“¿Bajarás a cenar con nosotras?”, le pregunta Astou Ndour a Laura Nicholls (Santander, 1989). La selección española femenina de baloncesto arranca su entrenamiento vespertino en el CAR de Madrid y la nueva capitana del equipo no puede quedarse a trabajar con sus compañeras: está enferma. Si le ocurría lo mismo 48 horas después, ante Bulgaria y en el primer partido clasificatorio para el Eurobasket de 2019, no se notó. Fue la máxima anotadora del encuentro (14 puntos más tres rebotes, tres asistencias y un robo en 27 minutos), en el que las nuestras vencieron con claridad (42-92).
Y, sin embargo, Nicholls no puede con su alma el jueves, horas antes de partir a Sofía. “Es lo que tiene el cuerpo. Le metemos mucha tralla y esfuerzo. Al final, es normal que, en algún momento, este diga: 'Oye, a ver, que me toca descansar. Como tú no te paras, ya te paro yo'. Y así ha sido. Todos nos ponemos malos. Como digo yo: todos somos nietos, hijos y amigos de. Somos gente normal”, se sincera con EL ESPAÑOL a caballo entre la pista y un paseo en busca de descanso hasta la Residencia Blume.
Le ha tocado sustituir a Laia Palau al frente del vestuario español (ahora es ella la jugadora con más internacionalidades, 159 tras este parón de selecciones), pero su nuevo rol no es ningún 'marrón'. Al contrario: “Se agradece”. ¿Qué definirá a Laura como capitana? “Soy de las personas menos egoístas y más generosas que pueda haber. Las chicas saben que siempre voy a estar de su lado. Voy a luchar por ellas, por lo que necesiten. Lo saben perfectamente. Me voy a preocupar”.
Además, no tiene dudas de que el grupo se lo va a poner muy fácil. “No creo que haga falta mano dura con estas niñas. Muchas de ellas ya son bastante duras consigo mismas. No va a hacer falta el rol de capitana. En los años que hemos estado aquí, no ha hecho falta echar broncas. Esperemos que no me vaya a tocar a mí”, bromea. Sin creer, de ninguna manera, que ya lo sabe todo: “Lleves uno o 10 años de capitana, creo que no se termina de aprender y mejorar nunca”.
No duda al confesar que la felicitación que más le marcó al ser designada capitana fue la de Alba Torrens. “Llevamos más de media vida jugando juntas, desde los 13-14 años. Creo que nadie me conoce igual que ella. Que piense que estoy preparada y que lo voy a hacer bien es lo que más ilusión me hizo”, reconoce. Su familia y amigos estarán en Valladolid este miércoles, en el España-Holanda (20:00 horas, Teledeporte), pero Nicholls no puede evitar evadirse del presente. Por unos momentos, mira al pasado: su primera convocatoria con España, allá por 2008. De los 19 años de entonces a los 28 de ahora en un suspiro.
“Hubo de todo. Coincidió con los Juegos Olímpicos de Pekín. El momento que más recuerdo de mi carrera es escuchar por primera vez el himno en los Juegos. Se me caían las lágrimas. Te acuerdas de todo. Fue un año muy bonito e ilusionante. Yo era pequeña, no te das cuenta de la magnitud que tiene estar en la selección hasta pasados unos años. El 1,90 que tengo me temblaba en el primer partido”, rememora.
Desde entonces, ni un solo verano sin faltar a la selección, con siete medallas como botín (dos oros, dos platas y tres bronces). La receta es bien sencilla: “Mucha suerte, mucho esfuerzo y trabajo”. La plata olímpica y su primer oro europeo, en Francia, además de las victorias ante Turquía en el último Mundial y en los Juegos de Río, destacan entre los mejores momentos. Entre los peores, hay uno que se lleva la palma: Polonia 2011, “cuando nos echaron del Europeo”. “Son sentimientos que no se pueden expresar. De repente, te sientes vacío, como si te lo hubiesen quitado todo de dentro. Es el momento más duro de mi carrera”, reconoce.
De lo bueno, Laura se queda con sensaciones antes que con resultados. “Cuando subes al podio y llegas a casa, la medalla es muy bonita, pero te acuerdas de las compañeras. Es en lo que piensas: los momentos, entrenamientos, risas… Los éxitos son la consecuencia de un buen trabajo, y para que lo haya se necesita un equipo con mucha ilusión. Que quiera y sepa sufrir. No es un camino de rosas, aunque a veces lo parece cuando llegan los éxitos. Para ganar un partido hay muchas derrotas contra ti mismo en un entrenamiento o contra un equipo”.
Todo se reduce a una palabra: compromiso. El de Nicholls y el resto de las chicas (nueve jugadoras de las 12 vigentes campeonas de Europa presentes en esta 'ventana'). “Es la clave de nuestro éxito: saber que ponerse una camiseta de España no gana partidos, que venir aquí no va a ser fácil. No es lo bonito de 'Uy, voy a la selección y ya con eso vamos a ganar partidos'. Es un compromiso que tenemos con nosotras mismas y con la gente que está a nuestro alrededor. La Federación está haciendo un esfuerzo increíble para que estemos siempre en las mejores condiciones posibles para todo. Hay que tenerlo en cuenta. Mirar para otra parte y creernos con el derecho de todo sin trabajar sería, a mi parecer, muy egoísta”, reflexiona la capitana de España.
En el horizonte, un campeonato propicio para brillar: el Mundial de Tenerife, en septiembre de 2018. Eso sí, tampoco nos pasemos con la presión. “Es un torneo muy largo, los rivales son los mejores equipos del mundo y, aunque nosotras hayamos conseguido medalla con anterioridad, hay que echar ojo atrás y saber que hay que currar. Nunca se sabe. Espero que nadie diga la palabra 'decepción' o 'fracaso' en ninguno de los discursos. Aunque si eso pasa, significará que hemos hecho las cosas muy bien”, confía Nicholls.
Todo será más fácil bajo la tutela de Lucas Mondelo: “Ha encontrado la manera de manejarnos, de saber cómo sacar lo mejor de nosotras mismas incluso cuando no sabíamos que eso estaba ahí. Nunca pensé que diría esto, pero me ha enseñado más de mí misma de lo que yo podría haber aprendido sola”. En esa evolución continua, la “solidez mental en la pista” de Laura es el factor en el que más considera que ha cambiado durante sus casi 10 años junto al equipo nacional.
En el tiempo que le quede con España, a Nicholls le gustaría “conseguir una medalla como capitana y poder tener la suerte de levantar una copa”. Aun así, antepone esos pequeños detalles que marcan la diferencia. “Sobre todo, me gusta que la gente sea feliz y esté cómoda: ver a mis compañeras disfrutar. Tener la suerte de que este año, o el tiempo que me quede como capitana, el equipo pueda disfrutar y vivir cada momento”, concluye. Viva la normalidad, sin duda.
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