Un enorme huevo, que parece de dinosaurio, empieza a resquebrajarse en medio de un páramo pedregoso. Cuando el cascarón se rompe, sale una mujer negra desnuda, en posición fetal, sujetándose las piernas para impulsar la vagina: es la Madre África a punto de parir, con los ojos fuera de las cuencas, la naricita perforada moviendo las aletas y los dientes blanquísimos chirriando de dolor. De repente, un primer plano de la vagina dilatándose, sin rastro de vello, explícita como la misma vida. Con las curvas de la carne, con la piel, con el labio vertical rosáceo.
Entonces se escucha "tres ojos, cuatro orejas, mucho pelo entre medio de las cejas, con los cachetes llenos de granos, sin brazos ni piernas como los gusanos, imperfecciones en todos los lugares, cicatrices, jorobas, lunares...". Es la voz de René Pérez Joglar, más conocido como Residente, ex Calle 13, enumerando taritas humanas mientras dos cabezas se asoman al mundo por la vagina africana.
Su nueva canción, Somos anormales, habla sobre la imposibilidad de ser canónico, de ajustarse a una belleza inviable, de ceñirse a la corrección, de ser unánimes. Residente no cree en la horizontalidad, en la democratización que nos anula: ser iguales es perder identidad. No nos dejan ser feos a gusto, arrastrar nuestras tiernas lacras como algo inimitable.
La censura parcial
"Aquí todos somos deformes y nos resistimos a usar uniforme", dice, rechazando la alienación. "Lo más feo de la flor es el tallo, la belleza se alimenta de fallos. Como nos vemos curiosos, ponemos a los lindos nerviosos... que toda la gente nos señale, lo que no es igual, sobresale". Resulta llamativo que el videoclip pixele culos y pezones pero después nos preste ese primer plano de la vagina abierta expulsando cuerpos adultos y muy diferentes entre sí.
Todo está lleno de líquido amniótico, de placenta rota, de flujo vaginal. Siguen saliendo blancos, negros, gordos, flacos, peludos, imberbes, enanos, ciegos, narigudos, etc. Caen a la arena como niños muertos, pero en un momento se levantan, como una guerrilla, y se sacuden las humedades. Miran de frente. Aparecen caras conocidas, como Óscar Jaenada, Leonor Watling, Juan Diego Botto o John Leguizamo.
Residente también se refiere al deseo, acabe eso en fecundación o no. "Nuestra sexualidad se despierta, el ADN con las piernas abiertas, los cromosomas bailando bolero, las hormonas con hambre, lamiéndose los cueros... y procreamos una cosa bien rara, como nosotros pero con otra cara; nuestra genética, un laberinto, somos igual de distintos".
Bacanal con el bando enemigo
El clip se desarrolla en el despiporre: los recién nacidos arrancan el pelo a unas ovejas para vestirse, gritan como salavjes, alzan los puños, celebran estar vivos. Watling y Botto practican sexo acelerado con ropa. Se besan con dientes, se agarran los culos. Al parar, ella se contrae y vuelve a parir. Luego uno de los miembros del grupo divisa una manzana, como la prohibida de Adán y Eva, reluciendo en medio de esa tierra nueva y aún infértil.
Todos corren hacia ella, poniéndose la zancadilla entre sí, acabando algunos en el barro: pues eso, humanos. Competitivos, egoístas, acomplejados, soñando con el liderazgo. Posesivos, enfermos de poder, ansiosos, individualistas. Es tan fácil enfrentarnos... sólo la manzana divide al grupo. A un lado, los manchados de barro. Al otro, los aún limpios. Hacen demostraciones de fuerza y empieza la guerra a pedrada limpia. Cuando parece que la reyerta va a ser magistral, sorpresa. Los enemigos enzarzados comienzan a besarse, a morderse, a tocarse. Todos con todos, en una gran bacanal que recuerda al final de El perfume.
"Original, no lo pueden copiar, lo que es impuro no se puede duplicar, la raza se arregla cuando se daña. Somos la tribu que con sucio se baña". Será que es sexo todo. Lo que arranca la vida, lo que la impulsa después. Y lo que -qué hermoso- hace que amemos a la tribu rival.