrático e igualitario, que enseguida contradice al imponerle a Sancho su voluntad autoritariamente", aclara Suárez-Galbán. Aquí la falsa solidaridad.
Gomá recuerda que "la ética, en altísima proporción, es imaginación: su corazón es imaginarte en el lugar del otro". De eso a Cervantes no le faltaba
La ridiculez en la contradicción entre la creencia afirmada y la conducta real deja en ridículo a la persona, evidenciando su falsedad e hipocresía. "Se trata de uno de los mensajes prácticos que van más allá de la temática e intención textual: uno, por cierto, perfectamente aplicable a lo que está ocurriendo ahora mismo en la Unión Europea, que, tras erigirse como ejemplo de democracia y tolerancia, empieza a contradecirse y, además, en contra de su propia constitución", concluye el autor. Cervantes adivinatorio, opinando ya sobre la crisis de los refugiados.
Gomá recuerda que "la ética, en altísima proporción, es imaginación: su corazón es imaginarte en el lugar del otro". De eso a Cervantes no le faltaba. Aun así, añade el filósofo, "durante siglos, la civilización occidental ha sido la única digna del hombre; todo lo que caía fuera era salvajismo y barbarie". Considera que hemos avanzado: "ahora sólo hay un pueblo: la humanidad; y un principio: la dignidad". Como siempre quiso el escritor.
4. Defiende la igualdad de la mujer.
En su obra, Cervantes deja claro la importancia que le otorga a la mujer y su rechazo a la posición inferior y oprimida que le concedía la sociedad. El autor intentaba, con su relato, ruborizar a los culpables del abuso y la violencia machista -como era el duque Fernando-. Esto se pone en relieve también con el personaje de Marcela, que se rebela contra el mandato de tener que aceptar al hombre que la corteje, sin contar con poder de decisión: "Yo nací libre y, para poder vivir libre, escogí la soledad de los campos". Además de la valía femenina, Cervantes subraya una versión de amor voluntario bastante novedosa para una época en la que los matrimonios solían arreglarse entre los padres. Repudia también las diferencias de clase a la hora de elegir pareja.
El personaje de Marcela se rebela contra el mandato de tener que aceptar al hombre que la corteje: 'Yo nací libre y, para poder vivir libre, escogí la soledad de los campos'
Más que como un defensor de la mujer, Gomá entiende a Cervantes como un "dignificador" de la figura femenina: "La convierte en un ser humano completo, no en una figura servil al servicio del hombre. Es, por fin, un ser real e individual, la construye de manera humana, afable y atractiva, que es una forma de respeto".
5. Medita tu voto.
Donde el refrán tradicional decía "la mujer honrada, la pierna quebrada y en casa", Cervantes edita: "El buen gobernador, la pierna quebrada y en casa". Cuenta entonces que Sancho asume el gobierno de Barataria. Aquí el autor expresa -de forma revolucionaria- que un hombre analfabeto y de la clase campesina puede ser un buen gobernador, porque posee otras cualidades como el sentido común, la virtud a la hora de decidir, la compasión al prójimo, la justicia, la astucia para adivinar las intenciones de la gente y una férrea honestidad de fondo.
Sancho critica también a los Duques que camuflan la caza como ejercicio preparatorio de la guerra -cuando sus 24 horas son de ocio-: Suárez-Galbán lo relaciona aquí con las ausencias actuales en el pleno, las puertas giratorias y vivir del cuento. ¿La solución contra estos individuos? Ya lo decía Sancho: "Paciencia y a barajar".
6. No odies ni busques venganza: ayuda a corregir.
Cervantes es pacificador y aboga por algo más que reaccionar ante los abusadores: intentar comprender sus causas ocultas, de las que bien pueden ser ellos las víctimas. Como el caso de los Duques, que padecían una crónica obsesión psicológica. El autor no cree en el regodearse en la condena y la ira, sino en compadecer al otro por esa fuerza maligna que lo está controlando. Es a lo que se refiere el Mayordomo de los Duques al señalar "la ironía de que los burladores se hallan burlados" ante el patetismo de los Duques. No hay que sustentar reyertas personales contra los que se comportan de forma reprobable.
7. Protege tu libertad y respeta la del otro.
Tanto defiende Cervantes la libertad que pone en voz de El Quijote que por ella y por la honra se puede y debe aventurar la vida. Cuando sale del palacio de los Duques, El Quijote explica que "la abundancia y los beneficios recibidos como regalos son ataduras que obligan a un agradecimiento que aprisiona el ánimo libre". También critica Cervantes la libertad mal entendida cuando El Quijote libera a los galeotes: no se percató de que estaban ahí por menoscabar la liberta de otros.
8. Cuida tu humor.
Dice Javier Gomá que el humor de Cervantes "no rebaja ni ridiculiza", sino que está "al servicio de la inteligencia, de la admiración": "Su milagro es que, al hacer que El Quijote incurra en cosas ridículas, consigue generar superioridad".
Plantea una burla que o bien convierte al burlador en burlado o bien saca a la luz otras realidades sombrías. Por ejemplo, la risa de las prostitutas que revelan su falta de autoestima: aquí una risa que sustituye a las lágrimas. Cervantes muestra también -a través de las distintas peripecias de su protagonista- que una burla hiriente es heredera de una crueldad social asimilada y siempre trae consigo consecuencias terribles.
9. Ten memoria.
El pasado olvidado vuelve. Así lo hace ver Cervantes con el caso trágico del morisco Ricote [perteneciente a una de las doce familias de moriscos que llegaron a Esquivias procedentes del Reino de Granada y de Murcia. Eran ricos y distinguidos, pero se tuvieron que marchar en 1610 debido al decreto de expulsión]. Esto -sumado a la crisis migratoria- nos evoca la célebre frase del filósofo y novelista George Santayana: "Los que no pueden recordar el pasado, están condenados a vivirlo otra vez".
Habla Suárez-Galbán de que existen "deudas humanas", o, más bien, históricas. "No olvidemos la gratitud que debemos tener los españoles con tantos países y pueblos que en el pasado, y todavía en la presente crisis, nos han acogido y que ahora, especialmente en el caso de América Latina, podemos devolver".
Cervantes no es un rebelde: es capaz de ponerse en el lugar del otro. Por eso presentó a un moro lleno de nostalgia y amor por España
A lo largo de sus páginas, el Quijote se identifica con los marginados, con las víctimas de injusticias y agravios, con los vencidos de la Historia. Tiene sed de justicia y de rectificar males. "Fíjate que un autor romántico o rebelde se hubiera atrevido, en el caso de Ricote, a presentar un morisco resentido y lleno de agravios que cubriese de reproches a la monarquía, para criticar a las instituciones. Pero Cervantes no es un rebelde: sólo es capaz de ponerse en el lugar del otro. Por eso trajo un moro lleno de nostalgia y amor por España. Simpatiza con él, pero no pone el acento de la situación en una respuesta agresiva".
10. No esperes el milagro: trabaja.
En los dos capítulos de El Quijote dedicados a las Bodas de Camacho (II, 20, 21), Cervantes expresa su actitud ante la nueva sociedad, esa que por un lado prometía mayores posibilidades de ascenso social pero por otro -en palabras de Suárez-Galbán-, "iniciaba un sistema que podía alcanzar cotas altas de miseria y desesperación si no se controla de alguna manera la ambición de determinados sectores sociales". Don Quijote contrasta al empresario y al trabajador -el primero se desvela con preocupaciones y el segundo puede dormir-. Ahí su crítica a una vida sujeta a vanidades.
Eso sí: Cervantes cree en el trabajo, invita a él. Y lo hace mediante las palabras de Basilio: "¡No 'milagro, milagro', sino 'industria, industria'!". Una forma de guiñar al lector: a dios rogando, pero con el mazo dando.