Toda la Galia baloncestística estaba ocupada por el imperio del Real Madrid. Toda salvo una aldea, que quería dar guerra y mantenerse irreductible hasta el final: la del Estudiantes. La originalidad de la Demencia con una de sus pancartas fue tal que realmente pareció que los colegiales se habían tomado unas buenas dosis de la pócima mágica de Panorámix. Sin embargo, el único Astérix que acabó dándole algo que celebrar a los suyos fue Jaycee Carroll. Le faltaron el bigote y el casco, pero no lo más importante: el hambre de victoria, a golpe de 24 puntos. Su recta final de partido dejó las intenciones del Estudiantes en deseos plasmados en los tebeos, pero no en la realidad (88-96: narración y estadísticas).
Una pena, porque se soñó durante muchísimos minutos, con ventajas para nada fugaces en el marcador. Sí, el vecino pobre se puso los ropajes del adinerado: velocidad, triples y mucha defensa. Los hombres de Salva Maldonado se adueñaron del tempo del encuentro y volvieron gris a un Madrid que no encontró el espectáculo con tanta facilidad como en anteriores fechas. Los blancos apenas vencieron con comodidad durante parte del primer cuarto y el tramo final del partido. Sufrieron lo indecible para frenar a un equipo que cambió el patio de colegio por uno de universidad.
Por fuera, Edwin Jackson tuvo minutos de muchísimo acierto, reivindicándose como uno de los mejores fichajes de este Estudiantes. No fue el único jugador de dulce desde el perímetro, ya que Omar Cook, Dylan Page, Jaime Fernández y Jordi Grimau también hicieron gala de muñeca cuando se requirió de sus servicios. Tanto como para acabar anotando sólo dos triples menos que el Madrid: 9 por 11.
Aun así, acabó pesando bastante más el 6/7 de Carroll desde la larga distancia. Se habla mucho del buen arranque de curso de Llull. ¿Por qué tan poco del buen concurso del mormón? Catalizador excelso, sus rachas de tiro pueden llegar a ser tan buenas y duraderas como para tumbar a toda buena aldea gala que se precie. En este caso, la del Estudiantes, que también sufrió la ira de otro tirador de armas tomar: Rudy Fernández. Más acertado en el tiro de dos, tampoco escatimó esfuerzos en el 6.75. El alero balear sigue de dulce.
¿Y qué pasó por dentro? Que el buen trabajo reboteador estudiantil, unido a la hiperactividad de Ali Traoré durante la segunda parte, acabó cayendo en saco roto. No lo hizo la actuación del gran protagonista del juego interior madridista: Anthony Randolph. Él fue quien se puso el traje de Obélix para cuajar su mejor actuación hasta la fecha en el Madrid (18 puntos) y secundar a 'Astérix' Carroll. Además de confirmar su progresión incesante, dejó para el recuerdo un mate (otro más) digno de la NBA en la que llegó a jugar tiempo atrás.
Por si fuera poco, la garra de Felipe Reyes en los últimos minutos (también la de Ayón en los primeros) sirvió para aplacar la insistencia de los jugadores de su ex equipo. A los colegiales no les importó en absoluto que el Madrid se escapase definitivamente en el marcador. Siguieron creyendo en sí mismos, en la fuerza de su colectivo, y murieron con las botas puestas. De alguna manera, triunfaron, ya que maniataron el ritmo alocado de los visitantes y lo transformaron en otro mucho más plácido, incluso anodino, con una intensidad digna de aplaudir. El Estudiantes logró incluso que el Madrid perdiese más balones durante ciertos compases.
Por desgracia, fue un bonito sueño. Tanto que la afición estudiantil protestó con fiereza un tiempo muerto postrero de Laso, ya con todo decidido. Toca levantarse: de seguir así, este Estudiantes no peleará por el descenso. Ni mucho menos, pues su guerra será entrar en la Copa o en los playoffs. Para ello, tocará volver a ser galo. Lo que fue el Madrid a la hora de la verdad, convirtiendo a su eterno rival madrileño en un zombi. Como uno de esos que pululaban por la cancha del Palacio de los Deportes, simbolizando un pasado que los chicos del Ramiro, ahora mismo, no están en condiciones de repetir.
No puede decir lo mismo el vigente campeón, muy cómodo jugando al gato y al ratón, deleitándose en su solidez. Lo hizo con el Unicaja, el Olympiacos, el Murcia y el Maccabi antes de reincidir contra el Estudiantes. A la hora de la verdad, atrapó a todos. De romano a galo, de ostentación a trabajo sucio, en tan sólo unos minutos. Adaptándose a las necesidades de cada momento, este Madrid gana de cualquier manera y ya es el único líder (e invicto) de la liga. En esta ocasión, con Astérix y Obélix al frente.