No leas esta novela. Si no quieres enfrentarte al relato de una vida normal, con todos sus escollos, sin esos acontecimientos extraordinarios que estallan en tus pantallas, entre titulares, no lo hagas. No leas este libro si huyes de la normalidad, si no quieres encontrarte cara a cara con tu vida gris y reconocerte en esos conflictos templados, que dejan tantas víctimas como las (verdaderas) armas de destrucción masiva. Una separación, una familia con un secreto, abusos, una madre a la fuga en plena supervivencia, el refugio lejos de una ciudad. Esta novela se parece tanto a ti, a cualquiera, a nadie, que no encontrarás nada escandaloso, ni una imaginación disparatada. Ni una gota de ruido.
No hay nada estridente en la escritura de la autora, a pesar de que Piel de lobo nace de la necesidad de dar un golpe en la mesa, para denunciar la debilidad en la que la sociedad machista ha colocado a la mujer
Piel de lobo (Lumen) es el regreso de Lara Moreno (Sevilla, 1978), que nunca se había ido. Después de Por si se va la luz, la autora ha vuelto a escribir “una novela en la que parece que no pasa nada”. Bromea. “Es mentira”. “¿Qué tenemos que contar hoy para que algo sea extraordinario? Me interesa lo extraordinario de la gente normal. Me interesa más lo que deja huella en el hombre, que la huella que deja el hombre”, explica a este periódico.
Desde el silencio, desde la calma, desde el detalle y la contención lanza la bomba. La novela grita (susurra, perdón) que todo el mundo es único en su felicidad y en su dolor, que hay una historia en cada uno. Aunque sea gris. “Ella [Sofía] no huye de ese gris, ella se da cuenta de que todo es gris. Además, el gris no es tan poderoso, porque tiene un hijo y un hijo nunca es gris. Tiene un conflicto familiar sin resolver y eso tampoco es gris, sino negro”, cuenta. Sofía, la protagonista que escapa con su hijo Leo a la casa familiar de la playa, tras la ruptura de su matrimonio, se está enfrentando a una nueva paleta de colores. Y no son fluorescentes. “Ella es lo gris y ni siquiera le correspondía ese color”.
Lobos sin camuflaje
No hay nada estridente en la escritura de la autora, a pesar de que Piel de lobo nace de la necesidad de dar un golpe en la mesa, para denunciar la debilidad en la que la sociedad machista ha colocado a la mujer. De ahí el titular, que los lobos ya no van ni disfrazados, porque la protagonista parece no verlos aunque muerden. El estigma de la debilidad marca a Sofía y a su hermana, la generación que ha salido perdiendo, pero quiere aislar la vida de sus hijos de la presión cipotuda. Los lobos no necesitan camuflarse.
Siempre he evitado las conclusiones políticas, pero en esta novela no puedo hacerlo. Denuncio la debilidad a la que se somete a lo femenino
“Siempre he evitado las conclusiones políticas, pero en esta novela no puedo hacerlo. Denuncio la debilidad a la que se somete a lo femenino. Nos han criado en una sociedad muy patriarcal, en la que el más fuerte nunca fue la mujer y lo hemos asumido como algo natural”, señala. En Piel de lobo no hay barricadas, ni pancartas. Hay una prosa fotográfica y puntillista en los gestos más insignificantes. Lara Moreno es una novelista sin prisa que escribe a cámara lenta, sin dejar que se le escape ni un solo detalle, con una prosa directa y transparente. Prioriza la precisión de las situaciones antes que la emoción de las escenas.
Mide el tiempo de los acontecimientos de una realidad muy pequeña, cargada de heridas y de ausencias, sin traviatas ni aspiraciones. Lara escribe sobre desaparecer de todos los planos y dejar de ser el centro de la atención. Es curioso como sus personajes caen en el limbo del parado. Los desnuda, los envasa al vacío y embalsama en silencio, borra todo el contexto social de sus vidas. Las nuestras. Estar preparado para no ser nadie, para no se nada más que una madre más.
He decidido no agarrar al lector. Es un riesgo, pero es un riesgo verosímil
“La vida de cada uno es extraordinaria, siempre. Además, ¿qué es extraordinario? Todos atravesamos hitos extraordinarios en nuestra vida. Además, depende de cómo lo cuentes. Si hubiera metido la carne por otra parte, por los abusos, en vez de hablar tanto del abandono y la ruptura de la familia, habría cargado las tintas sobre ese secreto que carcome a la familia”, cuenta. A través de los recuerdos de la infancia de Sofía y Rita cuela esa educación del más fuerte, en la que ellas son sometidas en un mundo de ellos. Siempre con sordina, siempre con cuidado.
Lectores sin sobresaltos
De hecho, eliminó un capítulo sobre el cine que veían las hermanas, Rambo-Rocky-Van Damme, porque perdía el tono sosegado del resto de la novela. “Toda la gente de mi generación ha visto esas películas, pero como madre quieto tener cuidado con lo que mi hija ve y quiere ver. Hace 20 años ni se planteaba la conciencia”.
Tenía miedo de que mi intuición narrativa pasara por encima de lo que necesita un libro para ser un libro
La estructura técnica que ensayó y ejecutó se desentiende de jugar con la palabra, evita los giros grandilocuentes. Mete la directa, sin rodeos, sin la grasa de la retórica retorcida. “Tenía miedo de que mi intuición narrativa pasara por encima de lo que necesita un libro para ser un libro. Pero en este caso quise hacerlo así, con esa visión de microscopio”, responde a la pregunta qué es una novela.
Por eso obliga a que el lector se concentre en el viaje radical de los personajes, para ver los detalles de las escenas cotidianas. “He decidido no agarrar al lector. Es un riesgo, pero es un riesgo verosímil”. En realidad, sus temas y sus intereses son los del realismo sucio, pero limpio de vómito: “No tenemos más remedio que hacerlo mal. Debes caer para levantarte”. Y, al final, una montaña de preguntas sin resolver. ¿El fracaso de una vida es la vida misma o vivir es hacerlo contra el fracaso? El problema no es una vida gris, el problema es correr en contra de la grisura y caminar hacia la nada.
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