Orlando Ortega agarra el micrófono y se acomoda el brazalete de capitán; quiere que su mensaje cale, las excusas no sirven para él: “Olvidémonos ya de las molestias que hayamos tenido. Estamos aquí, eso es lo importante y vamos a dar el 100% por la bandera que representamos”, dice el subcampeón olímpico antes de debutar este domingo en las eliminatorias de los 110 metros vallas del Mundial (14:25 hora española; las semifinales, a las 21:10).
Desde invierno arrastra una serie de problemas físicos, primero en la rodilla y ahora en los isquiotibiales, el músculo que más delicado para un vallista, aunque ya en Londres, Ortega, la principal baza de España, sólo piensa en ser el más rápido: “He tenido malos momentos, pero el pasado se queda en el pasado”. Tampoco le importa que el prestigioso portal norteamericano Track&Field News, Biblia del atletismo, le deje fuera del podio en sus cábalas. “Es un reto para dar lo mejor de mí. La pista siempre dice la última palabra. Estoy tranquilo y con los objetivos claros: luchar por una medalla”.
Para hacer frente a sus rivales más duros —el jamaicano McLeod, campeón olímpico; el estadounidense Merrit, en su mejor momento desde que batió la plusmarca mundial en 2012; o el ruso Shubenkov, actual campeón mundial— el hispanocubano ha introducido una serie de cambios técnicos en la salida, su punto débil, como el de Bolt. En vez de utilizar siete apoyos a la primera valla, emplea ahora uno más, ocho, en busca de una mayor comodidad. El año postolímpico, siempre tan complicado, pasa factura tanto a nivel físico como mental.
En la suite del piso 12 de un hotel de la City londinense, cerca de Tower Bridge, donde se aloja la delegación nacional, las palabras de Orlando se reciben como una arenga; a la espera del aterrizaje de la capitana, de Ruth Beitia, el héroe de Río se erige en bandera de España y carga con el peso de la selección: “Vamos a luchar por nuestros sueños, por nuestras metas. Las horas de sacrificio quedan atrás”.
Y tras dos jornadas de competición en el Estadio Olímpico de Londres, la realidad muestra que los atletas españoles —exceptuando la decepción de Eusebio Cáceres, con tres nulos en la calificación de longitud— están rindiendo a un buen nivel. Primero fueron las chicas del 1.500, Marta Pérez y Solange Pereira, radiantes de felicidad con una marca personal y un segundo mejor tiempo de siempre respectivamente. Eliminadas en las series, sí, pero peleando con las mejores, justo lo que demanda el presidente de la RFEA, Raúl Chapado: “Queremos compromiso, actitud y esfuerzo más allá de medallas o puestos de finalista. Hemos de valorar a cada atleta por su nivel”.
La sesión matutina del domingo arranca con un carrerón de Óscar Husillos, el único de los 51 atletas en liza que registra su mejor crono (45.22s), para avanzar a semifinales en el 400. La hora, las once de la mañana, es insignificante para él: “Si el estado de forma es bueno y estás motivado, corres a la hora que quieras”, dice el palentino, “más que satisfecho” tras colarse entre los 24 mejores del planeta y con la plusmarca nacional de Cayetano Cornet (44.96s) en el punto de mira. Sus dos compañeros, Lucas Búa y Samuel García, por el contrario, se ven apeados de la siguiente ronda, pero su campeonato aún no ha terminado. “Las esperanzas están todos puestas en el relevo. Tenemos equipo para hacer el récord de España y meternos en la final”, confiesan en un pasillo por donde pasan, con rostro de frescura, Van Niekerk, Makwala, Merrit y toda la retahíla de estrellas mundiales de la distancia.
Mientras tanto, en el foso de triple salto, Ana Peleteiro llega hasta los 14.07 metros, un brinco suficiente para acceder al concurso donde se jugarán las medallas. Esta nueva Ana, reconoce la ribeirense, tiene un artífice principal: el mítico Iván Pedroso, su entrenador durante el último año. “Ahora tengo mucha más garra, mucha más actitud; y como siempre me dicen mis padres, la suerte no es para todo el mundo, es para aquellos que la merecen”, dice antes de irse a la sala de musculación a hacer unas pesas porque se queja de que la pierna izquierda le ha llegado a la batida sin tono, sin fuerza.
En esa final de triple estará acompañada por su compañera de entrenamiento, Yulimar Rojas, tan pintoresca por su pelo tenido de azul verdoso —es una apuesta, dice—, como por sus rutinas motivacionales. La venezolana, subcampeona olímpica, es un show en movimiento; va a lo suyo, y ni si quiera se inmuta cuando un periodista colombiano —precisamente de donde es Caterine Ibargüen, su máxima rival— le pregunta su opinión sobre lo que acontece estos días en Venezuela.
La jornada finaliza con dos españoles más sonriendo, Kevin López y Álvaro de Arriba, peleones en sus series de 800 que se van a recuperar fuerzas para la siguiente batalla, más dura aún si cabe. Todas las esperanzas españolas miran ya al ‘capitán’ Ortega, aguardando sobre el tartán un sprint con vallas tan convincente como su arenga en la rueda de prensa.
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