Sábado pasado, 17.20. Francisco Alarcón, 'Isco', que acaba de reemplazar a Mateo Kovacic, dibuja un arabesco en su propio campo, se desembaraza con arte de dos futbolistas del Athletic (el partido iba entonces 3-1) y recibe una ovación cerrada del público madridista: una estampa habitual en un estadio que reconoce en el malagueño a un jugador genial, diferente, depositario de esencias ibéricas en un vestuario políglota y 'galáctico' con pocos futbolistas españoles.
Dos temporadas y media después de su llegada a la capital, sin embargo, no puede decirse que el malagueño sea titular indiscutible y encara a partir del choque del miércoles en Roma unos meses decisivos para dar un paso adelante en el equipo y aterrizar en la Eurocopa de Francia como lo que supuestamente es: un mediapunta o interior llamado a liderar (con Thiago Alcántara, Koke y compañía) el nuevo fútbol español tras la significativa derrota en el Mundial 2014.
Pocos jugadores han encontrado la comprensión en la grada y en los medios que ha acompañado a Isco desde que abandonase el Málaga de Manuel Pellegrini (equipo con el que asombró a media Europa). En su primera temporada merengue luchó para adaptarse al rol nuevo que le esperaba en el club más laureado del mundo: no era ya (como en su anterior club) el genio liberado de tareas defensivas sobre el que pivotaba el juego de ataque del equipo.
Rodeado de estrellas deportivas y millonarias, el futbolista del barrio de Arroyo de la Miel se adaptó forzosamente a un esquema que le obligaba a correr como los demás mortales: eran otros 'galácticos' (Cristiano, Bale) los privilegiados exentos de 'quemarse' en el repliegue defensivo. Ancelotti dio cariño al andaluz desde el comienzo, pero le obligó a correr más que nunca, como después Benítez y ahora Zidane. La competencia del banquillo blanco no le relegó a un papel secundario: pese a la rivalidad en los puestos de ataque, Isco acumula ya 128 partidos en dos temporadas y media con el Real Madrid.
Cifras
Sus registros en Chamartín han ido descendiendo desde su llegada. En su primer año (el de la Copa y la Champions) mostró un rendimiento ofensivo interesante: 8 goles en Liga (3 en Champions) y 9 asistencias entre ambas competiciones. En la siguiente, pese a jugar todavía más minutos, anotó sólo 4 goles (ninguno en Europa) y reflejó la misma impotencia que sus compañeros de medular para sobreponerse a la lesión de Luka Modric cuando el equipo era líder, batía récords y era motivo de especulación sobre su posible comparación con el Barcelona de Pep Guardiola.
Esta campaña, con una trayectoria tan errática como la de su equipo, Isco ha metido sólo un gol (con la excepción de los que marcó ante el Cádiz en el esperpento de la Copa, quizá su mejor actuación hasta la fecha). Más atinado en asistencias (9 en todas las competiciones, generalmente en partidos ya decididos), el malagueño es el jugador que más minutos ha disputado en la Champions League después de Ronaldo; en Liga también ha participado más que Bale y James, y más del doble que Kovacic. Y no se ha perdido (salvo por lesión) convocatoria alguna en la selección de Vicente Del Bosque desde la caída en el último Mundial. Pero extrañamente Isco no es titular indiscutible en ninguna de ambas escuadras. ¿Hasta qué punto sería extraordinaria la titularidad de Kovacic mañana en el Olímpico de Roma?
Un regate de más
Isco se ha beneficiado indirectamente de la lesión de Bale y pugna con James y Kovacic por el tercer lugar en el centro del campo, acompañando a Modric y Kroos. Su visión de juego y su manierismo enamoran al Bernabéu, y también a los entrenadores, cuyo foco en que asuma obligaciones defensivas (capítulo en el que ha mejorado notablemente) parecen haberle despojado del instinto letal. A Isco le sobra un regate con frecuencia. Y su peso específico dentro de la plantilla (pese a su talento) es considerablemente inferior al de Modric, Benzema o Cristiano.
El gran partido de Kovacic contra el Athletic dio pie a que Ernesto Valverde, su técnico, contraviniese el dogma y afirmase algo prohibido para Zidane: había sido más difícil jugar contra un Madrid con el croata que con Isco. Es difícil encontrar (salvo en Cádiz) un partido de Isco con tanto protagonismo y llegada a portería como tuvo el joven balcánico el sábado pasado. Y huelga decir que un James Rodríguez al 100% también complicaría extraordinariamente la titularidad del ex malacitano.
Por ahora el Bernabéu sigue rendido al juego de Francisco Alarcón (le aplaudió incluso unánimemente cuando fue expulsado del Clásico por una patada fea a Neymar en noviembre). Ha cambiado su dorsal del 23 que lució Özil al 22 que llevaba Di María, pero no ha adquirido la relevancia del argentino. Hace unos días le preguntaron a Zidane por su jugador, por su calidad, y le dedicó unas alabanzas. Acto después se estiró ante la pregunta entusiasta de un reportero y fue sincero: "No sé si Isco tiene el mismo nivel que yo".
El francés confía en él, no obstante: jugará probablemente de inicio en Roma, una oportunidad dorada (más) para sobresalir en la élite. Es la hora de Isco; está obligado a hacer cosas importantes en los próximos tres meses si quiere ser líder en la Eurocopa y reconfirmar el talento de un jugador con aires de torero al que le falta todavía rematar la faena en un partido grande.