En el mundo se hablan alrededor de 6.500 idiomas pero con solo 20 de ellos podría uno conversar con el 75% de la población. El lingüista, periodista y políglota holandés Gaston Dorren analiza en su nuevo libro Babel: La vuelta al mundo en 20 idiomas (Turner Libros) las curiosidades y rarezas de cada una de ellas.
Dorren, quien habla seis lenguas y es capaz de leer otras diez, comienza con uno de los idiomas que se le resisten: el vietnamita. Por lo general, y como es evidente, las lenguas asiáticas y europeas tienen muy pocas similitudes tanto gramaticales como estructurales. En el caso del vietnamita, lo más característico es la tonalidad con la que se pronuncia cada palabra. "Uno utiliza el tono equivocado en Vietnam y 'aquí' se convierte en 'allí' y el significado de (đi) puede cambiar radicalmente de 'ir' a 'prostituta' o 'escroto', o 'maltratado'".
A su vez, explica el proceso de homogeneización que ha sufrido el francés desde la Revolución Francesa en 1789. "En un pueblo libre, la lengua tiene que ser una y la misma para todos", exclamaba el revolucionario Bertrand Barère. "Los alaridos bárbaros y las jergas groseras del campo solo sirven a los fanáticos y a los contrarrevolucionarios". De esta manera, lenguas regionales como el bretón o el patois eran relacionados con el Antiguo Régimen y decidieron "aniquilarlos" en beneficio del francés.
La lucha interna entre lenguas del mismo país siempre ha suscitado confrontaciones políticas —en cualquier país del mundo—. El libro defiende que los países donde menos polémica lingüística existe son aquellos con un único idioma, como es lógico, y los países con muchos idiomas minoritarios. Este último caso se debe a que "es prácticamente imposible que ninguna minoría, por sí sola, consiga monopolizar el poder durante mucho tiempo, porque ello podría inducir a los otros a unirse contra ella". Es el caso de países como Filipinas, Vanuatu y Papúa Nueva Guinea.
El idioma del machismo
En casi todos los idiomas existe una distinción de género, algunos incluso tienen un género neutro. Pero en Japón van un paso más allá. En el país nipón hay todo un dialecto de género. La sociolingüista Momoko Nakamura dice que "la lengua de la mujer es un concepto socialmente distintivo y una idea cultural hegemónica en Japón".
El dialecto femenino se basaba en el uso de palabras y ordenación de las frases de la forma más fina posible, además de la pronunciación. "Un ejemplo particularmente bien conocido es el femenino wa, que expresa admiración o emoción; es muy improbable que los hombres lo utilicen".
Durante el período Heian, en plena Edad Media europea, al hermético japonés se le fueron añadiendo neologismos chinos. "En aquella época se esperaba que la mujer evitara los préstamos chinos y utilizara las palabras de origen nacional", afirma el libro. Esta negación del uso de neologismos por parte de las japonesas no se debía a una sobreprotección del idioma nacional ya que los hombres sí los empleaban. "Usar esas palabras indicaría más conocimiento del que se consideraría propio o adecuado para una mujer".
En 1886 se implantó la educación primaria universal en Japón y los centros educativos aprovecharon su influencia sobre las nuevas generaciones para seguir imponiendo la distinción lingüística. "Modérate al hablar. El lenguaje intencionalmente andrógino es indecente. El lenguaje directo es pedante. El lenguaje aceptable de una mujer no debería ofender el oído, sino resultar dulce y encantador, y no debería filosofar (...) Es especialmente desagradable ver a una mujer hablando con astucia e inteligencia", se puede leer en uno de los libros de enseñanza para chicas escrito en 1893.
De todos modos, el lenguaje que diferencia a hombres y mujeres ha ido desapareciendo poco a poco y cada vez es más extraño apreciarlo en el día a día. Algunos escritores e intelectuales, por otra parte, siguen redactando las intervenciones femeninas con el antiguo dialecto. "La existencia de esos libros y el éxito que tienen demuestran que la variante femenina del japonés aún está vivita y coleando", concluye Nakamura.
En definitiva, el lingüista Gaston Dorren ofrece un recorrido por las lenguas de todo el mundo pero que también abarca la historia, la cultura y la política de muchos países desconocidos para occidente.