Una noche de agosto, un mensaje en el móvil. Viene de un amigo que está completando su primera temporada como ciclista sub23. Habíamos hablado el día antes: iba a correr una vuelta de dos etapas en la cual necesitaba agradar a su director para que le conservara la temporada siguiente. En esas categorías, relativamente oscuras, quedarse fuera del equipo de la zona es un drama porque obliga a viajes más largos, a un cambio de entorno que puede ser traumático para un chaval de 18 años… Si es que encuentra otro equipo en el que seguir compitiendo, claro.
¿Qué es el Stilnox?, me pregunta. Es una droga para dormir, le contesto. Un compañero ha traído una caja y me la ha ofrecido diciéndome que dormiré mejor y andaré más mañana; ¿Me la tomo? Pues… ¿Tú tienes problemas para dormir? No. Entonces, ¿para qué te la vas a tomar? Dos horas después, otro mensaje. Tío, esto es flipante. En la cena todos los de mi equipo estaban como agilipollados, incapaces de conversar y hasta de comer. En Babia.
Unos meses después, tomé café con otro ciclista que también corrió esa prueba. Le comenté el suceso del Stilnox y se rió con complicidad. La gente se toma cualquier cosa. En mi equipo, por ejemplo, suelen tomar Hemicraneal y Adolonta. ¿Qué? Sí. La Hemicraneal es algo así como paracetamol con cafeína, y sirve para enchufarse. La Adolonta es tramadol; si te la tomas eres capaz de sufrir más. Lo malo es que no te enteras de cuándo estás reventando y pegas unos setazos impresionantes: te quedas parado, incapaz de dar una pedalada más. ¿Y cómo carajo tomáis eso? Lo toman los de tal equipo profesional. ¿Quién os lo ha prescrito? Nadie. ¿Lo habéis consultado con algún médico o algo? No.
Qué es realmente el dopaje
El dopaje es un fenómeno tácito y de imitación. Rara vez el técnico se acerca al deportista con una caja de productos prohibidos y una planificación de cuándo consumirlos. No obstante, estos sienten sobre sus hombros una presión que les incita a buscar cualquier forma de incrementar su rendimiento. De dónde viene es difícil de esclarecer. Puede ser la familia. Puede ser la necesidad de validación social. Puede ser la urgencia de firmar un contrato para la siguiente temporada. Puede ser la envidia. Puede ser el ego. De la felonía del deportista extrae beneficio todo su entorno, que lo incentiva implícitamente pero jamás asumirá su responsabilidad cuando pinten bastos.
Precisamente porque nadie quiere mancharse las manos, los superiores no suelen recomendar doparse a sus subordinados. Al contrario: los consejos suelen ser inter pares, de atleta a atleta. Por eso, la capacidad de acción de los técnicos y las autoridades para prevenir el dopaje es limitada. Pese a sonoros casos de dopaje organizado, el papel de los médicos dentro de los equipos no es tanto incrementar el rendimiento de los deportistas como preservar su salud. Pese a sonoros casos de corrupción, el espíritu de muchos controles antidopaje es por encima de todo impedir que el juego con la fisiología vaya demasiado lejos. No son policías cazando ladrones, sino intentando evitar que se maten en su inconsciencia.
La cultura de la píldora
Hace cuatro años, el ciclista-artista Steve Cummings ganó la última etapa de la Vuelta a Pekín. Minutos después, su compañero de equipo Taylor Phinney tuiteó: “Me encanta verle ganar porque tiene la misma política que yo y no toma píldoras de cafeína ni analgésicos”. Días después, el estadounidense, un dechado de virtudes que ejerce de verso libre en el pelotón y pinta en sus ratos libres, ofreció una magnífica y esclarecedora entrevista en VeloNation en la cual denunció lo que él llamaba “la cultura de la píldora”. Hablaba del uso y abuso de sustancias permitidas como las citadas en párrafos anteriores; de cómo éstas servían para aumentar el rendimiento y por ende podían ser consideradas como dopaje; y de su potencial efecto como puente hacia las sustancias prohibidas.
Para evitar este tipo de áreas grises nació el Movimiento Por un Ciclismo Creíble. Se trata, esencialmente, de un grupo de equipos ciclistas que se autoimpone unas normas antidopaje más férreas que las promulgadas por la AMA y realiza campañas de publicidad y propaganda destinadas a difundir sus ideas y señalar sustancias y actuaciones cuestionables.
Una de sus grandes batallas es librada contra el tramadol, un potente opiáceo que es utilizado como analgésico y prácticamente actúa como un narcótico. Su uso en el mundo del ciclismo es, o ha sido, muy habitual. Todos los corredores y médicos tienen historias de caídas absurdas provocadas por ciclistas que competían adormecidos. “Se ha puesto de moda dar botellines al final de las carreras con un cóctel de sustancias como tramadol”, contaba Phinney en su entrevista. “Ves muchas caídas estúpidas que no me sorprendería que vinieran provocadas por estos botellines”.
El equipo Sky ha sido particularmente cuestionado sobre el uso de tramadol. Algunos de sus excorredores, como el canadiense Michael Barry, han hablado sobre cómo era utilizado libremente en su seno. La respuesta del equipo fue solicitar su prohibición en abril de 2014. A día de hoy, la AMA no ha prohibido todavía el tramadol.
El hecho de que la mayoría de ejemplos que ilustran este texto estén relacionados con ciclismo responde a que quien escribe es un periodista especializado en este deporte. No obstante, existen casos de abusos de sustancias permitidas en otras disciplinas. Sonado fue el de Daniel Agger, exfutbolista del Liverpool, que en su retirada reveló una larga y perniciosa adicción a los antiinflamatorios. Los tomaba para prevenir y mitigar lesiones. Solía sentirse abotargado durante los partidos y, para evitarlo, contrarrestaba con cafeína. A veces no bastaba y tenía que pedir al entrenador que le sustituyera porque sencillamente era incapaz de jugar.
Consecuencias personales
A principios de siglo, un ciclista fichó por un equipo de primer nivel. En la primera concentración, le sentaron frente al médico. ¿Qué has tomado hasta ahora? Tal y tal. ¿Sólo eso? Sí. Pues apunta lo que vas a tomar desde ya. ¿Puede escribírmelo usted, por favor? No. El doctor recitó una retahíla de sustancias y posologías. Y si algún día te encuentras triste, te tomas un Prozac. Efectivamente, el corredor sintió decaer su estado de ánimo; cuando llegó la época de competición y estrés, se vio sumido directamente en una depresión de la cual tardó un año y medio en salir para desesperación de su familia.
El lado verdaderamente oscuro del deporte de alto nivel en general y del dopaje en particular es cómo afecta psicológicamente a los atletas. El uso prolongado de cualquier sustancia, aun permitida o prescrita, deja un poso difícil de borrar. Productos como los corticoides pueden tener un efecto euforizante que resulta adictivo. El Stilnox, un popular somnífero, produce un colocón magnífico, amnésico y sin resaca mezclado con alcohol, lo cual ha provocado que sea utilizado como droga recreativa. A la mañana siguiente de usarlo, el deportista debe tomar varios cafés para activarse. Entra así en un círculo vicioso en el cual cada vez necesita más de cada sustancia y de su antídoto.
La solución
La noche después de una carrera sub23, dos exciclistas que ahora ejercen de directores deportivos en equipos de formación recuerdan entre risas y gestos de condescendencia historias de compañeros que abusaban del Stilnox. Yo me acuerdo de una vez que hice habitación con este; a las tres de la mañana se despertó y empezó a reptar buscando su mochila para tomarse otra pastilla. Pues yo me acuerdo de este otro que se quedó dormido en el desayuno y se estrelló una tostada de mermelada en la frente. Se ponen serios. ¿Tú has pillado a alguno de tus chicos con pastillas de estas? No. Y, como pille a uno, le echo del equipo. Sea quien sea. Por suerte o por desgracia, conocer las consecuencias de la trampa es la mejor concienciación posible.
12 de la noche en un bar de Mallorca. Con cuatro cervezas en el cuerpo que ha tomado para celebrar su cumpleaños, un deportista se desahoga. “Me jode que alguna gente piensa que todo el mundo sigue dopándose. Pierden la perspectiva de que el deporte debería servir para disfrutar, para llegar un poco más lejos cada día y, en última instancia, para ser feliz. Estoy seguro de que el cuerpo funciona mejor limpio. A largo plazo, doparse es muy perjudicial. Nunca sale bien. Si te cazan, llevarás una mancha en tu espalda. Si no te cazan, la llevarás en tu conciencia”. Rompe: “Preferiría retirarme antes que doparme”.
¿Y el uso de sustancias permitidas? “El problema ahí es que la gente no conoce sus límites. Si tomas analgésicos, llevas el músculo hasta el límite en que explota. Si tomas demasiada cafeína, necesitarás tomar pastillas para dormir. Yo intento evitar todas las sustancias porque considero que el cuerpo está diseñado para rendir a su 100% y buscar el 110% le puede dañar. Pero a partir de cierta carga de trabajo necesito cafeína para arrancar. Por las noches dejo las pastillas de dormir en la mesita. Si logro dormirme sin ellas, perfecto. Si a medianoche sigo despierto, me tomo una”.
Y así sucede.
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