Hace décadas que un aparato irrumpió en el pelotón y sólo unos años que tomó hegemonía. Se llama potenciómetro y mide los vatios que el ciclista genera con sus pedaladas. Se usa para determinar la calidad y la capacidad del motor del corredor, para guiar su entrenamiento, para evaluar su desempeño. Algunos también han intentado aplicarlo para detectar indicios de dopaje, trazando líneas en la arena (x vatios sostenidos durante x tiempo) más allá de las cuales una actuación es, a su juicio, fisiológicamente improbable o imposible.



Los vatios cuentan una historia más fría que la carrera pura. No hay tácticas más allá de cómo se gestionan las revoluciones del motor; no hay miradas más allá de los vistazos que ciertos competidores tratan de echar sobre las pantallitas del potenciómetro de su rival, muchas veces cegado con una conveniente tira de cinta aislante para evitar indiscreciones. No obstante, en ocasiones esa fría historia es la única que existe.



Generalizando mucho, a partir del 8% de pendiente, el ciclismo de carretera se reduce a un concurso de cifras: quien tenga mejor ratio entre vatios desarrollados y peso arrastrado será, a la larga, el más rápido y el más fuerte. Así estrangulaba Sky a sus rivales: desplegando uno, dos, tres escaladores con números iguales o superiores que el resto del pelotón para escoltar a su líder Chris Froome, rey del vatio/kilo gracias a un gran motor y una constitución escalofriantemente magra.



El prólogo del Critérium du Dauphiné disputado en Les Gets era, esencialmente, una muestra de ese género de competición. Cuatro kilómetros al 10% escalados a balón parado, con paredes del 20%. “Una cuestión de potencia relativa”, dijo sonriente en meta Alberto Contador (Tinkoff). El pinteño salió ganador por 6” sobre el australiano Richie Porte (BMC) y 13” sobre Froome.



“Era un test para comprobar mi estado de forma y qué tal habían marchado los entrenamientos”, elaboró Contador. Por su parte, Froome, el derrotado del día después de liderar la crono durante casi una hora, también realizó un balance positivo. “Estoy feliz con mis números”, fue su análisis, siempre con un ojo en la pantallita. “Las sensaciones han sido buenas. Aún me queda trabajo por hacer de cara al Tour de Francia, pero estoy contento con mi preparación hasta ahora: ha sido un poco distinta a las anteriores, mucho más lenta, lo cual espero que me permita llegar en mejor condición física a la tercera semana del Tour”, explicó a los periodistas.



¿Qué nos cuenta la jornada de hoy pensando en el Tour? Poco. Extrapolar a partir de un esfuerzo tan explosivo puede llevar a conclusiones equivocadas. “Es el primer día de carrera [después de un largo parón] y no sabes cómo responderá el cuerpo, no sabes cómo te vas a encontrar”, advirtió Contador en la previa. Sus palabras son siempre prudentes y ambiguas, lindando con aquello que los ingleses llaman ‘understatement’ y nosotros podríamos traducir por “modesto eufemismo”; aquí resultan certeras.



Aquellos que han estado lejos de los puestos de honor, como Fabio Aru (Astana) o Purito Rodríguez (Katusha), tienen razones para no tirarse de los pelos. Esto no es óbice para que otros como los españoles Jesús Herrada (Movistar Team), Dani Navarro (Cofidis) y Mikel Landa (Sky), que ocuparon los puestos del 10º, 11º y 12º respectivamente, estén orgullosos de una prestación que delata el potencial y la condición de sus piernas.



Ya vestido con el maillot amarillo de líder provisional del Dauphiné, Alberto Contador aseveró que no pondrá particular empeño en defender su posición. “No vamos a morirnos ni a gastar todas las fuerzas aquí, ni yo ni mi equipo”, dijo; “el objetivo es ponernos a punto para el Tour. Hay equipos como Sky que vienen pensando en la general; nosotros pensaremos día a día”. El próximo duelo de relieve entre aspirantes a la Grande Boucle vendrá el martes, final en la cuestecita de Chalmazel; el lunes toca sprint con Alexander Kristoff (Katusha), John Degenkolb (Giant-Alpecin) y el boxeador Nacer Bouhanni (Cofidis)

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