Qué caprichosos son a veces los objetivos de los fotógrafos. Hace poco más de un año, en el Palacio de los Deportes madrileño, Jeff Taylor ejemplificaba la frustración de un equipo al completo: el Real Madrid que, después de tres Final Four consecutivas de la Euroliga, quedaba apeado de la máxima competición europea a manos del Fenerbahçe turco (3-0). Ahora, Taylor no ha perdido su semblante serio, aunque también deja paso a los aplausos: su Madrid vuelve a la fase final continental (la quinta a la que se accede en los últimos siete años) y en el horizonte espera, una ronda más adelante que en 2016, el Fenerbahçe. Es decir, la venganza.
A los hombres de Pablo Laso todavía les escuece, y mucho, aquella eliminación. Por lo cerca que estuvieron de llevarse el primer partido en Estambul, por la dolorosa derrota del segundo y por decir adiós a Europa ante su público. Y eso que, siempre que puede, el técnico vitoriano no deja de alabar la actitud de los aficionados madridistas aquella noche aciaga. Ahora ha llegado el momento de recompensar el apoyo incondicional que se vio entonces. Con el título europeo, el que sería el décimo, a la vuelta de la esquina, y tras dos victorias consecutivas en Turquía, casi territorio prohibido para el Madrid, ante un más que temible Darussafaka.
Los precedentes de esta temporada arrojan la igualdad que se puede esperar de un choque entre dos colosos tan colosos de la actual canasta del Viejo Continente: una victoria para el Fenerbahçe en su casa, con polémica arbitral, y otra para el Madrid en la suya. Sin embargo, la última semifinal europea que midió a ambos equipos antes de la del próximo 19 de mayo no puede arrojar más optimismo para el vigente campeón español: 2015, Madrid, la novena Copa de Europa blanca.
Hay más supervivientes de aquel 96-87 en las filas blancas: Llull, Reyes, Rudy, Nocioni, Maciulis, Ayón y Carroll. Medio equipo es distinto en el caso turco: Bogdanovic y Vesely sobresalen. Y, cómo no, un Zeljko Obradovic que promete una nueva y apasionante batalla táctica con Pablo Laso, pupilo suyo en las canchas hace años. La fortuna y quizá también el destino parecen empeñados en enfrentar al técnico serbio con su pasado, aquel que le dio su tercer entorchado europeo en 1995, una y otra vez.
Hay muchas cosas que asustan del actual subcampeón de la Euroliga: el hecho de jugar en casa en la Final Four venidera, la plantilla que atesora (Udoh, Dixon, Kalinic y Datome entre otros, además de la pareja mencionada anteriormente) y, sobre todo, haber ido de menos a más esta temporada. En cuartos, algunos se atrevieron a dar como favorito al Panathinaikos ante los de Obradovic… y salieron escaldados. No todos los días se logra un 3-0 con factor cancha adverso. ¡Un 3-0 al que el Fenerbahçe lleva abonado tres temporadas consecutivas (también lo sufrió el Maccabi israelí en 2015) en los playoffs continentales!
Imagínense cómo llega el adversario del Madrid a la Final Four, su Final Four, que el dueño del Panathinaikos obligó a la totalidad de su equipo a regresar a Atenas en autobús desde Estambul. Una locura traducida a 12 horas de trayecto de las que sólo se libraron (y por voluntad propia) cuatro jugadores. La barrida del Fenerbahçe ha sido tan dolorosa que ha estado a punto de provocar la dimisión de Xavi Pascual como entrenador del conjunto griego a colación del episodio del bus eterno. Es una buena vara de medir para saber lo difícil que será batallar en el infierno turco.
Pero el Madrid está preparado para la guerra. Contra los elementos, contra Obradovic y contra una de las plantillas que más sabe buscarle las cosquillas a la suya. Por algo es el campeón de la fase regular estrenada esta campaña en la Euroliga. Por algo tiene en sus filas a un Sergio Llull con vitola de MVP; a un Anthony Randolph que acostumbra a crecerse en las grandes ocasiones; a un Luka Doncic que oposita a la mayor gloria imaginable en esto del baloncesto; a los Carroll, Hunter, Thompkins, Taylor y compañía, que tanto dignifican la profesión del secundario. Por algo llegará a la gran cita de su temporada habiendo asaltado Estambul por partida doble justo antes de la Final Four. Y, sobre todo, por algo muchos de sus integrantes guardarán en su fuero interno, bien presente, el fuego de la venganza. La que, si se consumase en la antigua Constantinopla, sería la mayor de todas.