28 de marzo de 1990. 18 días después de iniciarse como entrenador profesional, Pedro Martínez levantaba su primer título: la Copa Korac, el segundo entorchado continental del Joventut de Badalona. El conjunto verdinegro se imponía por 96-86 al Scavolini de Pésaro italiano en el partido de vuelta de la final, haciendo bueno el más que valioso triunfo a domicilio de la ida (98-99). Allí estaban Villacampa, Montero, los Jofresa, Reggie Johnson, Lemone Lampley… y Martínez con su look y sus gafas al más puro estilo ochentero. Por mucho que, ya entonces, no quisiese ser protagonista. Igual que no lo ha querido ser ahora al conquistar la ACB con el Valencia Basket (87-76).
“Este triunfo pertenece a los jugadores. Han demostrado una profesionalidad fuera de toda duda y pienso que este triunfo es única y exclusivamente de los jugadores”, declaraba tajante ante las cámaras. Para después tener un gesto cargado de agradecimiento: “Herb Brown fue entrenador durante siete meses y yo pienso que realizó una buena labor. Por lo tanto, él creo que tiene una parte (del título). Pero no quisiera por eso que nos olvidáramos de que Alfred Julbe fue tres años entrenador de este equipo. Entiendo que su labor también se ha visto hoy”.
Sin echarse flores de ningún tipo, Martínez reconocía la confianza depositada en él en Badalona. Todavía sin alcanzar la treintena, su único logro en los banquillos era haber sido campeón de España júnior con el Joventut durante tres temporadas consecutivas. Antes, entrenó a equipos infantiles de colegio (Alpe y Claret), también a uno alevín (Clemfor), y en las categorías inferiores del Sant Josep de Badalona, al que llegó a dirigir en Segunda División. Era un don nadie, pero uno muy bueno. Lo demostraría poco después, eliminando al Real Madrid en tres partidos en las semifinales de la ACB y quedando subcampeón ante el Barça.
27 años después, aquel desconocido que acabó siendo primer entrenador de manera fortuita ha ganado, ya situado en la élite de los banquillos españoles, la primera liga de la historia de Valencia Basket. Como en su primer año, con el Madrid de por medio, al que ha pegado un baño táctico inmenso. Y, como en su primer título, con el colectivo por bandera. Nadie es más que nadie en este conjunto taronja, redimido de la pasada temporada y de las dos finales perdidas en la actual (Copa y Eurocup) con la mayor gesta de sus 30 años de vida. Un curso atrás, los récords, como a los Golden State Warriors con los que tanto se comparó a los valencianos, no dejaron ver el bosque.
La historia ha sido bien distinta esta temporada. Con tanto o más talento y sacrificio que el año anterior pero mucho menos ruido, todo ha sido más fácil y exitoso. Quizá Pedro Martínez haya volcado un poco esa personalidad suya, arrolladora en la cancha y cauta y calculadora fuera de ella, en este Valencia Basket. Él nunca gustó de grandes titulares y sabía que para mejorar lo presente había que hacerse notar menos. Ahí está, por ejemplo, su decisión de no atender a los medios más allá de las ruedas de prensa obligatorias tras el desgaste mediático de 2016: distracciones las justas.
O la de tener la sangre fría de decirle 'no' a un Barça necesitado de reconstrucción tras una de las peores temporadas de su sección de baloncesto. Ahora mismo, Martínez lo tiene todo en Valencia: calidad de vida deportiva y organizativa, premiada también con la disputa de la Euroliga la próxima campaña, y una plantilla envidiable. No sólo por sus grandes componentes extranjeros (Bojan Dubljevic, Luke Sikma, Antoine Diot, Will Thomas…), sino, sobre todo, por un bloque nacional más que sólido (Fernando San Emeterio, Rafa Martínez, Joan Sastre, Pierre Oriola y Guillem Vives).
Pero, a pesar de vivir uno de sus momentos más dulces, a Martínez no se le sube el éxito a la cabeza. Nunca lo hizo y, es más, se puede decir que ayudó a otros compañeros de profesión a alcanzarlo antes de ser él quien lo lograse. Es posible que el TDK no hubiese ganado la Copa del Rey ni la ACB a mediados de los 90 sin el poso que dejaron en Manresa sus cuatro años allí entre 1990 y 1994. Y qué decir de las bases que sentó en Gran Canaria.
El conjunto isleño no habría sido subcampeón de Copa y Eurocup con Aíto García Reneses ni campeón de la Supercopa con Luis Casimiro (ayudante de Martínez antes de eclosionar, por cierto) sin su desempeño previo: aquellas semifinales ligueras y coperas, aquellas presencias europeas y en los playoffs nacionales que tanto hubo que pelear.
En Las Palmas no le olvidan ni lo harán nunca. En dos etapas (2002-2005 y 2009-2014), fue capaz de convertir a los pío-pío en uno de los equipos más pujantes de la canasta española, con numerosos jugadores para el recuerdo: Sitapha Savané, Jaycee Carroll, Fran Vázquez, Roberto Guerra, Will McDonald, Javier Beirán, Eulis Báez… ¿El mejor entrenador de la historia del club? Posiblemente sí. ¿El lugar donde ha sido más feliz con su trabajo? Posiblemente también.
Sin embargo, Martínez no ha esquivado los momentos difíciles. Apenas estuvo unos meses en el Baskonia entre verano y otoño de 2005. Allí obtuvo su último título antes de esta liga: una Supercopa, hace más de una década. Dimitió en su segunda etapa en el Joventut (media temporada 94/95) y una mala racha también se lo llevó por delante en Estudiantes en 2007. Había durado poco más de un año.
Aunque sólo sea uno, su currículum también presenta el descenso del Ourense al término de la campaña 2000-2001. Llegó a mitad de curso y ya no pudo evitar el desenlace. Hasta sufrió la crisis inmobiliaria, que mató a un Akasvayu Girona al que llevó al subcampeonato de la Copa ULEB (ahora Eurocup) en 2008. Ese año, en noviembre, aterrizó en el Cajasol de Sevilla para lograr la permanencia a final de curso.
Un objetivo que también consiguió de vuelta en Manresa, al término de la temporada 2014-2015. Y en Salamanca, cerca de entrar en los playoffs en 1996, y Granada, en el curso 97-98. La LEB tampoco se libró del influjo de Martínez: llevó a Menorca hasta las semifinales en el 2000, como a Tenerife en 2002, con la Copa Príncipe de Asturias incluida.
Ni siquiera escapó al radar de la FEB y de la selección española. Primero fue ayudante de Lolo Sáinz en el Eurobasket de 1993. Después, en 1994, logró el bronce europeo sub23 en Liubliana (Eslovenia) con Galilea, Lasa, Lucio Angulo e Ismael Santos, entre otros, a sus órdenes. Quizá ese sea uno de los posibles retos pendientes de Pedro Martínez: ser, algún día, seleccionador nacional absoluto. Ahora es feliz a orillas del Turia, pero quién sabe. Él mismo ya lo dejó bien claro hace tiempo: “No me caso con nadie”. Matizamos: sólo con el (buen) trabajo.
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