La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie fue declarada lectura obligatoria en las escuelas de Suecia por su manifiesto Todos deberíamos ser feministas. Ha sacado a la mujer africana de las cunetas literarias con su verbo sencillo, con sus ideas agudas, con sus ejemplos cálidos. Es aguerrida sin resultar invasiva y didáctica sin volverse condescendiente.
Ahora presenta Querida Ijeawele: cómo educar en el feminismo (Literatura Random House), una carta larga dedicada a una amiga suya que, hace un par de años, le preguntó cómo criar a su hija para que fuese feminista. “Ahora que también yo soy madre de una niña encantadora, me doy cuenta de lo fácil que es dar consejos sobre cómo criar a los hijos cuando no tienes que enfrentarte a la enorme complejidad que comporta”, se encoge de hombros en el prólogo. “No obstante”, repone, “considero una urgencia moral mantener conversaciones sinceras acerca de educar de otro modo a los hijos, de crear un mundo más justo para hombres y mujeres”.
Mucha gente cree que la respuesta feminista de una mujer a la infidelidad del marido debería ser dejarlo. Pero yo creo que quedarse también puede ser una elección feminista, depende del contexto
En primer lugar, le cuenta a su colega que la premisa de la que partir debe ser: “Yo importo. Importo igual. No ‘en caso de’. No ‘siempre y cuando’”. Y la segunda: “¿Puedo invertir X y obtener los mismos resultados?”. Aquí la autora se explica poniendo un ejemplo. “Mucha gente cree que la respuesta feminista de una mujer a la infidelidad del marido debería ser dejarlo. Pero yo creo que quedarse también puede ser una elección feminista, depende del contexto. Si Chudi se acuesta con otra y lo perdonas, ¿ocurriría lo mismo si tú te acostaras con otro? Si la respuesta es sí, entonces la decisión de perdonarlo puede ser feminista porque no viene moldeada por una desigualdad de género”.
Hay que sacudirse la idea de “los hombres siempre serán hombres”, porque, según apunta Ngozi Adichie, esto implica un nivel de exigencia mucho menor para ellos. A los siguientes puntos no los llama “consejos”, sino sugerencias. Son sólo algunos esbozos destacables de los que presenta el ensayo.
1. Sé una persona plena
Marlene Sanders, pionera periodista estadounidense, madre de un niño y primera mujer en informar desde Vietnam durante la guerra, una vez recomendó lo siguiente a otra periodista más joven: “Nunca te disculpes por trabajar. Te gusta lo que haces, y que te guste lo que haces es un regalo fantástico para tus hijos”. O aunque no te guste en lo que trabajas, pero sí trabajar y “la confianza y plenitud que se derivan de ganarse la vida”.
La escritora subraya que hay que rechazar la idea de que maternidad y trabajo se excluyen mutuamente, porque la crianza es “cuestión de práctica… y amor”. Sugiere a su amiga que no piense que esto consiste en “hacerlo todo”: “Nuestra cultura aplaude la idea de las mujeres que ‘pueden con todo’, pero no se cuestiona la premisa del elogio. Es una discusión que da por sentado que las tareas domésticas y los cuidados son ámbitos particularmente femeninos, y eso es una idea que rechazo enérgicamente”. El hombre debería hacer todo lo que la biología le permite, que es “todo menos amamantar”.
2. Los roles de género son una tontería
La autora relata que no hay que utilizar la razón “porque eres una niña” para nada. Ella recuerda que, de pequeña, le decían que se agachara “como es debido para barrer, como una niña”, no “agáchate y barre como es debido porque así limpiarás mejor el suelo”. Y hubiese deseado que a sus hermanos se les hubiese dicho lo mismo. Pero siempre el rosa y el azul. Las muñecas para las niñas y los coches teledirigidos para los niños. La cocina y el fútbol. Ya nunca sabremos cómo habría sido la vida -de niños y niñas ya adultos- si sus padres no les hubiesen puesto la camisa de fuerza de los roles de género sin dejarles espacio para que alcanzaran su máximo potencial.
3. Cuidado con el ‘feminismo light’
“Es la idea de la igualdad femenina condicional”, relata. “Es una idea vacua, fallida y tranquilizadora. Recházala de plano, por favor. Ser feminista es como estar embarazada. Lo estás o no lo estás. O crees en la plena igualdad entre hombres y mujeres o no”. Un buen ejemplo que pone Chimamanda Ngozi Adichie es el trato que se les da a las mujeres poderosas. “De una mujer poderosa nos preguntamos ‘¿es humilde?’, ‘¿sonríe?’, ‘¿es lo bastante agradecida?’, ‘¿tiene también su lado doméstico’? Preguntas que no nos planteamos de los hombres poderosos, lo cual prueba que no nos incomoda el poder en sí, sino las mujeres”.
4. Enseña a tu hijo a leer y a cuestionar el lenguaje
Los libros, señalan, ayudan a entender el mundo y a cuestionártelo. Pero hay que ir más allá: “El lenguaje es el depositario de nuestros prejuicios, creencias y presunciones”. Cuenta, por ejemplo, que una amiga suya nunca llama “princesa” a su hija porque el concepto ya presupone la delicadeza de ella, la idea de que el príncipe la rescatará, etc. Prefiere llamarla “ángel” o “estrella”. Una coña habitual hacia las niñas igbo [una de las etnias más extendidas de África]: “¿No tienes edad ya para buscar marido?”. Explica la autora que ella antes lo decía a menudo, pero que ahora prefiere plantear: “Oye, ¿no tienes edad ya para buscar trabajo?”.
“¿No tienes edad ya para buscar marido?”. Explica la autora que ella antes lo decía a menudo, pero que ahora prefiere plantear: “Oye, ¿no tienes edad ya para buscar trabajo?”
También -y esto es curioso- propone no abusar de palabras como “misoginia” o “patriarcado”: “En ocasiones las feministas tiramos demasiado de jerga y a veces resulta excesivamente abstracta. No te limites a etiquetar algo de misógino, explícale a tu hija por qué lo es y cuéntale cómo dejaría de serlo”.
5. No hables del matrimonio como un logro
“Un matrimonio puede ser feliz o desgraciado, pero no un logro”. Señala la escritora que los padres condicionan a las niñas para que aspiren al matrimonio, y no a los niños. Por tanto, ya desde el principio existe un desequilibrio terrible. “Las niñas se convertirán en mujeres angustiadas por el matrimonio. Los niños se convertirán a en hombres a los que no les angustia el matrimonio. Las mujeres se casarán con esos hombres. Y automáticamente la relación será desigual porque la institución le importa más a una parte que a la otra”.
6. Enseña a rechazar la obligación de gustar
Esta sugerencia es especialmente para los padres con hijas. “Hazle ver que su trabajo no es ser deseable, su trabajo es realizarse plenamente en un ser que sea sincero y consciente de la humanidad del resto de la gente”. Apunta que “enseñamos a las niñas a gustar, a ser buenas, a ser falsas. Y no enseñamos a los niños lo mismo. Muchos depredadores sexuales se aprovechan de este hecho”.
No creas que criar a una feminista consiste en obligarla a rechazar la feminidad. Feminismo y feminidad no se excluyen mutuamente
En esta línea, advierte: “No creas que criar a una feminista consiste en obligarla a rechazar la feminidad. Feminismo y feminidad no se excluyen mutuamente. Las mujeres han aprendido a avergonzarse y disculparse de los intereses que tradicionalmente se consideran femeninos, como la moda y el maquillaje. Pero nuestra sociedad no espera que los hombres se avergüencen de los intereses que se consideran masculinos, como los coches deportivos o ciertos deportes profesionales”.
Aquí viene el imperativo: nunca relaciones el aspecto de tu hija con la moral. “Nunca le digas que una falda corta es inmoral. Nunca le digas ‘pareces una prostituta’, como sé que una vez te dijo tu madre. Dile, en cambio, que ese vestido no le sienta bien o que sencillamente es feo. Pero nunca ‘inmoral’. Porque la ropa no tiene nada que ver con la moral”.
7. Háblale de sexo
Chimamanda Ngozi Adichie propone hablarle de sexo a los niños, y empezar pronto. “Probablemente te resultará embarazoso, pero es necesario”. ¿Por qué? Habla de esas clases de sexualidad que en realidad son “amenazadas veladas de cómo, si hablamos con chicos, acabaremos preñadas y deshonradas”. Invita a desvincular esa vergüenza que sienten las mujeres hacia el sexo porque se las ha educado en ello. Invita a no fingir que el sexo es un mero acto de reproducción. Invita a enseñarle a las niñas que decir “no” cuando siente “no” es motivo de orgullo.
“Toda conversación sobre virginidad deviene en una conversación sobre la vergüenza. ¿Por qué nos educan para hablar en voz baja del período? ¿Para que nos abrume la vergüenza si la menstruación nos mancha la falda?”, inquiere. “Recuerdo a un hombre que me dijo que el período era como la mierda. Mierda sagrada, le respondí, porque no estarías aquí si no existiera”.
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