Las crónicas sobre los cambios anímicos de Cristiano Ronaldo no varían mucho con el paso de los años: pese a sus éxitos, la estrella del Real Madrid no termina de ser feliz en Chamartín. El portugués asistió este lunes en Londres al estreno mundial del documental Ronaldo, que aborda su vida y sus hazañas deportivas. Es el último Balón de Oro (en teoría, el mejor futbolista del mundo en 2014), ingresa más de 35 millones anuales y no hay semana en que los periodistas (según el portugués “una raza aparte”) le adjudiquen una nueva y despampanante novia. Se ha convertido, tras sólo seis temporadas, en el máximo goleador histórico del club más laureado del mundo, que le dedica constantes actos de reconocimiento. La vida parecería sonreírle. El futbolista, sin embargo, sigue emitiendo señales de frialdad. Esta temporada, cumplidos los 30 años, su actitud distante viene acompañada de un decaimiento deportivo: aunque sus cifras en bruto (8 goles en Liga, 5 en Champions) son mejores que la de muchos delanteros, el ‘crack’ portugués no ha marcado en 7 de los 11 partidos ligueros y la semana pasada mostró una apatía desconcertante en sus paupérrimos partidos contra el PSG (quizá la peor actuación de su carrera) y Sevilla.
CR7 juega por deseo propio todos los minutos en Liga y Champions. No obstante, su peso en el equipo ha descendido de forma preocupante esta temporada. Tira a puerta bastante más que el año pasado, pero su acierto ha bajado notablemente respecto a la era de su admirado Ancelotti: un 12% frente a un 26% el año pasado. Mete un 50% por ciento de goles menos que en la última temporada (1,4-0,7 por partido), según datos de Opta Sports. Remata tres veces más a puerta que Benzema, por ejemplo, pero sólo ha metido dos goles más que el francés (habiendo jugado el doble de partidos). No se trata sólo de caer víctima de su propio éxito. Contra el PSG no tocó un solo balón dentro del área francesa.
El Madrid defiende con diez
Cristiano está completamente liberado de obligaciones defensivas: en las gradas del Bernabéu y en los bares de Madrid comienza a irritar su pasividad y las cámaras de televisión se ceban cada vez más en sus aparatosas quejas a compañeros cuando no le pasan el balón o lo pierden. Cuesta recordar la última vez que regateó a alguien y sólo ha marcado dos goles en las últimas 85 faltas lanzadas. Su falta de sintonía con Benítez, casi instantánea, se ha traducido en un problema para el entrenador, incapaz de sentar a su gran estrella en el banquillo aunque sea para darle descanso: Ronaldo no juega sólo para el equipo, juega también para sus récords.
La desconexión futbolística del genio se añade al discurso enigmático con el que responde a los gestos de un club empeñado en conservarle hasta su jubilación. La herida de su fiesta de cumpleaños (el 'affaire' Kevin Roldán) tras perder 4-0 en el Vicente Calderón en febrero pasado aparenta seguir abierta: Cristiano expresa su incomodidad cada vez que puede. El día del PSG, Florentino Pérez recibió a los jugadores al pie del autobús, como suele hacer el presidente blanco los días 'grandes'. “¿Por qué lo has dicho?”, le espetó Pérez (palmadita en la cara incluida) cuando el jugador se dirigía desde el autocar al vestuario del Bernabéu. Se refería a unas declaraciones publicadas por la revista Kicker en las que el portugués repetía un mensaje ya conocido: “¿Irme del Real Madrid algún día? ¿Por qué no? En este momento yo juego aquí, pero nunca se sabe”.
La entrevista, se supo después, había sido hecha en agosto. Cristiano le aseguró al presidente que no había dicho nada parecido. Pero la brecha se reabrió. Ronaldo jugó un partido indigno de su categoría. Al retirarse del campo dio un abrazo al entrenador francés, Laurent Blanc, y le susurró algo al oído: según él, "habéis jugado muy bien. Nos vemos en la final"; según el diario Le Parisien, “me gustaría trabajar con usted en el futuro”.
'El fichaje del siglo'
Aquella noche, después de las duchas, Cristiano saludó cariñosamente al propietario del PSG, Nasser Al-Khelaïfi, el mismo hombre que dijo en 2013 “mi sueño es fichar a Cristiano” y prometió tener dinero para ello. En Francia lo llaman 'el fichaje del siglo'. Ángel Di María o Thiago Silva, figuras del club francés, ya se han referido positivamente al hipotético traspaso del portugués. Su representante, Jorge Mendes, ha salido a decir de nuevo que Cristiano se retirará en el Real Madrid, pero justo entonces se conocía otra entrevista en la versión inglesa de FHM según la cual “definitivamente estoy pensando en jugar un año en Estados Unidos. Siempre digo que jugar y vivir allí es posible”.
El Sevilla había sido hasta ahora la víctima predilecta del 'crack' luso: cuatro 'hat-tricks' y un póquer. El domingo disparó cinco veces a puerta, pero dos tiros se marcharon fuera y otros dos acabaron interceptados por sevillistas. El único que le llegó a Sergio Rico iba raso y flojo. Cristiano jugó por la banda izquierda, su hábitat predilecto; falló todos sus intentos de regate y fue el jugador del equipo que menos veces tocó la pelota (salvo James y Ramos, que jugaron 25 minutos). No dio ni un pase en profundidad; no tiró un solo centro al área. El coloso madridista pasó por Sevilla como un futbolista mediocre y poco generoso. A estas alturas de temporada, el año pasado había anotado diez goles más.
El tiempo dirá si este es un bajón pasajero o si, de no serlo, el incontenible amor propio del jugador le permite evolucionar y adaptarse a otro estilo de juego sin perder su capacidad de desnivelar partidos (como se predica de Leo Messi, su adversario por antonomasia, en el Barcelona). El domingo en Sevilla se vio a James, Kroos y Modric deseperados reclamando a Cristiano un pase cantado cuando entraban solos por la derecha del área con 2-1 en el marcador y él recurrió de nuevo al zapatazo lejano (y sin peligro). ¿Una señal de cambio?
Su comportamiento en el campo no es precisamente el de un futbolista que tapa los fallos de sus compañeros y se deja la piel en el campo: dueño de un organismo privilegiado y experto en dosificar sus energías, el explosivo chico de Madeira ha cumplido 30 años y mide cada esfuerzo. En la transición entre el jugador hercúleo que supera a cualquier en el combate directo y el jugador maduro, menos fulgurante, que debe integrarse más en el juego del equipo, el mejor jugador del mundo en 2014 aparece en la actualidad perdido, ofuscado y desconectado del equipo. Sólo Lucas Vázquez, que le ha dado cuatro asistencias de gol este año, parece comprenderle.
La selección de Portugal le ha liberado de los próximos compromisos amistosos y el jugador tiene vía libre para preparar el clásico contra el Barça. Crece un rumor en Madrid y en torno al Madrid: “Lo del PSG para el próximo verano está hecho”. Ronaldo tendrá 31 años y un sector de la afición piensa que sería el último momento para hacer caja por un jugador que acaba contrato en 2018 y tiene una cláusula de rescisión inverosímil por valor de 1.000 millones de euros. “Tampoco se entiende la obsesión de Florentino por su permanencia”, murmulla un trabajador del club blanco a EL ESPAÑOL: “Raúl y Casillas se fueron a terminar sus carreras a otro sitio y aquí no ha pasado nada”.