Sito Alonso fue consciente de que la defensa de su Baskonia hacía aguas por todas partes desde el salto inicial en el Palau Blaugrana. Algo fallaba: ayudas inexistentes, tiros cómodos del rival, concesiones incesantes en la pintura... Y, sin embargo, el técnico madrileño nunca perdió la fe en los suyos. Cómo hacerlo con un ataque tan embriagador. Y, a la vez, tan endeble. Pues, como se suele decir, la defensa es el pilar que lo sostiene todo. Si éste se derrumba ante todo un Barça, la victoria es prácticamente una entelequia. Así acabó resultando, aun llegándose a la primera prórroga de esta Liga Endesa (98-92).
Sin consistencia atrás, es una quimera parar a tipos como Tyrese Rice. Su vuelta a los parqués después de la lesión que le mantenía entre algodones desde la final de la Supercopa no pudo ser más superlativa. Volvió, convenció y venció con 20 puntos y, sobre todo, un más/menos de 19. Sin duda, este nuevo Barça de Bartzokas presenta dos caras muy distintas: una con el 'killer' norteamericano en pista, irresistible en demasía, y otra mientras él descansa en el banquillo, bastante más humana.
A esa versión menos arrebatadora de los azulgranas se agarró el Baskonia para creer en sus posibilidades. Cada vez que los locales intentaban irse en el marcador, el carácter siempre intrínseco a los de Vitoria hacía acto de presencia. Unas veces lo ejemplificaba Shane Larkin, muy dispuesto a hacer olvidar a Mike James y Darius Adams en el puesto de base. Otras, el joven alemán Voigtmann, mucho más entonado desde el triple que en la zona, su supuesto hábitat natural.
También ponía de su parte Hanga, llamado a ser uno de los líderes baskonistas tras las numerosas salidas de este verano. Y, de momento, cumpliendo a la perfección con ese rol estelar. Uno que intenta ejercer Andrea Bargnani, consiguiéndolo sin demasiados esfuerzos en ataque. No se puede decir lo mismo de sus prestaciones atrás, tan en pañales como las del resto de sus compañeros.
Porque resulta patente que la presencia interior del Baskonia ha perdido unos cuantos enteros sin un Bourousis o incluso un Planinic que la garantice (y bien que lo agradece el Granca). Por mucho que Shengelia intente poner de su parte, no llega al mismo nivel que el griego y tampoco hace olvidar al bosnio. La auténtica mordiente vitoriana está en el perímetro, donde hasta los temporeros del equipo muestran sus mejores galas para hacerse con una plaza fija en el roster.
Es el caso de Josh Akognon, decisivo para que los visitantes se pusiesen por delante en el marcador en los últimos minutos del partido e incluso para que forzasen la prórroga. El tiro exterior del norteamericano nacionalizado nigeriano ya provocó más de un quebradero de cabeza en los pasados Juegos Olímpicos. Y, visto lo visto en el Palau, lo mismo va a suceder en esta ACB.
El lector se preguntará cómo es posible que, con un ataque tan excelso, aconteciese una derrota baskonista. Pues, volviendo al principio, un 80-90% de la culpa fue de la defensa. El desequilibrio entre lo mostrado en una canasta y en otra por el Baskonia fue demasiado grande como para no causar malos estragos. El Barça, que también había contribuido a un partido especialmente bonito en lo ofensivo (una pena que ya no se puedan disfrutar encuentros así en abierto), advirtió ese agujero evidente.
La ocasión era tan propicia que había que aprovecharla sin miramientos. Rice penetró a canasta como quiso y Tomic también se benefició de la pasividad del rival en la zona durante el tramo decisivo. Y eso que sus fallos en el tiro libre dieron aliento a los visitantes en más de una ocasión. Además, Doellman tuvo una tarde especialmente plácida en el tiro (24 puntos sin apenas despeinarse, 11 en el primer cuarto) y Navarro y Perperoglou funcionaron como grandes catalizadores cuando se les necesitó. Lo mismo le sucedió a Oleson, al que tampoco le cuesta mucho calentar la muñeca.
Cuando dos equipos anotan tanto como los que nos ocupan, el espectáculo no se resiente ni un ápice. Sin embargo, la mala noticia es que en estos casos también debe haber vencedores y vencidos. Normalmente, el ganador suele ser el que menos falla y el que más se beneficia de los pequeños detalles. Y ése fue el Barça, que no dudó en enseñar al Baskonia una valiosa lección. Quizá una de las más importantes de este maravilloso deporte llamado baloncesto: sin defensa no hay paraíso.
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