Había scouts en el Palacio de los Deportes. En teoría, para ver a Edwin Jackson. Aunque, en la práctica, acabaron viendo más a Sergio Llull y, sobre todo, a Luka Doncic. Algunos hablaban del muro del novato, pero el esloveno no entiende de eso... salvo para saltárselo. O, por lo menos, no en el tramo final de los playoffs europeos contra el Darussafaka ni en el derbi contra el Estudiantes de este domingo. Sus 14 puntos sin fallo (llegó después) entre el final del tercer cuarto y la primera mitad del último sentenciaron el triunfo para el Real Madrid. Costó sobreponerse al eterno rival madrileño, como casi siempre, pero el más joven, otra vez, allanó el camino [Narración y estadísticas: 79-72].
Doncic entró en un trance como los de Llull. Era verle anotar una canasta tras otra y saber que al Madrid no se le iba a escapar su quinta victoria consecutiva en ACB. ¿Que el menorquín, Maciulis y Reyes también acapararon el primer plano, con Thompkins y Carroll en un papel más secundario? Sí, pero el que ganó el partido fue Luka. Ser tan determinante en un gran equipo y a la vez en el baloncesto europeo recién alcanzada la mayoría de edad es algo al alcance de muy pocos. Esto sólo puede significar una cosa: todavía no hemos visto ni la mitad de las delicatessen que la canasta y su talento le tienen reservadas a la nueva esperanza balcánica.
A pesar de contar con la versión de Jackson menos determinante que se recuerda esta temporada (ocho puntos cuando promedia más de 20), Estudiantes dio la talla. Empezando por Alec Brown, que, pese a ser el último en llegar, ya es uno de los referentes del equipo colegial. Su pericia exterior le dio muchas alegrías a los suyos este domingo. Incluso les permitió soñar con la victoria. Al igual que los buenos minutos, también desde el perímetro, de Goran Suton y Jaime Fernández.
El capitán estudiantil celebró a lo grande sus 200 partidos en la Liga Endesa. No sólo fue un seguro de vida en la dirección, sino también en la anotación. Con ritmo y defensa, los suyos aplacaron la primera escapada seria del Madrid en la primera parte (10 puntos). Y maquillaron, aun con susto, la sentencia de la segunda mitad: de 15 puntos de renta madridista a cinco a falta de poco más de un minuto para el final.
Suerte que las virguerías de Doncic se tradujeron en suficientes puntos en el zurrón como para no sudar en exceso a la hora de la zozobra postrera. Porque el último parcial, además, se lo llevó Estudiantes. La fortaleza reboteadora compensó las lagunas en las pérdidas. Y, en definitiva, el niño se empeñó en que no se quería ir a casa con derrota de por medio. Consiguió lo que quería, claro. De paso, los ojeadores que asistieron a su arrebato (incluso rabioso, con grito incluido, tras un fallo) se quedaron con la copla de su nombre. Uno que a buen seguro no se les va a olvidar. Y todo justo dos años después de debutar como profesional. Vaya con el crío.