El Premio Nobel de Literatura 2016 -esa medalla tan inserta en el sistema- daba guerra ya cuando sólo era un chaval de Minnesotta. Un agitador de poema e instrumento. La trayectoria ideológica del genio Zimmerman se lee en corto en George Jackson y otras canciones (Visor, 1996), el único libro suyo que puede encontrarse en las librerías de España -sus Cancioneros están descatalogados-. En el prólogo, Antonio Resines, su traductor, señala que la obra "pretende iluminar las diferencias sustanciales que separan al Bob Dylan de 1961 y al actual". Y las diferencias se resumen fácilmente contrastando la estrofa final de la primera y la última canción del tomo. Ambas hablan de un asesinato.
En el 61, el compositor, medio esperanzado con la lucha, cerraba así su letra: "Si nosotros, todos los que pensamos igual, diéramos todo lo que podemos dar... podríamos hacer de esta gran tierra nuestra un sitio mejor para vivir". Diez años más tarde, Dylan había evolucionado -¿o envejecido?- de Rousseau a Hobbes y clavaba esta estaca última en su poema: "A veces pienso que este mundo no es más que un gran patio de prisión. Algunos somos presos, los otros somos guardianes (...) Dios, Dios, han matado a George Jackson". Era una canción dedicada al líder del Partido Pantera Negra asesinado por guardias en la Prisión Estatal de San Quentin, poco tiempo antes.
Comprender el crecimiento de Dylan exige recordar que en 1961 se podía creer todavía en la necesidad de una canción combativa, se podía creer que las guitarras matan fascistas
"Comprender el crecimiento de Dylan exige recordar que en 1961 se podía creer todavía en la necesidad de una canción combativa, se podía creer que las guitarras matan fascistas, se podía pensar que la protesta debía centrarse en la exigencia de igualdad de derechos", escribe Resines. Ya nadie se conmueve ante Blowin in the wind como se conmovían los adolescentes que encontraron en ella el primer rechazo de una sociedad muerta pero -aún- no sepultada. Total: que el camino ideológico de Dylan habla del derrumbamiento de las ilusiones, de la caída del izquierdismo sentimental.
Banco o cárcel
El cantautor, entonces, tomaba parte de forma premonitoria, o quizá sólo de forma universal: escupía palabras contra los corruptos del sistema, contra los ladrones, tramposos y mentirosos del mundo. Defecaba en el amiguismo, en el compadreo que se traen los empresarios y políticos enviciados entre sí. Ya hay en el cancionero un primer guiño a Francisco Correa, líder de la Gürtel, en Bob Dylan's 115 the dream: "Decidí echar una moneda al aire / como si la cara o la cruz me pudiera decir si debía ir / de vuelta al banco o a la cárcel". A mitad de camino entre uno y otro está Génova, que, como ha declarado el empresario, era como su casa. "Yo me pasaba el día en Génova. Yo estaba más allí que en mi propio despacho. Era tanta actividad...".
El ladrón colabora
Correa ha pedido disculpas públicamente "al tribunal, y al ministerio público, y a todo el mundo que haya salido perjudicado". Asegura que está haciendo "un acto impresionante de colaboración". Claro que, como escribió Dylan en All along the watchtower, "'debe haber alguna forma de salir de aquí'/ dijo el bromista al ladrón (...) 'No hay por qué excitarse' / dijo amablemente el ladrón". Su plan es, más o menos, el que cuenta el cantautor en Drifter's escape: agachar la cabeza, mostrarse solícito con la justicia y esperar que el temporal amaine pronto. "Ayudadme en mi miseria / oí al vagabundo decir / cuando lo sacaban del tribunal / y se lo llevaban / 'Mi camino no ha sido agradable / y me queda poco tiempo / y sigo sin saber / qué mal le he hecho yo a nadie'".
Lágrimas en sobres
Igual que Correa no sabía "ni que tenía dinero en Suiza" cuando le detuvieron: "Me llevé una sorpresa". Igual que no ve el problema "en regalarle cinco corbatas a Francisco Camps". "¿Cómo no voy a hacer un regalo a una empresa que me está dando un gran beneficio?", continúa. Qué daño es ese. Dylan sigue escribiendo en paralelo a la causa: "El juez se quitó la toga / sus ojos se llenaron de lágrimas / 'Jamás lo comprenderías', le dijo / '¿Por qué tienes que intentarlo?' / fuera el público alborotaba / se podía oír desde la puerta / dentro el juez bajaba del estrado / mientras el jurado clamaba pidiendo más".
Efectivamente: más allá de la indignación popular contra el cabecilla de la trama Gürtel, Anticorrupción pide para Correa 125 años y un mes por los delitos de asociación ilícita, fraude continuado a las Administraciones Públicas, cohecho activo continuado, falsedad continuada, malversación de caudales públicos continuado, falsedad en documento mercantil, estafa, prevaricación, delito contra la Hacienda Pública, blanqueo de capitales, tráfico de influencias y continuado de fraude y exacciones legales a las Administraciones Públicas. Una joyita.
"Y mientras todo el mundo caía de rodillas a rezar / el vagabundo escapó". Algo así le sucede al PP y a Correa
"Y mientras todo el mundo caía de rodillas a rezar / el vagabundo escapó". Algo así le sucede al PP y a Correa: mientras en Génova andan persignándose -no sea que la causa les salpique-, el principal imputado de la Gürtel le decía a su entorno antes de declarar "Me los voy a follar a todos". Esa es su intención: cantar, vender a quien haga falta y salir lo más ileso posible.
Judas con billetes
Otra de las canciones de Dylan que le va a Correa como anillo al dedo es The ballad of Frankie Lee and Judas Priest. "Frankie Lee y Judas el Cura / eran grandes amigos", como Correa y Bárcenas -"Yo quería triunfar y Bárcenas me daba juego"; "Los empresarios se llevaban buenas licitaciones y yo me quedaba una parte y entregaba otra a Luis Bárcenas"-. Bob prosigue: "Así que cuando un día Frankie Lee necesitó dinero / Judas sacó inmediatamente un fajo de billetes de a diez / y lo colocó sobre un escabel / justo por encima de la planicie parcelada / diciendo: 'Elige Frankie, chaval, / mis pérdidas serán tu beneficio'". Del mismo modo que Correa reconoce que los pagos a los políticos siempre los hacía él: "Quedaba con ellos y les daba el sobre".
Es fácil reconstruir los encuentros entre Correa y los miembros corruptos del Partido Popular a partir de las letras de Zimmerman. "Judas le guiñó un ojo y le dijo / 'Bien está, aquí te dejo, / pero mejor será que te des prisa en decidir / cuáles de esos billetes quieres / antes de que desaparezcan todos". Voilá. También Correa fantaseaba con la ocultación, con la evanescencia. "Yo quería ser opaco y nunca declaré desde 1993 a la Hacienda Pública".
El precio del alma
Correa dice que se puso "muy nervioso" cuando registraron el despacho de Ramón Blanco Balín, porque se llevaron todas sus escrituras y su opacidad se podría hacer pública. "Entonces le dije que quería regularizar y me dijo que no". Pobre. Ya ha entendido de qué va esto. Se postra ante el tribunal como relata Dylan en Dear Landlor: "Por favor, no le ponga precio a mi alma / mi carga es pesada / y he perdido el control de mis sueños".
Ambicionaba demasiado, Correa. Lo confiesa él mismo: "Tenía fondos en Suiza para no tenerlos en España". Mira fijo al juez: "Cuando suene el silbato de ese vapor / le daré todo lo que tengo / y espero que lo reciba usted bien (...) Por favor, hágame caso (...) No se desentienda de mi caso / Cada uno de nosotros tiene su habilidad particular / y usted sabe que es así como debe ser / y si usted no me subestima / yo no le subestimaré a usted".
Correa se postra ante el tribunal como relata Dylan en Dear Landlor: "Por favor, no le ponga precio a mi alma / mi carga es pesada / y he perdido el control de mis sueños"
Tiene el detalle también, Correa, de exculpar a algunos de sus principales colaboradores y reconocer que actuaban a su dictado: "Hay personas de mis empresas aquí sentadas que no tienen ninguna responsabilidad y sólo seguían mis instrucciones". Lo canta Dylan en Positively 4h Street: "No, yo no me alegro / de las angustias que te estás buscando / si yo fuera maestro del robo / pudiera ser que te las robara".
Especialista en fraude
Correa, tararea el cantautor en I am a lonesome hobo, "ha probado suerte en el soborno / el chantaje y el fraude", y "hubo un tiempo en que yo era un hombre próspero / no me faltaba de nada". Ahora, ante la justicia, recomienda a los implicados que "cuiden de estar libres de mezquinas envidias / y no se guíen por el código de nadie / y guárdense sus juicios para ustedes mismos / o acabarán donde yo". Él no quería. Él se lamenta. Como canta Dylan, de nuevo en The ballad of Frankie Lee and Judas Priest, "la moraleja de esta historia / es simplemente que uno no debe estar / donde no le corresponde / así que cuando veáis a vuestro vecino cargando con algo / echadle una mano / y no vayáis por ahí confundiendo el paraíso / con la casa de enfrente".