"Creo que es el sitio, el momento de dejar la selección, el partido del bronce ha sido mi último encuentro con el equipo". A sus 34 años, José Manuel Calderón se despidió este martes, con estas palabras, de sus compañeros de batallas en las últimas dos décadas: la generación de oro del baloncesto español, esa que nos ha dado tantísimas alegrías, especialmente aquel impensable oro en el Mundial de Japón.
"Mi octava medalla era muy importante. Había que ayudar como hiciera falta para conseguirla". Y, sin embargo, aunque el bronce olímpico en Río cierra el círculo del base extremeño como internacional, marcado por su inconfundible '8' a la espalda, 2006 siempre será especial. Por lo "inesperado" e "impensable" de la hazaña de alzar un Mundial de baloncesto, aún latente a pesar de que ya ha pasado una década. De hecho, para algunos, como Lucio Angulo, 'Calde' fue "el Iniesta del baloncesto español" en Japón.
14 años después de su debut con la absoluta y 18 desde sus primeros pasos exitosos en las categorías inferiores de la selección, el jugador de Villanueva de la Serena cierra uno de los capítulos más bonitos de su vida. El que le ha permitido saborear las mayores glorias de su carrera deportiva y conocer a su segunda familia, a sus hermanos de sangre baloncestísticos. Junto a ellos ha permanecido durante todos estos años, ya fuera como protagonista o como secundario, gozando en la pista y fuera de ella. Ahora le ha llegado el momento de anunciar su retirada del equipo nacional, convirtiéndose en el primer gran veterano de España en dar el paso del adiós tras el bronce en los pasados Juegos Olímpicos de Río.
Porque, sí, Calderón también fue uno de esos jóvenes que tanto contribuyeron a que el baloncesto español viese la luz al final del túnel en el que se metió durante los 90. Él, un año más joven que el resto de los componentes de la generación dorada, estuvo en aquel torneo de Mannheim. Allí donde los Raúl López, Navarro, Felipe Reyes, Gasol y compañía empezaron a demostrar que querían dominar el mundo.
Fue el primer gran éxito de la selección júnior durante un verano del 98 realmente mágico, también gracias a otro oro, el del Europeo de Varna. Cómo no, Calderón también estuvo allí, empezando a fraguar una sobriedad en la dirección de juego que acabaría justificando su apelativo de 'Cum Laude'.
También iba a estar en Lisboa '99, el cierre del círculo de los júnior de oro con la conquista del Mundial ante la todopoderosa Estados Unidos. Sin embargo, una lesión le impidió disfrutar en la pista de aquella auténtica gesta. Poco le importó no poder jugar: viajó a Portugal para demostrar que era uno más del grupo, por mucho problema físico que se terciase. También dio la cara al año siguiente, en un Europeo de Macedonia que, aunque no tan satisfactorio como el anterior (bronce), sí sirvió para que los júniors dorados, ya sub20, se preparasen para los retos venideros con los mayores.
Ya entonces, Calderón hizo de la paciencia su gran virtud. Raúl López y Navarro llegaron a la absoluta en Sydney 2000 y Pau Gasol y Felipe Reyes lo hicieron en el Eurobasket de 2001, pero él esperó su turno confiado en sus posibilidades. La oportunidad le llegó en el Mundial de Indianápolis, ya en 2002. Tras debutar un 20 de agosto en un amistoso contra Croacia (5 puntos), hizo las Américas junto al resto de la selección. Apenas jugó, pero se empapó de las enseñanzas de veteranos como Nacho Rodríguez. Y, faltaría más, del buen rollo del equipo.
Su primer éxito en la élite del baloncesto de selecciones llegaría en 2003, con la plata europea tras caer en la final ante Lituania. Ya como base titular, empezó a dejar muestras de que su evolución (Mejor Debutante y Jugador de Mayor Progresión de la liga española en su momento) apuntaba maneras. Y bien que lo dejó claro su concurso en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, posiblemente uno de sus mejores torneos con España (9.9 puntos, 2.1 rebotes y 2.6 asistencias de promedio). Todo a pesar del regusto amargo de caer en cuartos de final ante Estados Unidos.
Poco importó que tampoco en el Eurobasket de Serbia, en 2005, llegase el oro. Calderón continuó siendo uno de los grandes nombres propios del equipo, recién consumado su asalto a la NBA. Después de cuatro años buscando la gloria con la absoluta, a él y a sus compañeros se les presentó una oportunidad inmejorable para asaltar el Mundial en 2006. No la desaprovecharon, y 'Mister Catering', como le bautizó Andrés Montes, al fin tuvo el premio que le faltó como júnior. Su elegancia y saber estar en la cancha brilló como nunca, disfrutando de la partida de pocha más dulce de todos los tiempos en mitad del Saitama Arena japonés.
Acababa de empezar la década prodigiosa de España, y por supuesto que Calderón no se la iba a perder. Para continuar con la buena dinámica, una plata en el Eurobasket doméstico de 2007, con el extremeño cuajando sus mejores números anotadores con la selección (12.3 puntos por partido). Y, por mucho que una inoportuna lesión le dejase sin semifinales y final olímpica, también disfrutó del segundo puesto de Pekín 2008, tuteando a Estados Unidos hasta las últimas consecuencias.
Más doloroso fue perderse el Eurobasket de 2009, el primero de oro para la absoluta. De nuevo, por los malditos problemas físicos. Esos que también le privaron a última hora del Mundial de 2010, o del tercer oro europeo en 2015. No le dejaron sin el título en el torneo continental de 2011, la segunda plata olímpica consecutiva en los Juegos de Londres y el bronce en el Eurobasket de 2013. Tampoco sin el Mundial de 2014 disputado en casa, para olvidar a pesar del compromiso de los pesos pesados de la selección.
Los años pasaron, y Calderón, ya con una sólida y respetada trayectoria en la mejor liga del mundo a sus espaldas, tuvo que ceder su protagonismo con España: Ricky Rubio, Sergio Llull, Sergio Rodríguez… Pero ni el relevo generacional pudo con él ni, de nuevo, con su compromiso. Siempre estuvo a disposición del equipo nacional, con buena cara, jugando mucho o poco, animando como ninguno.
Nadie duda de que se dejó la piel con el '8' a la espalda. Precisamente, el número de medallas conquistadas en grandes torneos vistiendo la camiseta española. La misma que se puso por última vez en Río de Janeiro, siendo, una vez más, ejemplar: tan sólo tres minutos en cancha por partido (25 en total en todo el torneo olímpico, su mínima histórica con la absoluta), pero con la ilusión del primer día y sin perder ni un ápice de unión con todo el grupo.
“A Calderón tengo que decirle que muchas gracias. Sabía cuál era su papel desde el principio. Fue el único jugador con el que conversé antes de venir. Y era para decirle que eran tres en su puesto. Fue un profesional serio y maduro, y tuvo una actitud que superó sus expectativas. Merece ese reconocimiento”. Palabra del seleccionador nacional, Sergio Scariolo, que resume el sentir general hacia Calderón. Porque, tras 193 internacionalidades y unas medias de 6.4 puntos, 1.8 rebotes y 1.9 asistencias, deja la selección un gran jugador. En este caso, con la coletilla de rigor más que ganada: mejor persona.