No todos los tropiezos son iguales. Algunos, como el de Nadal ante Verdasco, rompen dinámicas favorables y resquebrajan la confianza hasta destrozar cualquier plan. Y cuando se repiten, socavan los cimientos del proyecto para traer la duda de su rumbo. El buque insignia del deporte español parecía estar cerca de salir del laberinto cuando de nuevo se ha enredado en el círculo vicioso que le conduce a la casilla de volver a empezar.
Cumple un ciclo demasiado largo de resultados amargos, alguna que otra victoria esperanzadora y un desconcierto creciente ante el fracaso de soluciones que no lo son. Las conjeturas, consejos y análisis se han disparado en los últimos días, aunque creo que, llegado este punto crítico, lo mejor que puedo hacer es dejarle tranquilo y apoyar sus decisiones por encima de cualquier otra cosa.
En cambio, hay otras derrotas que son esperanzadoras. Como la del Madrid ante el Barcelona en la Euroliga de baloncesto. Los azulgrana se llevan del partido el valor de una victoria a domicilio y los blancos la seguridad de que el medio plazo está en sus manos. Con un equipo diezmado, en el que los fichajes todavía no acaban de encajar y con la fuerza de choque (Nocioni, Rivers y Maciulis) por debajo del rendimiento del año pasado, tuvieron dominado hasta el último segundo al mejor Barcelona de las últimas temporadas.
La maduración de Satoransky y la llegada de Ribas han dado solidez y versatilidad a la dirección, al tiempo que el músculo y la agresividad de los nuevos Samuels y Lawall equilibran el talento sosegado de Tomic y Doellman (24 puntos, pero solo 3 rebotes en 31 minutos).
A la hora de valorar el futuro, se antoja relevante el hecho de que Llull sólo pudo jugar 13 minutos, mientras Rudy sigue de baja rehabilitando su espalda intervenida. Del peso de este tipo de jugadores en las plantillas da una idea el hecho de que el Barcelona perdió su hegemonía desde que Navarro comenzó con sus problemas físicos hace cuatro temporadas. Así que cuando los baleares vuelvan a pleno rendimiento, el Madrid se acercará al nivel del año pasado. Su reto es mantener vivas hasta entonces sus opciones en la Euroliga.
Por último, hay derrotas que dan paso a los honores, como la que rompió la racha del Valencia Basket. Al término de su partido contra el Limoges, la afición valencianista, puesta en pie, despidió al equipo con una larga ovación, a la que se hubiera añadido el resto del baloncesto de haber tenido localidad en el pabellón de la Fonteta.
Hasta el New York Times se pasó por allí hace unos días para comparar la hazaña de los taronjas con la de los Golden State Warriors. Por fin, el Valencia ha recogido el reconocimiento generalizado que por resultados le corresponde y que sólo la injusta, absurda y nefasta reglamentación de acceso a la Euroliga le ha negado en los últimos años.
Por cierto, tras ganar este domingo en el Palau Blaugrana, el equipo de Pedro Martínez continúa como líder invicto en la mejor liga de Europa, tras haber derrotado al Madrid y al Barça a domicilio. Ésta es la medida del actual Valencia. Para quitarse el sombrero.