Todos los años, a veces incluso en más de una ocasión, se publica el disco más influyente de la historia. El álbum que cambió nuestra forma de entender el rock y el pop. Es como una ceremonia perversa que estamos condenados a perpetuar. Como el partido del siglo, que en el fútbol se juega un par de veces por temporada y durante toda la eternidad, pero en el ámbito musical.
En 1991, por ejemplo, el disco más influyente de toda la historia fue el Nevermind de Nirvana, un hito que también alcanzó el Automatic for the People de R.E.M. en 1992. Si retrocedemos a 1971, el Hunky Dory de Bowie fue definitivamente el disco que lo cambió todo, junto con el Led Zeppelin IV, publicado ese mismo año y que entrañó la auténtica revolución reinventando el rock & roll. Algo que sucedió de nuevo en 1987, cuando el álbum que cambió la historia de la música fue el Bad de Michael Jackson, pero también The Joshua Tree de U2. El Born to Run de Springsteen en 1975, el Kind of Blue de Miles Davis en el 59, el Are You Experienced? de Hendrix y The Velvet Underground & Nico en 1967, etc. Todos los años, aunque nos demos cuenta tarde, sale al mercado el disco que cambió nuestra forma de entender la música. Un hecho de lo más elocuente que indica que ninguno de los discos más influyentes de la historia ha sido en realidad el disco más influyente de la historia.
Pero si hay tres álbumes que no cambiaron la historia de la música en absoluto, aunque generalmente se defienda lo contrario, fueron el Revolver de The Beatles, el Blonde on Blonde de Dylan y el Pet Sounds de los Beach Boys. Estos meses, concretamente entre mayo y agosto, se cumplen 50 años de la publicación de los tres. De tres discos míticos que, según todos aquellos que celebran la efeméride, supusieron un antes y un después en la forma de hacer música. En la forma de entender la música. Cosa que, bajo mi punto de vista, dista mucho de ser verdad.
Nonito Pereira (A Coruña, 1968) no opina exactamente lo mismo. El periodista musical, cuyo criterio y experiencia siempre conviene tener en cuenta cuando se trata de evaluaciones de este calibre, cree adivinar en esos discos la colocación de la primera piedra para la construcción de nuevos estilos. “No sabría decirte si estos tres discos, o Fifth Dimension de The Byrds, Face to Face de The Kinks y el debut de Love, también publicados en 1966, cambiaron el devenir de la música pop -me comenta el periodista y crítico musical-, pero tengo la certeza de que abrieron nuevas vías para el desarrollo de estilos como la psicodelia, el folk-rock, o el pop de cámara”.
No sabría decirte si estos tres discos cambiaron el devenir de la música pop, pero sí que abrieron nuevas vías para el desarrollo de estilos como la psicodelia, el folk-rock, o el pop de cámara
Simple evolución natural
Yo soy menos optimista que Pereira. En mi opinión, estos tres álbumes no fueron otra cosa que la evolución natural de lo que se venía haciendo hasta la fecha en el pop y el rock. Fueron el resultado lógico de los procesos de contaminación entreestilos que se estaban produciendo en los años 60, y que venían dando forma al viejo rock & roll desde el momento en que los cánticos africanos de oración y de trabajo de los campos de tabaco, arroz y algodón colisionaron con las baladas y música tradicional escocesa e irlandesa de los colonos británicos.
El folk-rock, el pop barroco y, especialmente, el pop británico nacieron por contagio. Blonde on Blonde, Pet Sounds y Revolver son tres discos que consistieron en lo que se esperaba que consistiesen. Tres discos magníficos, por supuesto. Compuestos y grabados en épocas muy fecundas de sus autores, por supuesto. Pero que no supusieron ningún gran cambio ni revolución estilística.
Nonito, sin embargo, aprecia un matiz diferenciador. Entiende que estos tres discos ponen fin a una era en la que las canciones pop se concebían entre compositores, productores y arreglistas, siendo los músicos meros intérpretes y ejecutantes. Hace coincidir con su publicación en 1966 la emancipación de los músicos como autores: “En el caso de The Beatles, la canción que cierra Revolver, Tomorrow Never Knows, simboliza este cambio de paradigma que John Lennon proclamó en su célebre sentencia 'Ahora somos más populares que Jesucristo', donde los músicos asumen mayor control y protagonismo involucrándose en la mezcla de las pistas grabadas por ellos e introduciendo recursos inéditos como reproducir en alguna de ellas el sonido de una cinta al revés”.
Pereira continúa con el diagnóstico de los dos discos restantes: “Con la publicación de Blonde on Blonde y su gira por el Reino Unido acompañado por la banda de rock The Hawks, precursora de The Band, Dylan culmina el proceso de 'electrificación' de sus canciones folk, iniciado el año anterior con su transgresor concierto de Newport y los discos Bringing It All Back Home y Highway 61 Revisited. Esta decisión supone para mí una de las mayores demostraciones de libre albedrío ejercida por un músico, compositor o artista, que le lleva a marcar un nuevo rumbo en su carrera aún a costa de ser tildado de 'Judas' o 'traidor por el sector más purista de sus seguidores”.
Esta ruptura liberó a los músicos de la influencia de una figura que controlaba el grupo hasta el extremo de obligarles a vestir camisas de rayas e imponerles multas por beber o tener relaciones con fans
Por último -añade Nonito-, "cuando The Beach Boys grabaron Pet Sounds ya se encontraban fuera del alcance del autoritario Murry Wilson, padre de Carl, Dennis y Brian, además de manager del grupo desde sus inicios. Esta ruptura liberó a los músicos de la influencia de una figura que representaba el dominio y control del grupo hasta el extremo de obligarles a vestir las reconocibles camisas de rayas e imponerles multas por beber alcohol o tener relaciones con las fans. Tras este distanciamiento, el empoderamiento de los músicos fue tal que en 1966incluso se convirtieron en accionistas de su propio sello discográfico, Brother Records”.
Coger las riendas
El periodista de MondoSonoro está en lo cierto. 1966 pudo ser el año en que los músicos por fin arrebatasen las riendas de sus carreras a los Brian Epstein de turno. Una realidad que tal vez se iniciase tímidamente un par de años atrás. Pero eso no quiere decir que Pet Sounds, Revolver y Blonde on Blonde consistiesen, como muchos defienden, en un antes y un después.
Más bien al contrario. La forma de hacer música no cambió súbitamente tras su publicación. No hubo ninguna epifanía. Salvo por algunas variaciones, eran las mismas composiciones que se hacían en 1965 y las mismas que se siguieron haciendo en 1967. Es cierto que la de los 60 fue una década en la que evolución del pop y el rock fue vertiginosa y la diferencia entre lo que se hacía en 1961 y 1969 fue abismal. Pero eso no significa que estos tres discos fuesen una especie de revulsivo que trastocase nuestra idea de la música. Fueron solo un paso más en la evolución que el pop y el rock venían experimentando, por muy acelerada que esta fuese, y la tendencia continuó en 1967 con The Piper at the Gates of Down de Pink Floyd, Srgt. Peppers Loney Hearts Club Band, etc. Es decir, no causaron la profunda y repentina reacción que ahora parece que se les quiere atribuir por el mero hecho de coincidir los tres en el mismo año.
En cualquier caso, no deja de ser extraña la necesidad que tenemos de hacer de cada disco de renombre el más influyente de la historia. Como si todos los álbumes míticos hubiesen conllevado un punto de inflexión inigualable. Sonriendo con cierta picardía, Nonito me recuerda que los discos son productos comerciales además de obras artísticas, lo que implica la existencia de un interés mercantil ejercido por cada eslabón que compone la industria discográfica.
Y es innegable que al mundo de la música le compensa hacer bandera de sus 'best-sellers', pero sospecho que hay algo más. Algo relacionado con el amor propio. Al fin y al cabo, el que adore a los Pixies y desdeñe a los Beatles defenderá que el disco que supuso un antes y un después en la historia de la música fue Surfer Rosa y no el Revolver. Reafirmar públicamente nuestros gustos y convicciones es una de las formas que tenemos de reafirmarnos a nosotros mismos. Nuestras inquietudes intelectuales, nuestro buen gusto, nuestro criterio... Nuestra personalidad, en definitiva. Y no conozco a nadie a quien no le guste ponerse casi siempre de su propio lado.
No deja de ser extraña la necesidad que tenemos de hacer de cada disco el más influyente de la historia. Como si todos los álbumes míticos hubiesen conllevado un punto de inflexión inigualable
Salvo a los músicos, tal vez, que siempre han tenido algo de locos. Me pregunto qué pensarían Lennon, McCartney, Wilson y Dylan del Revolver, el Pet Sounds y el Blonde on Blonde. Seguro que, a diferencia de sus seguidores, pensaron que el del vecino era mejor. Excepto Dylan, claro.