Barcelona 2011, Londres 2013, Milán 2014, Madrid 2015, Estambul 2017 y Belgrado 2018. Son las seis Final Four de la Euroliga a las que ha conseguido acceder el Real Madrid en las últimas ocho temporadas. Cinco de ellas llegaron bajo la dirección técnica de Pablo Laso. El entrenador que ha conseguido que frases como la siguiente, mostrada este viernes en un tifo desplegado en el WiZink Center, vuelvan a cobrar todo el sentido en la sección de baloncesto madridista: “Una camiseta blanca, un escudo redondito y muchas Copas de Europa”. Porque, sí, el hermano pequeño del club no tiene nada que envidiarle al mayor. Pero nada en absoluto. Los blancos tenían que huir del infierno de un quinto partido en el OAKA y rematar la serie contra el Panathinaikos en casa… y lo hicieron. Vaya si lo hicieron, en un cuarto partido que tuvo contundencia y suspense a partes iguales [Narración y estadísticas: 89-82].
El Palacio empezó a atisbar la victoria desde el segundo cuarto. En un visto y no visto, Sergio Llull reventó el marcador. Con dos triples consecutivos de 'El Increíble', el Madrid se puso a ganar por nueve puntos. Pero el petardazo del menorquín no acabó ahí. De hecho, inició toda una explosión colectiva. Primero, Carroll se puso el disfraz de artillero que tan bien portó en el segundo y en el tercer duelo. Después, Felipe Reyes hizo lo propio, con un final de cuarto excelso en la zona. De repente, los locales pasaron a mandar hasta por 17 puntos. Y todo lo inició y terminó Llull, con un clínic raudo pero magistral en el pase (seis asistencias en un visto y no visto).
Que el Madrid tenía más hambre que el PAO ya había quedado patente cuando Gustavo Ayón se desató a gusto bajo tableros en el primer cuarto. Lojeski, con mucho esfuerzo, era el único que mantenía a flote a los griegos. Calathes y James sólo aparecían a cuentagotas, y esa era la mejor noticia posible para los intereses madridistas. Poco importó que los triples no entrasen ni por lo civil ni por lo criminal en los 10 primeros minutos (0/6). Ya llegaron a partir del segundo acto para quedarse.
Porque el buen trabajo previo al descanso (sin olvidarse de la defensa: el partido empezó con pocos puntos y siguió esa misma tónica durante muchos minutos en cuanto al Panathinaikos) no cayó en saco roto más tarde. Había llegado el mejor momento de Luka Doncic en la serie. Con sus aciertos exteriores, la grada se solidarizó aún más con la causa de sus chicos. En el bando contrario, no había luz al final del camino. Quién sabe si Mister Giannakopoulos, desde la distancia, no hubiese preferido que los orgullosos verdes decidiesen abstenerse de comparecer en la segunda mitad.
Pero había que jugar dos cuartos más: la teoría de la conspiración arbitral lanzada horas atrás quedó absolutamente desmontada (si es que alguna vez tuvo vigencia) en la pista. Además, el Panathinaikos tenía que caer con honor. Hasta el punto de colocarse a tres puntos (85-82) a poco más de minuto y medio para el bocinazo. ¡Tras llegar a caer por 22! Sin duda, Pascual y los suyos han demostrado mucho valor en esta eliminatoria.
No obstante, prevaleció la total falta de piedad que el Madrid mostró por momentos con sus adversarios. La parroquia, borracha de disfrute, no pudo bajar la guardia celebraticia en ningún momento durante la segunda parte. Si no era Doncic quien levantaba de sus asientos a los aficionados, lo hacía Llull. O Thompkins. Aunque, como el Panathinaikos volvió a meterse en el partido a última hora (con Antetokounmpo poniéndole un punto polémico al sprint final), el sufrimiento no quedó desterrado por completo.
Tocó pedir la hora, como en casi toda la serie, pero Reyes y Doncic sentenciaron a base de garra. Sin el predominio del colectivo, la gesta no habría sido posible. La de toda una temporada en la que, con lesiones de hombres importantes pero sin excusas y respondiendo en cada partido clave que se presentó, el Madrid ha dado la talla. Tanto como para que, por decimocuarto año consecutivo, el baloncesto español tenga un representante entre los cuatro mejores equipos de Europa. En 20 días, el Chacho y su CSKA esperan en semifinales (Fenerbahçe contra Zalgiris en el otro cruce). Más allá, puede que la gloria. Y todavía habrá quien hable de dimisiones...
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