No entraba dentro de mis cálculos que el Madrid de baloncesto comenzara la temporada de forma tan rotunda, ya que el equipo ha cambiado de forma notable; no sólo en relación a la plantilla del año pasado, sino al peso que las líneas tienen en la idea de juego de Pablo Laso, hoy mucho más decantado hacia el juego interior que en el pasado. Además, había que reemplazar la baja de Sergio Rodríguez, una de las piezas clave en el estilo de juego que ha deslumbrado estos últimos años en el continente europeo.
De momento, la magia del Chacho se está compensando con la mayor solidez del grupo, con el excelente momento de forma de Sergio Llull y con la imparable revolución de Luka Doncic, probablemente el mejor jugador de esa edad que haya visto. No es fácil calibrar a los talentos que despuntan tan jóvenes porque la vara de medirlos es relativa, pero lo sorprendente es que evaluándolo hoy-sin necesidad de que progresara más- ya está en la élite europea.
Claro que pensar que alguien al que vemos desarrollarse a ojos vista-física y técnicamente- cese de repente de hacerlo no tendría demasiada lógica. Luka sigue creciendo a lo alto y a lo ancho, cada vez está más fuerte y cada minuto que pasa en la pista asienta su juego con una tranquilidad y visión de juego asombrosas. Tanto es así y tan completo es el chico que, de no ser por el rostro aniñado que revela su edad, parecería que estamos ante un jugador en su plenitud, que es capaz de ocupar cuatro de las cinco posiciones en la cancha.
Toni Kukoc, Ricky Rubio y Arvidas Sabonis fueron jóvenes talentosos, pero más acorde con lo que se espera de unos jugadores de esa edad, dotados de capacidades excepcionales pero delgados y tiernos. Cada uno con las carencias propias de sus circunstancias: en el tiro, en el cuerpo a cuerpo, poco músculo… En fin, mostraban alguna que otra fragilidad en su grandeza. Lo asombroso del esloveno es que no tiene puntos débiles. En resumen, tira, pasa y lee el partido como los mejores y está hecho un armario ropero que en vez de patas tiene muelles.
Puestos a comparar, y ya me consta que es mucho retroceder, en 1977 quien escribe estas líneas se cruzó junto a sus compañeros de la selección junior (Romay, Epi, Iturriaga, “Indio” Díaz, Goenechea..) con un equipo estadounidense liderado por un tal Magic Johnson, que ya era una estrella en su país y del que nosotros-huelga decir-, no teníamos ni la más remota idea de que existía. Jugando con las trampas de la memoria y de la historia, creo que la Magia de Michigan era más brillante, pero en absoluto más fuerte, más rápido ni mejor tirador que la maravilla eslovena.
Claro que este viaje en el tiempo no nos va a desvelar hasta dónde llegará la estrella de Luka Doncic. La carrera de un jugador depende en ocasiones de circunstancias que escapan de su voluntad, pero en vista de su humildad, de su inteligencia y de sus ansias de mejora-que también de todo ello está dotado-creo que el firmamento sin restricciones está a disposición del genio de Liubliana hasta que decida definitivamente dónde y cómo quiere orbitar.