Carlos Sadness (1987, Barcelona) nació artísticamente en internet, en el páramo aquél del myspace: estudiante de Diseño, niño pálido de verso emo, melena larga impermeable al rizo. Poeta con bases, rapero outsider firmante como Shinoflow, artista libre que se sacude cánones. El Presidente de los Estados de Ánimo (2007), el primer trabajo que publicó cuando las maquetas dejaron de andar a gatas, vio la luz sin promoción alguna, pero tampoco le hizo falta. Llevaba el sello atávico de la personalidad. Parió canciones para películas -como Fuga de Cerebros-, homenajeó a Antonio Vega en El alpinista de los Sueños, a Héroes del Silencio en Hechizo y colaboró con Luis Eduardo Aute en Intemperie. Se hizo mayor muy rápido.
Después de Atraes a los relámpagos (2011), Sadness se reinventa como animal indie-pop, y en 2012, con Ciencias Celestes, se bautiza con el nombre que ahora calza. Ya es un reclamo habitual de los festivales nacionales. Un día revienta de caminos: acaba de publicar Anatomías íntimas (Lunwerg), una invitación ilustrada a su universo estético y poético, porque su intención es crear por encima del formato. Claro que es una idea salvaje (2015) en sí mismo. Se ajusta los anillos pesados en los dedos flacos y habla de amor, de separatismo, de rap y de sexo.
¿Qué tiene el amor de falta ortográfica?
Empezamos bien, ¿no? Hombre, depende de qué amor. De si está bien escrito o no, y por qué a veces nos da por escribirlo a prisa y corriendo. También existe este amor de quinceañero, de whatsapp, escrito con faltas, pero que tiene ese punto de intenso... Este poema al que te refieres... o haiku, porque es muy corto, que abre el libro, viene a significar eso: habla de las cosas que puedes entender, aunque no están bien. Y tiene ese punto que acompaña todo el libro de atracción, de pasión, un poco a veces fuera de lo moral, o fuera de los cánones del amor clásico de Disney. Es un libro que tiene mucho amor pero su amor es espontáneo, fugaz, instintivo, más que del romántico.
¿La gente ya no se declara? ¿La gente ya no pide salir?
Yo no conozco eso, creo. Es muy poco 2.0 eso, ¿no? Old school. Para empezar una relación no hay ni que pedir permiso. Hay que darse cuenta cuando ya todo ha sucedido. Ya nadie se declara (ríe), pero hay otras formas de decirlo.
¿Cuál es la mejor fórmula contemporánea?
Yo creo que hay gente que piensa que estar enamorado es algo de lo que avergonzarse más de lo que presumir. Entonces, no parece que sea un momento en el que estar enamorado sea como llevar un tatuaje, no sé, algo moderno. Es algo un poco vintage. Igual tenemos que hacer un revival del amor, y hacer que se ponga de moda como el pantalón de campana. Como algún elemento añejo que se ha recuperado.
¿Qué está haciendo mal emocionalmente nuestra generación? ¿Amamos más, menos que antes, peor, más brevemente...?
Creo que esto es como el consumo de cultura. Quizá consumimos más cantidad, nos fijamos menos en la calidad y somos menos fieles y duraderos. Tenemos más oferta a la que acudir, y parece que la gente piensa en el amor como en consumir un disco: algo rápido que puede agotarse y que sirve para un momento determinado de su vida. Pero bueno... no se le puede llamar amor a todo eso, serán sucedáneos. Cuando aparezca realmente la palabra escrita en mayúsculas, será la que rompa esas reglas y surja por encima de todas esas aptitudes como más efímeras.
¿Puede ser uno fiel en el arte? Es decir, ¿cómo creer a los artistas si están siempre igual de enamorados de distintas musas?
Bueno, porque se puede ser fiel de ese sentimiento, del sentimiento de enamorarse. A mí me llama la atención eso de los artistas pero porque me pasa al contrario, me considero muy poco enamoradizo y como muy, en general, desinteresado por el hecho de pensar que hay alguien por conocer y de quien me voy a enamorar. Entonces, cuando algo me llama la atención, me llama mucho la atención, y me acojo mucho y le saco mucho partido creativo. Siempre he tenido relaciones largas y no he caído mucho en el hecho este de enamorarse muchas veces, porque no es algo que vaya conmigo. Cada uno saca la inspiración de donde sea: no por tener más musas más a tener mejores obras. Y, al final, entregarse a la idea esa de que lo que duele inspira más, es como caer en un recurso del que ya podemos salir, y no hay por qué funcionar siempre con los tópicos de toda la vida.
¿Cómo se pasa de ser rapero a indie? ¿Qué hay de ese tránsito?
Pues ni siendo rapero ni siendo indie. Yo creo que nuestra identidad ha de estar por encima de las etiquetas, porque son algo que con el tiempo pierde su pegamento y se cae. Todos somos diferentes a como éramos hace diez años, sólo hay que ver fotos, que nos da hasta un poco de vergüenza... yo quiero pensar que hay una evolución. Y que cuando dentro de diez años vea como soy ahora supongo que también me sorprenderé, y eso significará que he avanzado. Lo que no me parecería divertido sería haberme quedado quieto.
Pero en cuanto al cambio de plataforma de expresión, ¿por qué te has ido acoplando a una cosa u otra?
Porque para mí, al final, es como lo de la música y el libro. Lo que me gusta a mí es el acto creativo, el impulso de tener una idea, una frase, desarrollarla y convertirla en algo. Ese algo en lo que lo conviertes al final es algo secundario o no importante. Lo primario es convertir esa idea, esa chispa, en un incendio. A veces se ha vuelto canción y a veces dibujo. Cuando tenía 18 años, el dibujo era oscuro, en blanco y negro, en el que aparecían pájaros... y ahora aparece un color más pastel, un tipo de línea diferente. Con la música lo mismo.
Estaba en algo más urbano, de un tempo diferente, y ahora hacia otro tipo de colores e inspiraciones, porque a pesar de que yo sea el mismo, hay muchas cosas que han ido girando, y lo bonito es cuando encuentro a alguien que me escuchaba hace 10 años y me dice: "Pero bueno, yo escucho lo que tú me cuentas, me gusta lo que tú me cuentas independientemente de cómo lo hagas". No pienso tanto en cómo es un cambio, porque al final un cambio es algo muy paulatino y uno mismo no se da cuenta, es como cuando tienes un gato pequeño y luego se ha hecho enorme y tú no te has dado cuenta, pero todo el mundo te dice "ay, qué grande está". A nivel artístico nos pasa eso: como cada día nos vemos ante el espejo creativo, no nos damos cuenta del cambio. Publicamos algo, luego pasa el tiempo y decimos "¡hostia!".
Más allá del cambio en ti, y en cuanto al cambio de público, ¿crees que hay más autenticidad en los adeptos al rap que en los seguidores indies?
Es que yo tampoco tenía un público puramente rapero, porque yo no era puramente rapero. Entonces estaba un poco como en una línea entre lo accesible a todo el mundo y lo que podían permitir los raperos, ¿no? A la que rompí esa barrera... la rompí porque tenía la necesidad de hacer cosas diferentes, y esa pantalla estilística no me lo permitía. Cuando acabé con ella, hubo un campo mucho más libre por el que andar y eso es muy positivo para cualquier artista porque de golpe ves la posibilidad de hacer cosas a las que antes no te atrevías por una cuestión de estilo.
La creación no debería tener límites. ¿Sobre el público? Uno no puede escoger al público que le escucha. Lo que sí puedo llegar a pensar es que, como lo que hago ahora lo compongo también yo, y lo desarrollo yo de cero, y hago lo que quiero... la obra que publico siempre es tan genuinamente mía que mi personalidad está presente y cuando salgo a defenderla en cualquier lugar, en cualquier entrevista o en cualquier escenario, lo único que tengo que hacer es ser yo. La conexión con el público es mucho más bonita. No hay intermediarios. Hay una magia no sólo a nivel artístico, sino a nivel emocional, y acabas teniendo cierta empatía con ellos.
¿De qué peca el rap y el hip hop de nuestro país?
No estoy ya tan al día, porque no es una música que consuma. Y creo que no la consumo porque me resulta infantil. Sí que puede haber rap con contenido protesta interesante, y con contenido poético, pero quizá no es el tipo de mensaje que necesito en mi vida y no lo consumo. No desde adolescente. Al final he consumido siempre música de todo tipo y no he sido una persona cerrada a un estilo, ni siquiera ahora, y lo del indie al final te lo ponen porque se lo ponen a todo... lo que es pop y no suena en la radio.
Da la sensación -escuchando tu evolución- de que has cambiado, como decíamos, del gato pequeño al grande, también porque la escena del rap tiene unas directrices en las que no te sentías cómodo.
Quizá el tema más delicado aquí es el de la sensibilidad. El rap tiene un exceso de masculinidad, o de agresividad en la que, si te sales un poco de ahí, te caes. Cada género tiene un poco su idiosincrasia, y el tipo de letras que escribo tampoco encajarían en el heavy o en el punk. Así que, al final, uno acaba derramándose sobre el recipiente que sí le sostiene, no aquel que tiene agujeros y en el que vuelve a caerse.
Hay una ilustración en tu libro que representa a Dulceida y a Alba y dice "este amor rompe las barreras del sonido". ¿Se está curando España de su homofobia?
Bueno, yo creo que la gente nueva lo está viendo de forma más natural, pero también hay gente que es más difícil de convencer. Cuando a veces pensamos que el país está dejando de ser de una forma, no es tanto porque cambie una forma de pensar, sino porque hay un relevo generacional y esa generación piensa de una forma diferente. Yo creo que el ritmo natural es ese.
Tú hablas mucho de amor, pero, ¿en España estamos un poco obsesionados con el sexo?
No sólo en España. Pero creo que la sexualización que hay de todo es asquerosa. Es repugnante que la gente salga por el hecho de conseguir sexo, que haga cosas en su vida sólo por el hecho de conseguir sexo, que tome decisiones sólo por conseguir sexo... creo que es una lacra social, que la pornografía hace mucho daño a la gente que normaliza esas actitudes y se cree que ese es el sexo que las personas pueden y quieren tener. El sexo, que puede ser algo precioso, se vulgariza. Y creo que es una de las peores cosas que tiene la sociedad actual es el entendimiento del sexo. Creo que está absolutamente distorsionado, y que las relaciones podrían ser mucho más fáciles si de golpe todos nos volviéramos asexuales y no existiera el sexo.
Dices "en el fondo no somos tan distintos, a veces cuesta hasta distinguirnos". Ese canto a la universalidad, ¿puede ser real en España? ¿Cuándo vamos a dejar de ser dos? ¿Qué es lo que tenemos en común?
El tema de las dos Españas no lo veo con rápido arreglo. Veo muchas particularidades, muchas peculiaridades en España, veo muchas, en muchos casos, y gente que no tenemos nada en común pisando un mismo suelo. Creo que es inútil pensar que debemos llegar todos a un punto medio, ¿por qué? ¿Por qué vamos a descafeinarnos? ¿Por qué tenemos que ponernos de acuerdo? No sé, si las cosas se tienen que romper, pues que se rompan. Yo no soy especialmente independentista, pero si los catalanes piensan que no son España, ¿por qué van a serlo? Me parece absurdo obligar a la gente, a los catalanes, a hacer cosas que no quieren.
En ese sentido, sí soy muy democrático y pienso que la gente allí puede vivir la vida que quiera. Hablar de imposición es hablar de propiedad, y eso ya me crea como cierto horror, ¿no? Yo entiendo el sentimiento nacionalista español, pero no se puede imponer. Uno puede vivirlo con la intensidad que quiera, pero no lo puede imponer. Estamos hablando de algo que es casi una violación de la libertad. En ese sentido, empatizo con compañeros independentistas a pesar de que yo estoy bien dentro de España, y creo que esto mismo que ocurre con Cataluña y España puede servir con la izquierda y la derecha.
Puedo entender a la gente que tiene una posición diferente a la mía, pero ¿cómo vamos a llegar a un punto medio? Es imposible.
¿Es mejor organizarse?
Quién me va a convencer a mí de que en mi ciudad tiene que haber toros porque es tradición. No, no vamos a llegar a un punto medio. Si la gente de mi ciudad no quiere toros, ¿por qué los vas a traer? Ese punto de imposición no ayuda en absoluto. Si hemos de ser diferentes, llevémoslo de la mejor manera posible. Y llevémonos de la mejor manera posible. Quizá el caso de Cataluña y España es más llamativo porque se explota mucho en los medios y a veces veo cosas en TeleMadrid o en otros medios y me da como... yo digo: ¿cómo están contando esa película en Madrid? Allí no se vive igual.
¿Hay una sensación en Cataluña de desconexión mediática, de 'pero estos de qué están hablando'?
Sí, porque allí es algo natural, ¿no? Hay gente con todo tipo de opiniones, y la gente lo que quiere es saber qué pensamos nosotros, porque es difícil saberlo, no tenemos manera organizada de saberlo. Ostras, nos gustaría saberlo, realmente, para saber si es algo por lo que hay que luchar, o por lo que no, porque no es una mayoría... Porque si no hay mayoría, ¿dónde está el problema? Y si es una gran mayoría, sí, hablemos. Y si es una minoría, diremos "no era para tanto". No conocerlo es muy grave, es impositivo.
¿Qué pasará en diez años?
No sé, pf... después de ver los resultados de las elecciones... yo creo que es un poco raro. No veo que las nuevas generaciones estén en la onda de comprender el tema de las identidades. No se está evolucionando en ese sentido. Gente de 20 años que no piensa de forma más abierta, sino que vienen unas ideas de casa... se me hace muy llamativo. Hablar con gente de 20 años que tiene las ideas de gente que estuvo en el franquismo. No cuadra con la sociedad en la que vivimos. No creo que se vaya a avanzar mucho en ningún sentido, pues los intentos que ha habido no han acabado saliendo. No estoy muy esperanzado.