Tras la primera semana del Giro de Italia, un ciclista británico lidera la clasificación general de la carrera. Sin embargo, no es el que cabría esperar: Simon Yates, en lugar de Chris Froome, viste la maglia rosa en estos momentos. Mientras el ciclista del Mitchelton-Scott muestra una solidez descomunal en lo que va de Corsa Rosa (sobre todo, en los finales en alto), el líder del Sky sufre. Tanto como para afirmar que quizá se encuentra en su peor momento de los últimos años.
Hace demasiado tiempo que Froome no acudía al Giro (36º en 2009 y abandono en 2010) como para achacar esta crisis a que la primera grande de la temporada se le da mal. Lo que ocurre es que las sensaciones del dorsal 181 han tendido más hacia el pesimismo que hacia el optimismo desde que se inició la carrera. Por mucho que el corredor más laureado de los últimos tiempos haya llegado a afirmar en ciertos momentos que cada día se encontraba mejor, los hechos han afirmado lo contrario.
El bucle de desdichas continuas empezó en Jerusalén, donde Froome se cayó horas antes de tomar la salida. Ocurrió mientras se entrenaba en el circuito del prólogo, en el que su principal rival por el cajón más alto del podio en Roma, Tom Dumoulin, le sacó ya 37 segundos. Más adelante, tras la llegada a Italia, cedió 23 en Caltagirone (Sicilia). Y, aun así, no perdía de vista demasiado ni al holandés ni la primera posición de la general. Por mucho que apretar los dientes hubiese estado a la orden del día, sin sobresaltos que lamentar después, en ciertos finales de etapa.
Una caída bajo la lluvia en el octavo día de Giro tampoco pudo con Froome. Pero sí el arreón final de varios favoritos en la novena jornada de competición, con motivo del segundo final en alto de esta edición en Gran Sasso. Fue entonces cuando la debilidad del campeón de cinco grandes vueltas quedó ratificada por completo. Mientras Pinot, Yates, Miguel Ángel López y Dumoulin se batían por el primer puesto en meta, ni el gran favorito ni Fabio Aru podían estar en la pelea con el resto de gallos.
Las consecuencias de esa pájara final no tardaron en quedar reflejadas a nivel de tiempos: Froome perdió 1'07” en la etapa y pasa a estar a 2'27” de Yates en la general. Aún queda montaña y carrera de sobra para recortar distancias e incluso para llevar el jersey de líder, pero el tiempo (nunca mejor dicho) empieza a apremiar al británico. Eso sí, no tanto como llegó a hacerlo en el tercero de los cuatro Tours que aparecen en su palmarés: el de 2016.
Entonces, Greg Van Avermaet reventó de forma parcial la carrera en Francia, tras una quinta etapa durante la que ofreció una exhibición descomunal. Integró la escapada del día durante unos cuantos kilómetros y después, a 30 de meta, se fue en solitario a por la victoria. La logró con más de cinco minutos de renta sobre unos cuantos grandes nombres del pelotón: Alaphilippe, Valverde, 'Purito' Rodríguez, Aru, Nairo Quintana, Dan Martin… Froome, claro, también estaba entre todos ellos, a 5'17”.
La renta de Van Avermaet quedaría intacta en la sexta etapa, pero aumentaría hasta casi seis minutos con respecto a Froome (5'57”) tras la séptima. Como volvió a colarse en la escapada de rigor, el belga consolidó su maillot amarillo. Sin embargo, lo perdió unas horas después, cuando el vigente ganador del Tour atacó para asaltar el liderato y mantenerlo ya hasta el final de la carrera.
En el Sky trabajaron con mucho ímpetu para que su estrella pudiese atacar en plena bajada del Peyresourde. Esa jugada, en los últimos kilómetros del día, fue maestra. Aquel Froome, no obstante, dista mucho del rodeado por la sombra del dopaje y carente (en teoría) de piernas en la actualidad. Tampoco se había mostrado especialmente lúcido en la Vuelta a Andalucía, la Tirreno-Adriático y el Tour de los Alpes, pero se le esperaba con una actitud mucho más ofensiva en el Giro.
Le queda montaña para lucirse (Zoncolan, Colle delle Finestre y Cervinia, sobre todo). E incluso la contrarreloj de Trento. Pero Froome necesita reivindicarse de alguna manera cuanto antes. No sólo por los rivales con los que ya contaba, sino también por el aire fresco de un Yates que promete batalla. Que nadie diga que el joven no avisó en los tres últimos años: sexto en la Vuelta a España de 2016 (una etapa), séptimo en el Tour de 2017 (maillot blanco) y, este año, segundo en la París-Niza (una etapa) y cuarto en la Volta a Cataluña (una etapa).
Es posible que, aun con el espíritu de aquella remontada concentrada en un solo ataque hace dos años, Froome hinque la rodilla ante el enemigo de casa. Este Giro todavía está a tiempo de convertirse, quién sabe, en el del relevo generacional en el ciclismo británico. Aunque la realidad dictamina que el gran campeón reciente sobre la bicicleta tiene muchos corredores en los que pensar más allá de Yates en estos momentos: Chaves, Dumoulin, Pinot, Pozzovivo, Carapaz, Bennett, Dennis, Bilbao y Woods. Casi nada con el trabajo por hacer.
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