La tarde del sábado en el Bernabéu fue la metáfora inmejorable de sus oscilaciones anímicas: empezó con frío y amenaza de lluvia, permitió un rato de fuerte sol que inutilizó temporalmente miles de abrigos y dejó caer agua durante la segunda parte, cuando la alegría había invadido ya las gradas. El equipo iba ganando 7-1 y ya pocos se acordaban de los pitos que había escuchado Cristiano Ronaldo 32 minutos antes, en el 49, uno antes de que quebrase el partido con un derechazo que describió su clásica parábola hasta superar a Rubén. Faltaban todavía cinco goles hasta que zonas del estadio se fundiesen en un clímax simultáneo y cantasen por fin, después de muchos meses, “¡Así, así, así gana el Madrid!”.
Zidane dio su primer golpe de efecto como entrenador en el descanso, tranquilizado por el gol de Pepe en las postrimerías de la primera mitad. “Salimos muy fuerte, más enchufados”, dijo tras la victoria. Algo sucedió en el vestuario, porque el Madrid fue otro equipo del minuto 46 al 90: dio un paso adelante, colocó a Isco de mediapunta y (sobre todo) cambió de actitud. Jugadores que habían parecido cansados se comportaban otra vez como atletas; en cambio, Nolito y compañía iniciaban un proceso desintegrador irreversible. Cristiano entró en éxtasis antes que nadie (se había permitido poner la oreja al público irónicamente cuando marcó el 2-0) y le compensó enviando a la escuadra de Rubén (con el interior del pie, menos potente y más colocado que de costumbre) un balón impecable que daba comienzo oficialmente a la fiesta de Chamartín. 3-0, minuto 57.
El entrenador blanco había pedido la palabra al final de la rueda de prensa del viernes para pedir “cariño” a la afición este sábado y en las jornadas previas al crucial duelo del martes contra la Roma. Se tomó con filosofía los vaivenes emocionales del estadio: “Me quedo con la actuación que hizo [Ronaldo]. Después lo demás es parte del fútbol. La gente pita, no solo a Cristiano. Es un público exigente que quiere más de los jugadores. Es bueno para hacer más y nosotros queremos hacer más. Cristiano es capaz de meter cuatro. Es único. Pocos son capaces de hacer lo que hace”.
Una tarde de bandazos
La tarde en Concha Espina tuvo calor, frío, sol, agua y viento, al igual que el público pasaba de la calma inicial al enfado, pasando por el escepticismo, hasta desembocar en un jolgorio que culminaría en el cántico sagrado de la afición, ausente durante demasiados meses del Bernabéu. Volvió incluso Bale, aplaudido desde que saltó a calentar, la estrella que más estima ha ganado entre el público esta temporada (a pesar de sus lesiones), favorecido por el bajo rendimiento de otros ‘cracks’. Y encima marcó un gol. No era el día de hablar de otros (presuntos) 'cracks'.
La hinchada agradeció el subidón, escondió algunas pancartas bajo la silla y se entregó. Cristiano había compensado con goles sus declaraciones de la semana pasada y confirmado que es el claro líder de la plantilla: un buen presagio para el martes (CR7 es un líder discutido en una plantilla discutida, pero que ha superado ya los 251 goles de Telmo Zarra – es el segundo máximo goleador de la historia de la Liga, por detrás de Messi – y se colocó el sábado Pichichi de esta edición, por delante de Luis Suárez).
Hubo otros motivos para el optimismo: Lucas y Mayoral confirmaron su frescura, Casemiro sostuvo la medular (permitiendo a Isco un cuarto de hora de auténtico brillo), Danilo se va pareciendo al del Oporto y Kovacic sigue gustando al aficionado entendido. 7-1 y con suplentes. La afición estaba (está) sedienta de fiesta y no pensó demasiado en la primera parte del partido. A este equipo no hay quien lo entienda, comentaban los periodistas, pero algo parecido le había pasado al Barcelona hace unas semanas, comentaban otros. Sólo la evolución en la Champions deshará el nudo gordiano que estremece al Bernabéu.