Fueron muchos puños buscando el cielo, bastantes saltos desde el sofá, varios abrazos intergeneracionales y 22 medallas. Los Juegos del 92, los de España, los de todos, dejaron un legado incalculable y un álbum de fotos para la historia. Sin embargo, entre todas aquellas instantáneas, hay una que –vaya usted a saber por qué– ha quedado grabada en la retina de todos: la de Fermín Cacho (Ágreda, Soria, 1969) cruzando la meta con los brazos en alto para ganar el oro en 1.500. Su imagen, por lo que sea, no muere en el imaginario del aficionado al deporte. Permanece y se extiende en el tiempo. Este año, con el 25 aniversario de Barcelona 92, puesta en perspectiva por todos. Incluso, por su protagonista, que, muchos años después, vuelve a multiplicarse para atender entrevistas. Y, aunque no lo pone fácil (dos meses estuvo persiguiéndole este diario), atiende a EL ESPAÑOL sin prisa. Y se agradece. Al fin y al cabo, no todos han tenido su suerte…
¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza 25 años después?
Muchas cosas. Pero, quizás, cuando en el 86, que era senior de primer año o juvenil de último, salía del instituto y me dijeron: ‘Barcelona ha sido elegida sede olímpica para el 92’. Entonces, lo primero que pensé fue: ‘Yo quiero estar en los Juegos Olímpicos’. Después, tengo muchos otros recuerdos: de la Villa Olímpica, de la competición, de cómo fueron los Juegos…
¿Cuántas veces le han pedido que repita aquel 1.500 histórico para España?
Muchas veces. Y lo hago bastante a menudo porque voy por colegios intentando animar a que la gente haga deporte y no tenga una vida sedentaria.
Perdone entonces que se lo pida una vez más, pero se cumplen 25 años de los Juegos. ¿Qué sintió aquel día?
Antes de la carrera, muchas cosas. Ese día, desde que me levanté, tenía ganas de competir. En el calentamiento me vi bien y, cuando iba de allí a la cámara de llamadas con mi entrenador, le dije: ‘Enrique, disfruta, que vas a tener un campeón olímpico’. Entonces, salimos a pista y yo estaba muy concentrado, como si el estadio estuviera vacío. A partir de ahí, tenía claro que iba a ser una carrera rápida, porque Morceli venía de ser campeón del mundo el año anterior en Tokio.
La sorpresa llegó después. El primer 400 y el segundo fueron muy lentos. Entonces supe que tenía que estar bien colocado en esos últimos 500 metros. Y es lo que hice. Miraba para atrás, veía a Morceli que iba encerrado… Volvimos a cambiar el ritmo en los últimos 300 metros, en los últimos 200 el alemán me intentó pasar, se abrió el hueco, yo lo vi y pasé por ahí. No me lo pensé. Decidí pasar y cambiar el ritmo. Cuando pasé por el podio ya sabía que iba a ser campeón olímpico.
¿Cuánto tiempo estuvo metido en una nube después?
Bastante. El día fue largo. Acudí a la ceremonia de medallas, al control antidoping, a la televisión…
¿Ha vuelto a soñar con aquel día?
No lo he hecho, pero sí que repito muchas veces la carrera en mi cabeza. Eso sí, una vez que pasaron los Juegos, había un campeonato del mundo y sabía que tenía que hacerlo bien allí, que tenía que pasar página.
Imagino que habrá visto la carrera con sus hijas alguna vez, ¿no?
Sí, la han visto y, la verdad, uno sí que se emociona al verla con ellas y pensar que estuvo allí.
¿Tiene tres hijas, verdad?
Cuatro, cuatro… Son cuatro.
Y debe ser un padrazo…
Eso intento.
Volviendo a lo de antes, ¿qué le dicen cuando ven la carrera?
Pues, al principio, cuando eran pequeñas, me decían: ‘¿Papá, de verdad tú has hecho eso?’. Ahora, ya mayores, se dan cuenta de que los Juegos Olímpicos fueron un evento deportivo grandioso. Y yo gané. Se dan cuenta de la repercusión que tuvo todo.
25 años después, ¿le siguen parando por la calle para darle las gracias?
Todavía hay mucha gente que me detiene para darme la enhorabuena. Mucho más ahora, con el 25 aniversario. Todavía me dicen que corrieron conmigo aquel día, que lloraron, que se les saltaron las lágrimas viéndome, que me empujaron desde su sillón...
Tras ese oro, imagino que le supo a poco su plata en Atlanta…
Me supo a mucho, siendo sincero. Tenía en la cabeza que quería el oro, pero a falta de 400 metros, con la caída de El Guerrouj, Morceli sacó unos metros y era muy difícil cogerlo. Fue una plata de fe. Confirmé que no había sido casualidad lo de Barcelona, sino fruto de muchos años de trabajo. Esa plata le dio más mérito a lo que hice en el 92.
Tras aquello, fijó el récord de España, todavía vigente (3:28.95), estuvo en Budapest en el 98, en el Mundial de Sevilla 1999 y se retiró en 2003.
En el 2000, en la preparación de Sídney, tuve un problema en el tendón de Aquiles que, aunque no me impedía correr, me mermaba y tenía claro que no iba a estar luchando por las medallas en los Juegos, así que preferí que fuera otra persona la que mereciese ser olímpica. Luego en 2002 estuve con la enfermedad y en 2003 me retiré, sí.
Desde entonces, el 1.500 ha ido por épocas…
Sí, en los 90 vivimos una buena década, con medallas en cada campeonato, pero ahora llevamos muchos años en los que nos está costando mucho entrar en las finales. En Río, Bustos fue séptimo… Pero es verdad que de estar metidos en finales y conseguir medallas… Bueno, va por épocas. Creo y espero que vaya a mejor…
Aquel oro de Barcelona, además, fue real. No hubo sorpresa de dopaje ni nada parecido después. ¿Qué se le pasa por la cabeza cuando escucha que alguien ha hecho ‘trampas’?
¡Hombre, pues me molesta! Dices: ‘¡Joder!’. Pero son cosas del juego. Fastidia mucho, pero es lo que hay.
¿Cómo ha cambiado usted desde entonces?
En lo relativo al atletismo, he cambiado mucho [risas], pero en la forma de ser, nada. Sigo metido en el mundo del deporte, estoy de embajador de GoFit, tenemos un club de atletismo en Andújar y hacemos muchas cosas. Intento, dentro de mis posibilidades, animar a que la gente haga deporte y que no tenga una vida sedentaria.
Durante este tiempo también le ha dado tiempo a meterse en política: entró en la lista electoral del PSOE en Andújar y después fue miembro de la plataforma de apoyo a Zapatero. ¿Por qué decidió entrar en política?
Bueno, yo vivo aquí, en Andújar. Y lo hice porque quería acercarme al ciudadano. Desde la política deportiva se pueden hacer muchas cosas por la ciudad.
¿Se arrepintió alguna vez de meterse en política?
No, nunca. Eso sí, quizás, en otra ocasión, si me volviera a meter, haría las cosas de otra forma.
Su página de Wikipedia dice que usted es del PSOE. ¿Cómo lo ve?
En una campaña de degeneración.
¿Le ha defraudado el partido?
Depende a lo que nos refiramos con defraudar. Cuando se intentan hacer las cosas bien y no salen… Obviamente, pues te defrauda.
¿Cómo ha vivido esta lucha de poder entre susanistas, pedristas y patxistas en su partido?
No estoy en esas movidas. El que esté, que lo haga bien y ya está.
Cambiando de tercio, ¿cómo ha cambiado España desde el 92?
Mucho. Han pasado muchas cosas. Del 92 hasta hoy, hemos pasado por épocas muy buenas y otras malas, como esta crisis de la que intentamos salir… Lo que sí tengo claro es que España es un país maravilloso, y también que todos los ciudadanos somos grandes defensores de nuestro país. Cuando las cosas van mal, somos capaces de trabajar y salir adelante.
¿Es mejor esta España en la que están creciendo sus hijas o en la que creció usted?
No creo aquello de que lo viejo siempre es mejor. Son épocas diferentes y tenemos que vivir. Lo único que yo les puedo decir a mis hijas es que sean educadas y que respeten a todo el mundo. Con humildad y sinceridad se puede llegar a todos sitios. Y luego, los hijos de mis hijas, vivirán otra época diferente. Ni mejor ni peor, diferente.
¿Qué es lo que le preocupa al Fermín Cacho ciudadano que ha tenido cuatro hijas?
Que salgamos de la crisis lo antes posible. Que todo el mundo encuentre su sitio y un trabajo, que es lo que da de comer y facilita tener una familia. Eso me preocupa. Y también que tengamos políticos corruptos y la lucha contra el terrorismo, que es lo más importante. Si algo demostró España en el 92 es que unida puede hacer que las cosas salgan muy bien.
Se habla mucho del espíritu de la Transición, pero, ¿nos olvidamos del de Barcelona 92?
A lo mejor se tendría que hablar más del espíritu del 92. Entonces, todo el mundo estuvo unido. Ese es el espíritu. Si se confía en las personas, se les da medios y se apuesta por ellos, al final los resultados están ahí.
¿Hay que recuperar ese espíritu para arreglar el conflicto con Cataluña?
Los conflictos hay que arreglarlos hablando. Eso es fundamental. No se puede ir por las bravas. Y eso ocurrió en Barcelona, que se habló y estuvimos todos unidos.
Volviendo al 92, ¿qué piensa cuando vuelve a ver su foto pasando la meta?
Me vienen muchos recuerdos. Cuando levanté los brazos al llegar a meta… No sé si fue la mejor carrera de mi vida, pero es la que me hizo ser campeón olímpico.
Pasados 25 años, ¿ha tenido miedo alguna vez a que le olviden?
No. La gente con la que convives a diario no te olvida. Pero luego, el resto forma parte de la vida. Es normal que, por ejemplo, los nacidos en el 2000 no me conozcan. No tengo miedo al olvido porque sé que la gente que está a mi lado y me quiere no me olvida.
Por último, ¿qué le pedirá al futuro el próximo 25 de julio?
Daré las gracias porque aquellos Juegos fueran en Barcelona y por haber sido campeón. Y ojalá, con suerte, que España organice otros Juegos.
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