La humedad se ha comido la memoria de los represaliados enterrados sin su consentimiento en el Valle de los Caídos. La oposición a airear las tumbas en las que se hacinan cerca de 34.000 cadáveres ha permitido que aquello se haya convertido en una maraña democrática de difícil solución. Un embrollo de huesos se retuercen a derecha e izquierda de la nave central de la basílica del mausoleo que Franco se mandó construir para conservar sus restos.
Esta mañana los técnicos del Instituto Eduardo Torroja, perteneciente al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), han accedido al tercer nivel de cuatro de esta capilla, donde los registros dicen que se encuentran las nueve cajas de los restos de Calatayud. Entre sus restos están, supuestamente, los de los hermanos Manuel y Antonio-Ramiro Lapeña, fusilados y enterrados en una fosa común de la localidad aragonesa.
Cuando un nivel se completaba lo cerraban con un forjado de hormigón. En algunos casos, las cajas tienen ocho cuerpos, pero hay otras con 30
Una puertecilla, cerrada siempre al acceso del público, sube a los osarios, todos tapiados. Cada rellano da a una pared y los técnicos han echado abajo la del tercer piso. Lo que se han encontrado será secreto hasta que hagan público su informe. “No sabemos en qué condiciones están las cajas en ese nivel”, asegura un miembro de la Asociación de Familiares Pro Exhumación de los Repúblicanos del Valle, que lucha desde la creación de la Ley de Memoria Histórica por la apertura de la memoria, antes de que se pudra -y la democracia con ella- por completo.
Destrucción imparable
Cada nivel tiene una altura de dos metros y se colmaron de cuerpos. Cuando un nivel se completaba lo cerraban con un forjado de hormigón. En algunos casos, las cajas tienen ocho cuerpos, pero hay otras con 30, han explicado las fuentes a este periódico. La peor cripta de todas es la del Santísimo, a la izquierda del altar. Las otras seis, que corren a lo largo de la nave principal, ocultan los cuerpos que Franco mandó extraer de las fosas comunes, en 1959 para que acompañaran a su cadáver y al del fundador de Falange.
Si las cajas estuvieran completas, sería tan fácil como retirar las nueve cajas de Calatayud. Los niveles más afectados por la humedad son el primero y el segundo. Así lo pudieron comprobar los especialistas que entraron en 2010. El tercer nivel no se abrió y, mientras en el segundo se pudo ver cómo había alguna caja completa, en el cuarto estaban todas intactas. Pero han pasado ocho años y la destrucción no ha parado.
En el caso en que la madera de los ataúdes hubiese desaparecido, todo se complicaría. “Es difícil, pero no imposible”, cuentan desde la asociación citada. “Tenemos esperanzas de que se conserven”. De lo contrario, sería una misión imposible, porque en este nivel se conservan, expuestos a la humedad, los restos de unas 6.000 personas. Los huesos estarían mezclados y el osario sería un puzle sin solución.
Una aguja en un pajar
“Podríamos llegar a saber si están ahí haciendo pruebas de ADN a los fémures… de 6.000 cadáveres”, cuentan las fuentes. Pero en ese caso, la familia sólo tendría un hueso y la confirmación de que, como dicen los registros, sus antepasados sí se encuentran. “Recopilar todos los huesos sería más complicado”.
El fracaso sería similar a la búsqueda política del PP de los restos de Cervantes, en la cripta del convento de Las Trinitarias, en Madrid. Allí, los forenses concluyeron que había algo de Cervantes y 450 niños raquíticos. Ana Botella no pudo obtener el titular que necesitaba en los últimos días de su carrera política. Los arqueólogos bajaron a buscar los huesos de Cervantes y tuvieron que ampliar el presupuesto y el tiempo para hacer frente a “la sorpresa” de los niños muertos. Quizá en el Valle de los Caídos haya otra.
El dictador había dado la orden de llevar a los caídos a su mausoleo. Tampoco se sabe con qué rigor se hizo el registro de las cajas y los cuerpos. “No diría que va a ser imposible encontrar los cuerpos, pero lo van a tener muy difícil”, aseguraba Antonio Alonso, jefe de biología de Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses y Secretario de la Comisión Nacional para el uso forense del ADN.
Alonso fue uno de los especialistas que visitó en 2010 los columbarios: "En el primer y segundo nivel de la cripta del sepulcro, no queda ningún sarcófago íntegro. Todos están rotos o casi. Al tercer no pudimos acceder”. La orden del juez es clara: identifiquen los restos, estén como estén. Es decir, el estado de conservación no es una condición para desatender la orden.
Alto coste
Una vez accedan al nivel pueden encontrarse, como informaba Antonio Alonso, con que los columbarios han perdido la identificación por efecto de la humedad. Esto complicaría todavía más las labores, porque los registros están en duda. Asegura el forense que en una ocasión se presentó en el Valle, por su propio pie, un hombre que estaba incluido en una de las listas de enterrados.
Si las cajas que encuentren no están enteras tendrán que analizar todos los restos. Un análisis de ADN no es caro: por 300 euros se obtiene una muestra básica. El precio se dispararía con 6.000 cadáveres. Para hallar los dos cuerpos hay que excluir a los demás y eso es lo que complicará el trabajo técnico. Todas las fuentes coinciden en que es una buena noticia, pero que va a ser muy complicado hallar algo. Si eso ocurriera, el éxito sería la apertura de una memoria que estaba condenada a la desaparición.