Consejos de Foster Wallace para los políticos a los que les regalaron másteres
- En el décimo aniversario de la muerte del autor de 'La broma infinita', recuperamos algunos extractos del famoso discurso de graduación que pronunció en 2005 en el Kenyon College de Ohio.
- Maniático, psicótico, adicto... Todas las locuras de David Foster Wallace
El mito literario de David Foster Wallace se ha tambaleado durante los últimos meses tras la eclosión del movimiento MeToo y el recuerdo de su carácter misógino. En plena oleada de denuncias de abusos sexuales en la industria del cine, la poeta Mary Karr reveló que el escritor estadounidense le pateaba habitualmente e incluso en una ocasión trató de tirarla de un coche en marcha. Esas acusaciones han convertido la figura de Foster Wallace en un genio vestido de monstruo; se le sigue tildando como el autor más brillante de una generación, pero su repulsivo lado oscuro ha quedado al descubierto.
Foster Wallace ha sido uno de los escritores más influyentes de las últimas décadas, con una prosa única, retorcida, enrevesada, exquisita, hipnotizante. Su obra culmen es La broma infinita, una novela de más de mil páginas que aborda las adicciones de la sociedad norteamericana. La explosión de estados de ánimo que fue capaz de reflejar en todos sus libros terminó con su vida de la forma más trágica: ahorcándose en el garaje de su casa de Claremont (California).
Hoy, 12 de septiembre, se cumplen diez años de la muerte de Foster Wallace; y en unos meses convulsos por las argucias académicas de nuestros políticos, viene a cuento recuperar el discurso de graduación que el autor nacido en Ithaca (Nueva York) pronunció en el año 2005 en el Kenyon College de Ohio, y que está recogido en el libro Esto es agua. A continuación algunos de los extractos más interesantes donde habla sobre la importancia de aprender a pensar, la libertad, los peligros del egocentrismo o cuál es la verdadera finalidad de la educación:
1. Lo que verdaderamente importa para vuestra educación no gira en torno a la capacidad para pensar, sino en decidir qué pensar.
2. Probablemente lo más peligroso de una educación universitaria es que autoriza mi tendencia a sobreintelectualizar las cosas, a perderme en razonamientos abstractos dentro de mi cabeza; en lugar de simplemente prestar atención a lo que sucede justo enfrente de mí, presto atención a lo que sucede en mi interior.
3. “Aprender a pensar” realmente significa aprender a ejercer cierto control sobre cómo y qué es lo que pensamos. Significa estar lo suficientemente conscientes para escoger a qué le ponemos atención y decidir cómo vamos a construir significados a través de la experiencia. Porque si vosotros no podéis o no queréis ejercer este tipo de decisiones en la vida adulta, estaréis totalmente derrotados.
4. Aprender a ser equilibrados, esa es la libertad que otorga la educación real. Vosotros decidís conscientemente qué tiene y qué no tiene sentido. Vosotros decidís qué es lo que vale la pena adorar.
5. Si adoras el poder te sentirás débil y con miedo, y necesitarás más poder sobre otros para anestesiar el miedo. Si adoras tu intelecto, o ser considerado inteligente, terminarás sintiéndote estúpido, un fraude siempre a punto de ser descubierto.
6. El tipo de libertad más importante involucra atención, consciencia, disciplina, esfuerzo, y ser capaces de preocuparse realmente por las demás personas y sacrificarse por ellas, una y otra vez, realizando miles de pequeños, y nada sexys, actos, día tras día. Esa es la verdadera libertad. Eso es ser enseñado a cómo pensar.
7. Es inimaginablemente difícil hacer esto –vivir de manera consciente, adulta, día tras día–. Lo que significa que una vez más el cliché es cierto: la educación realmente es el trabajo de una vida, y comienza ahora.