Por fin, el cuento de hadas de Valencia Basket, uno que amagó grandes alegrías durante toda la temporada y que sólo había dejado pesares muy amargos hasta la fecha, tuvo final feliz. Después de los sinsabores que dejaron la Copa del Rey y la Eurocup, acariciando los títulos sin éxito, el baloncesto les debía una a los hombres de Pedro Martínez. Y vaya si se la devolvió: con justicia y a lo grande. Desde el minuto uno, quedó claro que los locales iban a hacer historia con su primera liga. Y que, por el contrario, el Real Madrid iba a cerrar con suspenso una temporada que prometía el mayor de los sobresalientes. Quién iba a decir a los parroquianos de la Fonteta que la primera liga, la que mejor sabe y sabrá, llegaría en el 30 aniversario del club [Narración y estadísticas: 87-76].
La historia del partido se acabó antes incluso del salto inicial. La serie tenía que cambiar mucho en lo que concernía al Madrid para que en Valencia no cantasen el alirón. Como queda claro, no hubo milagro. El cansancio físico y mental de la plantilla de Laso ha llegado a provocar que el vigente campeón rozase el ridículo en varios momentos de la serie, también en el cuarto y decisivo encuentro. Desde el segundo duelo por el título, las alarmas sonaron sin parar. Demasiados debes y pocos haberes en un conjunto absolutamente vapuleado por el rival durante buena parte de la eliminatoria. Los Llull, Ayón, Reyes y compañía sacaron fuerzas de flaqueza para amagar con una remontada en los últimos minutos (a seis puntos tras llegar a caer por 23), pero ni ellos mismos se la creyeron.
No cuando enfrente siempre hubo un equipo que, ante una oportunidad histórica, sacó a relucir sus mejores galas. Valencia ni siquiera necesitó de la mejor versión de Dubljevic (MVP de la final) para sacar de la pista al Madrid. Con Sastre y Thomas a pleno pulmón en la primera parte, a los taronja les sobró y bastó. Menos vistosos, pero no menos importantes, fueron Sikma y San Emeterio. También Vives, que ejemplificó durante algunos momentos la defensa feroz y presionante que sacó de sus casillas a los jugadores del Madrid en la primera parte.
Con un 29-11 de parcial demoledor en el segundo cuarto, media victoria y campeonato quedaron en el zurrón. Eso sí, los fantasmas de lo ocurrido en el partido decisivo de la Eurocup, con Unicaja llevándose el título en el último cuarto tras un arrebato de casta épico, volvieron a aparecer en la Fonteta. El Madrid, aun sin alma, metió el miedo en el cuerpo a los locales. En otra actuación para olvidar en ataque, con cada uno haciendo la guerra por su cuenta, la defensa llegó a meter en la pelea a los de Laso. Eso sí, acabaron pesando demasiado los fallos en el triple, los rebotes ofensivos concedidos, una falta de defensa interior muy sonrojante y, de nuevo, un alma casi inexistente.
Llull, como de costumbre, tuvo que multiplicarse para buscar una reacción que nunca llegó a consumarse. Sólo Ayón y Carroll pudieron seguir su ritmo, y a duras penas. Se jugó a verlas venir, sin tomar las riendas de una iniciativa de la que se apoderó por completo Valencia. Mientras el partido moría, y con él la carrera deportiva de Andrés Nocioni (triste epílogo para el argentino, con los abrazos celebraticios que demandó para colgarse la camiseta muy lejos de producirse), también pudo hacerlo la era Laso. Seis años cargados de éxitos, alegrías y un prestigio recuperado que bien pudieron pasar a la historia este viernes. Como también lo hará la gesta traducida en liga del Valencia Basket. Esto va por Luengo, Nacho Rodilla, Berni Álvarez, Bernard Hopkins, Rigaudeau, Tomasevic y tantos otros jugadores de leyenda. Para ellos es también este campeonato.
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