21 de abril de 1996. Fue el día en el que los Chicago Bulls sellaron su inolvidable 72-10 de balance al derrotar a Washington Bullets por 103-93. Jordan, Pippen, Rodman, Kukoc, Harper y compañía entraban en la historia para convertirse en leyenda de forma instantánea. Casi al mismo tiempo, los Golden State Warriors caían por 100-107 en Sacramento, negada ya la clasificación para los playoffs. Hombres como Latrell Sprewell, Joe Smith, Chris Mullin o Tim Hardaway verían desde la barrera el posterior cuarto anillo de los Bulls debido a un récord de 36-46. Se quedaron a tres victorias de jugar la postemporada.
13 de abril de 2016. La historia se repite a la inversa. Ahora son los Warriors quienes celebran un hito que marca época: ganar 73 partidos de los 82 de los que consta la temporada regular de la NBA (39 en casa, 34 fuera) y perder tan sólo nueve. La victoria ante Memphis Grizzlies esta madrugada (125-104) supone mejorar el balance de aquellos Bulls del 96, que sumaron un triunfo menos y una derrota más. Hablando de Chicago, ¿qué ha sido de ellos casi 20 años después? Caprichos del destino, se han quedado compuestos y sin playoffs. Como los Warriors a los que ahora, indirectamente, han encumbrado a la posteridad.
Quién le iba a decir a Stephen Curry que la gente dejaría de dudar de su supuesta endeblez física para aclamarle de forma unánime como mejor jugador del mundo. O que superaría como tirador a Dell, su padre, y a muchas otras leyendas. La cosa va de progenitores, porque seguro que Klay Thompson no pensaba ni de lejos mejorar el legado del suyo, doble campeón de la NBA con los Lakers, hace años. La auténtica estrella de los Warriors quiso hacer la noche todavía más especial superando lo que nadie había logrado nunca: los 400 triples en una misma temporada. Con 10 de 19 aciertos desde la línea terminó el encuentro con 46 puntos.
No obstante, otros han tenido que hacerse un nombre desde cero, como Draymond Green. Elegido en segunda ronda del Draft de 2012 (número 35), tenía un papel testimonial en los Warriors de Mark Jackson. Con el tiempo, sería fundamental en la consecución del anillo de 2015. Ahora es el segundo jugador mejor pagado de Golden State (Klay Thompson cobra 15 millones y medio de dólares por los 14.300.000 de Green; Curry sólo es el quinto que mejor cobra).
Los focos quizá brillan menos sobre Andre Iguodala, que pasó de ser el jugador franquicia de los Philadelphia 76ers a interpretar un papel más secundario tanto en Denver como en Oakland. O no, porque ya tiene un anillo y un MVP de las Finales desde que aterrizó en la bahía. Ha sabido reciclarse para ser uno de los mejores sextos hombres de la liga, aunque eso suponga menos protagonismo en favor del colectivo. Algo parecido le sucede a Harrison Barnes. Podría sentirse eclipsado por Curry, Thompson o Green, pero está firmando los mejores números anotadores de su carrera.
La vida ha dado una segunda oportunidad en estos Warriors a varios hombres maltratados por las lesiones. Como Andrew Bogut, titular indiscutible en la zona, o Brandon Rush, hombre de refresco en el perímetro. Pero si hay alguien realmente agradecido en Golden State, ése es Shaun Livingston. La grave lesión de rodilla que sufrió en 2007 le hizo vagar sin rumbo por la NBA durante años hasta que su camino se cruzó con el de los Warriors. Ahora vuelve a sentirse jugador de baloncesto, siendo uno de los nombres propios de la segunda unidad californiana.
Por allí andan también un buen conocedor del 'run and gun' como Leandro Barbosa y los rocosos Festus Ezeli y Marreese Speights. E incluso un refuerzo procedente de un rival directo, Anderson Varejao, aunque el ex de los Cavs no juega mucho. Pero ni él ni Ian Clark, el “sobrino” de Bob McAdoo (James Michael) y Kevon Looney protestan. Saben que tienen mucho que ganar en un equipo como estos Warriors y exprimen sus minutos al máximo. Por muy pocos que sean.
El eje conector con los Bulls del 96
El encargado de repartir juego en la banda es, otro guiño del destino, el mismo que anotaba triples sin ton ni son con el 25 de Chicago a la espalda: Steve Kerr. Nadie le quitará ya el doble récord de victorias (jugador y entrenador), salvo que alguno de sus chicos dé el salto a los banquillos y se atreva con tal reto. Quién sabe si la oportunidad de hacer algo grande como entrenadores no podría llegarles casi por casualidad, como a Kerr.
El otrora jugador de Arizona, Phoenix Suns, Cleveland Cavaliers y San Antonio Spurs, entre otros equipos, decidió abandonar su trabajo como comentarista televisivo para jugársela con un papelón: mejorar a los Warriors. Al trabajo realizado por Mark Jackson (ahora es él quien comenta partidos para la TV americana, por cierto) le faltaba la puntilla para el sobresaliente.
Y vaya si Kerr se la dio. Meses después de su llegada, a los Warriors les sobrevino el anillo. Santificado el 'small-ball' para siempre, consiguió trasladar a la pista la rapidez, el buen manejo de balón y el gusto por el tiro exterior que le caracterizaron como jugador.
No contento con dejar ya un legado tras de sí nada más debutar como técnico, Kerr no ha tardado en repartir su herencia entre los asistentes de Golden State. Ahí está el caso de Luke Walton, otro ex jugador e hijo de leyenda que superó con nota la tarea de dirigir a los Warriors mientras su maestro se recuperaba de unos problemas de espalda. Junto a él, otros buenos alumnos como Jarron Collins, también con carrera en la mejor liga del mundo, y Ron Adams, todo un veterano entre los entrenadores ayudantes.
Bien engranadas, todas estas piezas han acabado resultando mejores (estadísticamente hablando) que los Bulls más irreductibles de la historia. De hecho, toda la temporada de los Warriors se ha ceñido a los récords: mejor arranque de curso, más victorias fuera de casa, mayor número de triples anotados en un curso… Pero nada será lo mismo para Curry y sus chicos, ni tampoco para el baloncesto, si no coronan su excelente bagaje enciclopédico con lo realmente importante: el anillo.
Chicago se encontró con el mismo dilema en el 96 y salió victorioso. ¿Lo hará también Golden State en busca de su segundo título consecutivo? Posiblemente, sí. Porque los dioses del baloncesto, jugueteando con la epopeya durante toda la temporada, querrán terminar su obra con la mejor de las guindas.