Los últimos serán los primeros. Bien lo saben en la Euroliga, donde no hay rival pequeño. Por mucho que la clasificación pueda llevar a equívocos. Los jugadores del Real Madrid lo comprobaron en sus propias carnes este viernes: sus homólogos del Estrella Roja, tras cinco derrotas europeas consecutivas, despertaron. Y a lo grande, porque el colista jugó un baloncesto mucho más colectivo que el de los locales, demasiado dependientes de los momentos de genialidad de Luka Doncic. En cuanto la chispa del esloveno se apagó, nadie pudo llevar el timón blanco. Y la derrota, justa, fue la consecuencia [Narración y estadísticas: 83-87].
Dio igual que Rudy Fernández se echase el equipo a las espaldas en los últimos minutos, a golpe de triple. Los serbios, gracias a idéntica arma, se habían puesto 13 arriba poco antes y, por mucho que el Madrid empatase en pleno último cuarto, la distancia fue insalvable. No quedó otra que remar contracorriente, algo que ya dejó entrever un primer cuarto cargado de pérdidas (seis) y en el que los 12 puntos de Doncic fueron la única noticia positiva del periodo. Y casi que del partido. Mandar por siete fue un auténtico espejismo.
Las aportaciones de Thompkins y Causeur fueron demasiado inconsistentes. Iban y venían demasiado: Rudy y Carroll aparecieron muy tarde. Además, Doncic nunca logró volver a ser el de los 10 primeros minutos, a pesar de su enésimo hito estadístico. Mérito de los gordos para un Estrella Roja que logró minimizar su impacto y supo sacar mucho más jugo a sus integrantes. Eso sí, con Milko Bjelica y Taylor Rochestie como claros nombres propios. No hubo nada ni nadie capaz de frenar el ímpetu de ambos. En cuanto tenían la oportunidad de armar el brazo, lo hacían. Casi siempre con éxito. ¿Cansancio? ¿Qué es eso?
El equipo dirigido por el joven Dusan Alimpjevic no acusó los momentos de descanso o menor lucidez de sus líderes. Cuando Rochestie estaba con la lengua fuera, otros se ponían el mono de trabajo: Feldeine, Dobric, Dangubic, Davidovac… Era lo que se echaba en falta un minuto sí y el otro también en las filas locales: una mayor aportación colectiva. Que Doncic se diluyese era igual a un apagón generalizado. Lo fue con mayor crudeza, para desgracia del Madrid, nada más volver del descanso.
El parcial tan apretado que dejó el tercer acto (19-21) no pudo ser más engañoso. El Estrella Roja se aseguró medio triunfo y un viaje feliz de regreso a Belgrado entonces. El equipo serbio se graduó en actitud cuando más lo necesitaba. Sus jugadores mutaron en hormigas y fueron cosechando réditos para el duro invierno que les esperaba en los minutos decisivos.
En ellos, el Madrid intentó volver a la senda del triunfo a base de defensa. Estuvo a punto de conseguirlo. Pero no hubiese sido justo que lo lograse. Y no lo hizo: lo que Doncic dio a los suyos acabó quitándoselo con una pérdida capital en los últimos segundos. Olía a sangre y Pero Antic no dudó: triple y victoria atada a siete segundos del bocinazo. ¿Empiezan las urgencias continentales, con los de Laso ahora más cerca de las últimas plazas de playoff que de las primeras y con cinco derrotas, dos menos que todas las de la pasada liga regular europea? Desde luego.
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