Este año hemos vivido la resurrección de Operación Triunfo. El formato que durante años dio audiencias millonarias a TVE (y posteriormente a Telecinco), y del que salieron nombres como Rosa, Chenoa o Bustamante. Más de 15 años después varios de ellos siguen renqueando en la industria, aunque casi todos han acabado siendo más famosos que músicos. Hay excepciones. David Bisbal y Manuel Carrasco llenan estadios y se dedican por completo a sus canciones.
Todos fueron producto de las radiofórmulas, materia prima para estrellas que fueron demasiado fugaces. Algunas de ellas se atrevieron a decir que no. Que ese camino de grandes discográficas, material prefabricado y estilos impersonales no eran lo suyo. Fue el caso de Vega, una de las concursantes de la segunda edición, que ya desde dentro de la Academia demostró demasiada personalidad para el formato. La cantante y compositora sacó su primer disco al rebufo del éxito del reality, pero pronto cogió su guitarra, sus partituras y se fue a emprender su propio camino. Ella no quería ser la que más vendiera o sonara en Los 40, sino hacer la música que quería.
La independencia cuesta, y ella lo sabe, pero en su caso ha sido premiada con una de las carreras más sólidas post Operación Triunfo. De hecho ahora presenta su séptimo álbum, La reina pez, pocos meses después del éxito de su álbum homenaje a la canción melódica italiana en el que colaboró con Elvis Costello. Sigue componiendo sus letras y ese carácter que hace que muchos la consideren la primera (quizás la única) estrella indie salida del reality show. Ella rehuye de esa etiqueta, como hace de cualquier simplificación, aunque sí que confiesa que ha hecho su carrera de forma autónoma y consiguiendo que se hable de ella sólo por su música.
Saber decir que no ha sido fundamental en su vida profesional, “pero es que no sabría hacer las cosas de otra forma”, confiesa a EL ESPAÑOL. “Ya lo intenté en su día, o lo intentaron. No sabría qué decirte, porque era muy joven. Pero eso ha tenido costes altísimos. A veces no me ha costado nada decir que no, a veces parar me ha venido bien a mí... empecé jovencita, y venía de un mundo muy distinto que era estudiar y ser universitaria y fue un choque de ubicación...pero no me arrepiento de nada de lo que he hecho ni de lo que haré”, apunta y añade que aunque sabe lo que habría que hacer “a nivel de márketing, nunca voy a hacer nada que no lleve detrás honestidad, que pueda faltar el respeto al público… toda mi carrera está condicionada a que el público de enfrente soy yo mismo, y lo que no me gustaría ver como público no lo hago, y eso me ha obligado a tomar decisiones que, honestamente, no me han beneficiado”.
Un reality no es exclusivamente talento, y hay mucha parte que está ligada a audiencias, show… Hay una parte de teatro y circo, porque eso es la televisión
No ha visto el nuevo Operación Triunfo, porque desde que ha sido madre no tiene tiempo ni para ver sus series favoritas, pero sabe que está en boca de todos. Confiesa que para ella es “difícil” hablar sobre los realities y si son sólo una operación comercial “porque yo estuve en uno”. Piensa la respuesta, y explica que cree que más que “descubrir sirven para exponer talentos, pero es que hay miles de talentos”. “Lo difícil llega a largo plazo, y para una carrera a largo plazo, independientemente del talento hay que formarse, insistir, echarle horas, y hacer que ese talento no se quede ahí. Como escaparate también muestran lo que ellos quieren. Es el formato que es, estás en televisión y ahí tiene que haber unos requisitos en la selección, y por tanto no es exclusivamente talento, y hay mucha parte que está ligada a audiencias, show, los ritmos… Hay una parte de teatro y circo, porque eso es la televisión”, zanja.
De su experiencia recuerda que ella también se atrevió a cantar temas que se salían del molde comercial que dominaba el programa. Se atrevió con el What’s up de 4 non blondes o el Every Breath you take, y se lamenta de que la dejaran tocar poco en directo porque la música era en playback. “Sigue siendo en playback”, pregunta a continuación. Cuando descubre que casi toda sigue siendo grabada lo deja claro: “Pues entonces vamos a hablar de música”.
Independiente sí, 'indie' no
Vega no sabe lo que es el ‘indie’ es palabra con la que se la asocia a ella y a tantos músicos de nuestro país. Tiene claro que no es un estilo, y que el estilo lo hace el propio artista. “Como etiqueta musical ‘indie’ no me gusta, pero sí que soy independiente hasta un grado peligroso”, reconoce. A ella nunca la obligaron a cantar sólo canciones de amor romántico, como explicaba hace poco a este periódico Marilia (excomponente de Ella Baila Sola): “quizás por mi carácter no se han atrevido, pero es que además creo que todas las canciones hablan de amor o desamor, pero no tiene que ser a alguien, puede ser a algo. Están basadas en eso, en un desencanto o conformidad o en una disconformidad hacia algo. Pero nunca me han obligado, y si lo han hecho nunca lo he entendido así, así que les salió fatal”, dice con picardía. Todos destacan su carácter, y ella lo sabe y aclara que no tiene tanto, aunque sea una persona que deja las cosas claras en cada respuesta.
Han pasado cinco años desde su anterior disco, Wolverines, pero no ha sido algo “voluntario”. Cuando en 2015 ya tenía preparado todo para grabar Non ho l’eta -su disco de versiones de canciones italianas- y La reina pez se quedó embarazada, así que se tomó “un tiempo prudencial para ser madre y luego seguí trabajando en ellos, así que he podido hacerlos con más meditación y hacer un proyecto más grande de lo que pensaba originalmente, pero no necesito cinco años entre un disco y otro”.
Para definir el nuevo álbum no recurre al tópico de la reinvención, prefiere hablar de “evolución, como mucho”. Y no de forma consciente, sino que nota el paso del tiempo y el cambio de inquietudes a nivel “creativo y personal”, y en eso “La reina pez responde a mí momento como persona y es un reflejo de estos años. Se nota en su primer single, Sally, llamada así en un guiño al Don’t look back in anger de Oasis, igual que en otros discos hacía pequeños homenajes a Xoel López, Cristina Rosenvinge o Raphael, en quien pensó componiendo Wolverines antes de saber que iba a cantarla con él.
En España hay una catastrófica necesidad de ser medalla de oro en todo, y eso es injusto para todos
Uno de los mejores temas del álbum se llama Haneke, como el director de Funny Games o La cinta blanca, una referencia “no tanto a sus historias, sino a la estética”. “Haneke es uno de los directores que más impacto me crea, me deja noqueada, y esta la escribí cuando se estrenó Amor. Me revolvió muchísimas cosas dentro, y todas las canciones que escribo son por cosas que me impactan”, explica sobre su segundo single.
Pero Vega no sólo compone para ella misma. Varios éxitos de David Bisbal han salido de su pluma, y con ello echa abajo el tópico de que alguien sólo es artista sin escribe sus propias canciones. “¿Tú crees que si pensara eso hubiera hecho como sexto disco uno de versiones? No lo creo”, dice con un punto desafiante. Gracias a dios en la industria hay artistas muy distintos y cada uno tiene un talento. Si tuviera que hacer esa reflexión también tendría que pensar que por qué las canciones que compongo para Bisbal llenan estadios y yo no, y no creo que sean mejores ni peores, sino que él tiene algo que llega a un público muy masivo y que yo en mis arreglos en mi forma de producir no soy tan masiva. En España hay una catastrófica necesidad de ser medalla de oro en todo, y eso es injusto para todos, para los que lo intentan por primera vez y para los que estamos intentando mostrar lo que nos gusta hacer”.