Las luces se apagan y la pantalla se ilumina. Suena música country y una masa de hombres y mujeres vestidos de vaqueros mueven sus pies como si fueran Coyote Dax. Se quitan sus sombreros del oeste y se los vuelven a poner. La cámara entra poco a poco en esa fiesta hasta encontrar un elemento que llama la atención: una chica con velo. ¿Cómo reaccionaría una comunidad tan cerrada? Esa imagen tenía robado el seso a Thomas Bidegain, el guionista más importante del cine francés, para el que ha entregado pelotazos como La familia Bélier, De óxido y hueso o Un profeta. Sabía que era el comienzo de una historia que iba más allá. Era una metáfora visual de una sociedad en constante choque. De ese grupo de cowboys enfrentados a un elemento externo nació su ópera prima, Mi hija, mi hermana, nominada a los César como Mejor ópera prima y una actualización del wéstern a la época actual.
En esta ocasión ha preferido no cederle a nadie sus palabras y rodarlas él mismo. Ni siquiera a Jacques Audiard, el director que le ha puesto en la órbita de la industria, a pesar de que ambos lleven persiguiendo años rodar un wéstern. “Era mi canción y tenía que cantarla yo”, cuenta Bidegain a EL ESPAÑOL en un español con acento francés que muestra sus orígenes, ya que nació en un pueblo de Zuberoa, en el País Vasco francés. Quizás por eso se muestra con ganas de rodar en España y ya hasta tiene una historia tan loca como prometedora: “Tengo una idea que es hacer los Blues Brothers en Malasaña con la música española de los 80. Los cameos serían de Kiko Veneno o Coque Malla. Estarían todos. Me encantaría. Hay que hacerlo, porque esa época fue una gran liberación y la sociedad española es cada vez más estrecha, hay que mostrar esos años”.
De momento se conforma con un debut que define como “una mezcla extraña”, ya que cuenta la historia de una familia de una comunidad de vaqueros que ve cómo su hija desaparece para irse con su novio árabe para iniciar la yihad. Mezclar los códigos del wéstern con el yihadismo es un triple salto mortal que no todos pueden realizar. Bidegain está curtido en mil batallas y todos los libretos escritos le han servido como campo de pruebas para esta ópera prima. “En el manual del guionista, en la página 2, dentro de todas las cosas que no se pueden hacer está lo que he hecho en Mi hija, mi hermana, pero trabajo en esto desde hace mucho, sin esa experiencia hubiera sido mucho más complicado”, dice con ironía.
En el manual del guionista, en la página 2, dentro de todas las cosas que no se pueden hacer está lo que he hecho en 'Mi hija, mi hermana'
Su pasión por el cine del oeste le hizo ver que era el género perfecto para hablar del choque entre Oriente y Occidente. Si antes se luchaba contra los indios, esa pelea se ha movilizado. “He usado el género para contar una historia moderna, muy europea, pero los grandes wésterns siempre hablaban del estado de una nación, del momento de EEUU, de la guerra de secesión, la llegada del crack económico… Y, de forma humilde, es lo que quería hacer. Hablar del estado de una nación y de nuestra Primera Guerra Mundial, no la que vivieron nuestros bisabuelos, sino la que está ocurriendo ahora en los primeros años de esto siglo”, explica.
No entraba en sus planes que su película del oeste se mezclara con otra de las ideas que tenía archivadas: el auge del yihadismo tras la Guerra de los Balcanes. “Eempezamos a escribir esta historia en 2011 y para nosotros la yihad era un tema del pasado, y de repente ha habido todo este auge del Estado Islámico y los atentados de París y Bruselas. Leíamos el periódico y las historias que salían eran lo que habíamos escrito un año antes. Eran iguales”, recuerda mientras destaca que los códigos del wéstern le han dado al filme un toque atemporal a pesar de que su trama se desarrolle entre 1994 y 2011.
Bidegain deja claro que no es una película sobre yihaidistas, no habla “de los que se van, sino de los que se quedan, de nosotros”. Una película sobre la ausencia que muestra “la importancia del cine para representar el mundo”. “Los políticos o la televisión están empujados a ver el mundo como una guerra entre civilizaciones, lleno de problemas. Si ves el mundo como el personaje del padre, que cree que todos son enemigos, será imposible una reconciliación. Por eso necesitamos la lectura de la ficción, la distancia que otorga el cine, es importante actualmente porque si no dejamos la lectura del mundo a los medios y a los políticos”, zanja mientras critica que el cine europeo siempre ha tenido problemas para contar su historia inmediata.
Necesitamos la lectura de la ficción, la distancia que otorga el cine, es importante actualmente porque si no dejamos la lectura del mundo a los medios y a los políticos
Thomas Bidegain es uno de esos pocos casos de guionista cuyo nombre es reconocido y una marca de éxito. Un Aaron Sorkin francés que pide que el sector esté valorado en términos económicos, pero que no quiere ser el centro de atención. “Estamos en la sombra porque es donde queremos estar, es como los magos, no contamos los trucos. Los focos son para los actores y los directores. Es como trabajar en un taller. Sabemos cómo funcionan las historias, igual que si fueran un motor, las abrimos y cambiamos cosas, pero no necesitamos publicidad. Eso sí, hay que valorarlo en términos de remuneración. En EEUU un guionista puede cobrar el 5% de un presupuesto. En Francia un 2,5%, y aquí… Me imagino que será un 0,3%”, dice con resignación sabiendo que en España seguimos admirando ese modelo francés que nunca termina de llegar.