Hay una imagen que describe muy bien la situación de Movistar en este Tour de Francia. Alpe d’Huez. Mikel Landa cruza en quinta posición la línea de meta a 7 segundos de Geraint Thomas, el líder de la general. Deja su bici apoyada en un muro y se sienta. Los periodistas españoles se acercan a recoger sus primeras impresiones. Él no puede siquiera mirarles. Da un sorbo a una Fanta de naranja. Baja la espalda. Agacha la cabeza. No se mueve durante 20 segundos. El sufrimiento es brutal. El corazón, a punto de estallar.
Algo después, entre tosidos, le pide al periodista que está a su izquierda que se aparte para poder estirar la espalda, la misma que el miércoles le hizo perder tiempo en La Rosière, la misma que chocó contra el asfalto en Roubaix y se convirtió en su calvario.
“El día se me ha hecho durísimo”, confesó después. “Me duele la muchísimo espalda. Es un problema muscular, y por mucho que quiera olvidarme, no puedo. Iremos día a día”. El mismo quebradero de cabeza tuvo el miércoles y, a pesar de ese dolor, es el mejor colocado de Movistar en la general.
El alavés es séptimo a 3’13’’ de Thomas, el supuesto gregario de Froome que ya le saca 1’39’’. Nairo Quintana, la referencia de Movistar, marcha noveno, justo un minuto detrás del ciclista alavés. Alejandro Valverde, que el martes llegó a ser en algún momento líder virtual de la general, ya está a 9’07’’ del amarillo: un mundo.
Tras el tríptico alpino, Eusebio Unzué, director la escuadra telefónica, debe estar desesperado. Estos dos últimos días ha intentado mover la carrera con el murciano y situando a alguno de sus otros hombres —Marc Soler, Andrey Amador— en las escapadas. Valverde saltaba a 80, a 50 kilómetros de meta. A ratos se le veía con piernas, incluso bromeando con los ciclistas a los que adelantaba, pero cuando llegaba el último puerto —La Rosière, Alpe d’Huez— su escapada era historia. Ya sin fuerzas, no podía apoyar ni a Landa ni a Quintana. Era uno más de esos quijotes que se quedan por el camino.
"A veces la valentía se paga", defendió Unzué el miércoles, "pero sabíamos que no íbamos a disputar la clasificación con Alejandro. Queríamos que fuera un desgaste para Sky y que después lo aprovecharan Mikel y Nairo. Fue un buen trabajo sin recompensa". Y que salió con más castigo aún: las diferencias con Sky solo han aumentado.
El equipo británico parece imbatible. Ellos controlan el pelotón, marcan el ritmo, deciden cuándo ha llegado la hora de cazar a la fuga. Y no solo eso. También tienen piernas mejores que el resto. Mientras que en el comienzo al ascenso de La Rosière el resto de equipos contaba con uno o ningún gregario para su líder, los ocho hombres de Sky se mantenían en cabeza para dominar la carrera. En Alpe d’Huez, más de lo mismo. Mantuvieron a Egan Bernal, colombiano de tan solo 21 años y gregario de lujo, para neutralizar los primeros ataques de Romain Bardet y Quintana. Bernal aguantó más en el grupo de los favoritos que su compatriota colombiano.
"Ha puesto un ritmo asfixiante", reconoció después Landa. Quintana coincidía: "Ha sido un día realmente rápido y no tenía más fuerzas en la subida final". Se quedó descolgado cuando aún quedaban ocho kilómetros. "Lo he dado todo. No podía hacer más".
El colombiano se había preparado a conciencia este Tour de Francia. Lo veía como su gran oportunidad después de tres podios y una actuación desesperante en 2017. Tenía que reivindicarse. Pedía los galones del equipo. Planificó toda su temporada para llegar más fresco.
Desde Movistar comentaban al comienzo del Tour que sus tres líderes podían batir a Sky en la montaña, que los dos equipos eran igual de fuertes. Los tres primeros días han sido, en palabras de Unzué, "un jarro de agua fría". Quedan por delante dos jornadas en el Macizo Central y una semana en los Pirineos. A sus hombres se les va acabando el tiempo.
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