El primer día de descanso suele marcar el ecuador de una carrera de tres semanas. En esta Vuelta a España no llega para el lunes, como era tradición, sino el martes. Pero antes viene todo un clásico del ciclismo español como son los Lagos de Covadonga. Una cima mítica de los 80 y 90 que, sin embargo, parece haber perdido parte de ese halo mágico que la envolvía frente a la dureza de otras cumbres exploradas en fechas más recientes por la organización.
La carrera sigue, como viene siendo costumbre en las últimas ediciones, abierta y con la general en un puñado de segundos. Pero precisamente el favorito que más lejos está en la tabla es a día de hoy el hombre sobre el que están puestas todas las miradas: Alberto Contador. El madrileño corre su última grande con Tinkoff y llega vivo a una carrera que casi lo mata varias veces. Pero en los Lagos siempre pasan cosas importantes. Muchas más de las que puedan ocurrir en un muro de dos o tres kilómetros. En una carrera, la leyenda de un puerto también influye. Pesa sobre los corredores. Y la subida asturiana por excelencia en el ciclismo no va a pasar inadvertida tampoco esta vez.
Los Lagos han sido parte de lo mejor y lo peor del ciclismo español. Allí se vistió de líder por primera vez Perico Delgado en la Vuelta de 1985. Dos semanas después, el segoviano conquistó su primera Grande. Tendría que pasar más de una década para, ya en 1996, ver como antes de llegar a sus faldas otra leyenda de nuestro deporte como Miguel Indurain se bajaba de la bicicleta en lo que casi fue su retirada efectiva del ciclismo profesional.
Volviendo a Contador, está a día de hoy situado en séptima posición a 2’01” de David De la Cruz y un poco más cerca de Nairo Quintana. Su retraso actual con Froome es de 1’12”. En la Vuelta los minutos no caen con tanta facilidad como en el Tour, pero en el primer puerto verdaderamente largo y duro –con el Fito por delante para desgastar un poco más- y con diez días en las piernas, el madrileño empieza a ver la carrera de cara.
Porque, siendo honestos, ya era difícil que pudiera ir peor. Se dejó tiempo en la crono por equipos. Algo que ya esperaba, aunque quizás fue más de lo debido. En Ézaro también tuvo un mal día, achacado por él mismo a una deshidratación. Como él dijo, se le había puesto el corazón “a 200 pulsaciones”. Algo que también suele pasar cuando un corredor llega sin chispa. Por otra parte, la caída parece no haber sido más que chapa y pintura tras hacer una buenísima subida a La Camperona, en la que terminó por superar a todos sus rivales salvo a Nairo Quintana.
Los Lagos de Covadonga son una buena oportunidad para Contador de recuperar terreno, sobre todo teniendo en cuenta que después viene un día de descanso ideal para terminar de poner a punto el cuerpo. Pero quizás el mayor factor a favor del madrileño para remontar y llevarse la Vuelta sea que es el único corredor en clara progresión física durante la carrera. Froome viene de hacer Tour y Juegos Olímpicos. Nairo tuvo que tirar de clase en la ronda francesa para amarrar el podio. En cambio, el abandono antes de tiempo hace que Contador venga en un estado en el que cada día más de competición le va a hacer mejorar. Por eso es de esperar que a partir del segundo fin de semana sea aún más decisivo.
“Quiero mantener este nivel. Pero si se da la oportunidad, obviamente voy a atacar”, dijo el madrileño tras la meta del Naranco. Entre el precedente de la Camperona y esa velada intención disfrazada de prudencia, debe quedar claro que Contador está preparado para darle la vuelta a una carrera que se le había puesto en contra.