No es el último barrio resistente, es el que resiste desde siempre. Uno sabe que ha llegado porque lo ve escrito en las paredes: su Alfon Libertad, su A de Anarquía, su Fuera racistas de aquí. Siempre hay alguien que dice que conoce a Ismael Serrano “desde pequeño”. Vallecas es, sobre todo, memoria.
Ayer el niño estaba en casa. Se le aguaban los ojos frente al auditorio efervescente de Villa Vallecas y no le importó reconocerlo en voz alta, cuan largo y cuan ancho es. Claro que estaba siendo un choque raro de amores lejanos: Silvio Rodríguez -su maestro, su compadre- iba a acompañarles a Luis Eduardo Aute y a él en un concierto gratuito, para la gente. Como acostumbra a hacer el cubano en las callecitas austeras de su Habana. Tres tenores de la izquierda yendo a romper cerca, a pie de barrio. Tres símbolos rojos para empezar a jugar la segunda ronda electoral del año.
Ahora mueren en Siria
“Crecí aquí, en estas calles. Y estas calles me enseñan la conciencia de clase”, saludó Ismael Serrano. “Si mi patria es mi infancia, mi patria es Vallecas”. El público era tan amplio que rodeaba el escenario por entero, hasta quedar invidente. No importó, nadie se movió hasta el final: la cerveza y la imaginación trabajan rápido. Olía a pino, a primavera desenfocada. También -si se dejaba arrastrar uno hacia el centro por la marea- a marihuana. Volaban, haciendo sombra en los focos, unas palomitas de esas que presagian veranos de conversaciones hasta la madrugada. Entonces sonó Vine del norte. Y, para “todos los trabajadores y trabajadoras de este barrio que ha padecido tanto la crisis” La llamada.
Serrano le editó la letra a Papá, cuéntame otra vez. “Ahora mueren en Siria los que morían en Vietnam”. Ya no quiere vivir de esas rentas. Prefiere exigirle a su gente “un tiempo nuevo”: “Es un momento efervescente, estamos construyendo un nuevo relato. Nuestros hijos crecerán y quizá, al escucharnos contar nuestra historia, puedan librarse de algunos errores y faltas”. Porque claro que Vallecas es, sobre todo, memoria. Y alguna farola rota, una bandera cubana, una imagen del Che ondeante. Un “sí se puede” como cántico recurrente. Señoras soberbias de chalequitos delicados esperando a Aute. Clanes de amigos llegados del sur tarareando a Silvio. Ancianos con aros de plata colgándoles de los lóbulos, como quien lleva aún cerca del oído al joven rockero. Himnos de lucha de clases, cigarros, besos con lengua. Novios maduros mirándose largo.
Grecia arde
Luis Eduardo abrió con De paso -“hay demasiados profetas, profesionales de la libertad, que hacen del aire bandera…”- y quiso dedicar su actuación a sus “hermanos ecuatorianos” por “todo el dolor que ha dejado ese terremoto”. Dijo Aute que todos venimos de Grecia -“hasta en la noción de belleza”- y contó que su canción Atenas en llamas la empezó a escribir en 2009, “después de las primeras revueltas”. Repartió sin pudor contra la Unión Europea, esa que, según dice en su canción, "ya no va a lomos del Toro, sino de la tropa", la que "marcha pisando las ruinas de la inteligencia". Pero no quiso resultar descorazonador y dejó unas hebras de esperanza: “En Grecia se ha perdido una batalla, pero no la guerra”.
“Todo por el norte, por el poderoso norte. Esos que nos llaman “cerdos” a los del sur, ¿sabéis? PIGS [Portugal, Italia, Grecia y España], nos dicen. Yo digo que falta la ‘f’ de Francia. Parece que en los últimos tiempos está cayendo más en el Mediterráneo. Que nos llamen PIGFS”, pronunció, salivante. La gente celebró la coña. “O mejor: Federación de Países Independientes del Gran Sur, que es lo que somos de Chipre a Portugal”.
Tenemos que hacernos fuertes para frenar la barbaridad del Tratado de Libre Comercio. Deberían llamarlo Tratado de Estado Comercio, porque sólo beneficia a Estados Unidos
La sola presencia de Aute -su volatilidad, su ingenio, sus greguerías- es una reivindicación de que el pensamiento no puede tomar asiento. Digno y claro, subiéndose sus gafitas frágiles, tomó de nuevo la palabra: “Tenemos que hacernos fuertes”, instó. “Estamos en un momento político en el que se puede”. Los asistentes volvieron a jalear el salmo de Podemos. “Fuertes para frenar la barbaridad del Tratado de Libre Comercio. Deberían llamarlo Tratado de Estado Comercio, porque sólo beneficia a Estados Unidos. Hay que decir ¡no! a ese Tratado”, exclamó. Cantó “míralos, como reptiles, al acecho de la presa, negociando en cada mesa ideologías [la letra original reza “maquillajes”] de ocasión”. Hasta el segurata seguía con los hombros el vals de la gran masa desde su puesto impertérrito.
Los jefes de las tabernas cercanas echaron pronto el cierre, cabreados. La música seguía. “Es que no sabíamos nada de esto. Esto se avisa, joder”, decían. “Ni un cartel ni nada han puesto. Y nosotros no tenemos Twitter ni redes sociales de esos”. Los caballeros se encogían de hombros: “Mira, no eran ni las siete y no nos quedaba cerveza. No estábamos preparados. Ahora, un calimotxo si quieres, te pongo”.
Empieza la campaña
Silvio fue el mito callado. No le hizo falta casi despegar los labios: el “hola, buenas noches” en su acento le era bastante. Descorchó al gentío con Reparador de sueños y lanzó amor al “barrio obrero”. Lo relevó el cantautor extremeño de órgano latente vallecano: Luis Pastor, deslenguado y cristalino. “Esto no hubiera pasado hace un año, porque no nos hubieran dejado. Esto es democracia, cultura, libertad. Esto es lo que nos ha negado Madrid tantos años”. Y alentó: “Hoy empieza otra campaña para la izquierda de Vallecas”.
Esto no hubiera pasado hace un año, porque no nos hubieran dejado. Esto es democracia, cultura, libertad. Hoy empieza otra campaña para la izquierda de Vallecas
Pastor recitó su poema Qué fue de los cantautores como quien grita una proclama y manosea unas palabras de amor -todo a la vez-. “Este país de catetos, fascistas de pelo en pecho, curas y monjas serviles, grises y guardias civiles, funcionarios con bigote y chusqueros con galón, al servicio de una casta que controlaba tu pasta, tu mente y tu corazón”. Se refirió también a aquellos “leales al Movimiento, a la altura y al talento del pequeño dictador”, que, dice, aún siguen “entre nosotros”. Dedicó Mariposa de noviembre a Violeta Parra -“la mayor cantautora del siglo XX”-, pidió el alzamiento de la bandera republicana y conmemoró su canción Vallecas 75, que fue prohibida hace cuarenta años.
Regresó Silvio Rodríguez para el deleite lento. La maza, Óleo de una mujer con sombrero. Tardó unas canciones aún en atreverse dedicar Escaramujo: “Esta es para Juan Carlos Monedero”, sonrió. “Yo vivo de preguntar: saber no puede ser lujo (…) Si saber no es un derecho, seguro será un izquierdo”.