El pasado sábado no fue un día más en Greenwich. La afición del Charlton celebraba el 25º aniversario de su mayor victoria. No fue un partido sino contra el ayuntamiento, cuando recuperaron su estadio, The Valley. Para ello tuvieron que fundar un partido político, esperar a las elecciones locales, ganarlas y someter a votación su regreso a casa un 2 de abril.
25 años después los aficionados Addicks, sobrenombre del Charlton Athletic, se han vuelto a organizar en busca de un objetivo: echar a Roland Duchatelet, dueño del club. Este empresario belga se hizo con el equipo en enero de 2014, otro más para su colección: en Bélgica, el Sint Truidense que dirige su esposa; en Alemania, el Carl Zeiss Jena; en Hungría, el Ujpest que preside su hijo Roderick; en España, el Alcorcón; y, por supuesto, el Charlton. Además cuenta con representación en otros clubes de Bélgica y Rumanía. Hasta hace poco el Standard de Lieja también formaba parte de esta lista, pero dejó de serlo tras las protestas de su hinchada que le acusaba de especular con el club, así que lo que ocurre ahora en Londres le debe sonar.
Ruptura total con la afición
La afición ha prescindido del rojo que viste a su club para enfundarse en bufandas negras y blancas que representen la ruptura. Estos colores son los elegidos por C.A.R.D. (Coalition Against Roland Duchatelet –Coalición contra Roland Duchatelet-). Matt Wright, uno de sus máximos dirigentes, nos atiende: “El problema no son los resultados, es el daño que ha hecho a la relación con los aficionados. No nos escucha y desde que llegó ha vendido a nuestros mejores jugadores y ha apostado por entrenadores que él conocía pero que no tenían experiencia en Inglaterra. Todos han fracasado. Sólo se preocupa del dinero y cuando se lo hemos intentado decir nos ha hecho caso, la Charlton Athletic Supporters Trust (asociación portavoz de la afición) lleva dos años intentando reunirse con él sin éxito”.
En una de las entradas a The Valley los voluntarios nos dan el kit completo para las protestas: programa no oficial del partido, pin de C.A.R.D. y pelotas anti estrés. Chris Lockyer, uno de los voluntarios, explica a todo aquel que recibe el balón que una vez se pite el inicio hay que lanzar la pelota al campo para “parar el partido y que sepan que queremos nuestro club de vuelta”. Es decir, en The Valley el pitido inicial lo da la afición. En el anterior partido las protestas fueron balones de playa (blancos y negros, lógicamente), una procesión fúnebre con un ataúd antes del encuentro y vaciar la grada en el minuto 74 para protestar en los aledaños y ya han anunciado que seguirán innovando las próximas semanas.
Hubiese sido fantástico poder contar con declaraciones del club pero todos los integrantes a los que me dirigí me remitieron a los comunicados publicados. En esos escritos se habla de las protestas como un “peligro para la seguridad”. La realidad es que la relación voluntarios-policía es buena y les informan antes de cada partido, de hecho, agentes a caballo interrumpieron la conversación que tenía con los voluntarios para preguntar novedades y de paso coger unas pelotas anti estrés “para sus hijas”.
Un buen paralelismo de lo que pasa en las familias de los aficionados. Si por algo destaca este movimiento es por la unidad de la afición, no es cosa de un sector o de una franja de edad. Desde los aficionados más radicales a los aficionados que ocupan los asientos a pie de campo por alguna minusvalía. En el mismo acceso a unos de los laterales se podía ver a los niños negándose a dar las pelotas anti estrés a la seguridad del estadio y a gente como Richard Wiseman, un jubilado que lidera la Charlton Athletic Supporters Trust, secundando las protestas: “Lo peor de Roland es su vanidad. Es un hombre exitoso en otros campos que intenta aplicar los mismosconocimientos al fútbol y no le funciona. Se ha negado a recibir ayuda, no hablo de gente como yo que no sabe cómo gestionar un club, sino de empresarios que saben lo que es el Charlton. Y nada. Se cree un genio incomprendido y cuantos más detractores tiene más cómodo se siente”. Mientras hablo con Richard una familia se acerca a aportar su granito de arena, la abuela me explica el porqué de su donativo: “Antes el club nos escuchaba, incluso teníamos un representante de la CAS Trust en las reuniones pero con el dueño actual ya no, debemos fortalecer a la asociación para que canalice nuestro sentir”.
La red internacional
Los resultados marcan la urgencia de todo. Incluido en el caso del Charlton, pero todos coinciden en que el problema no es la posición en la tabla (penúltimo en segunda) sino la gestión del club. Muchos aficionados se han cansado de los negocios entre el Charlton y el resto de equipos que posee Duchatelet, como es el caso de Chris Lockyer: “Él tiene clubes en muchos países y lo que ha hecho ha sido vender a nuestras estrellas, cambiar al entrenador y reemplazarlos con gente de sus otros equipos que no tenían el nivel suficiente”.
En The Valley hay varios murales de sus éxitos pasados en blanco y negro que hacen juego con las protestas. Chris Powell es uno de los jugadores que más espacio acapara en esas paredes. Precisamente Powell, leyenda como jugador del Charlton y que como entrenador (desde enero de 2011) ascendió al club a segunda, fue la primera víctima del dueño actual. Ahora Powell cuenta su historia a los aficionados para que sepan lo que él vivió con Roland Duchatelet: “En una de nuestras primeras reuniones tuvimos un problema hablando de los porteros. Teníamos a Alnwick a gran nivel y a Hamer. Roland me dijo que ninguno era lo suficientemente bueno, que él tenía a alguien mejor [Y. Thuram, del Standard, club que era suyo]. Le contesté que antes de ficharle debía juzgarlo pero no me hizo caso”. Con el dueño actual el Charlton ha realizado 23 operaciones con otros clubes de su red, muchas como reemplazos de las estrellas que ya estaban y se fueron a la competencia.
El ex entrenador prosigue: “Un día estaba en mi oficina y apareció un jugador con una maleta. Me dijo que ‘venía a jugar’. Entonces llegó Roland que me presentó a Loic Nego y después a Anil Koç. Nuevos jugadores que llegaban del Ujpest y el Standard [propiedad de Roland]. Roland me dijo que ‘había conseguido el extremo que pedí’ pero yo le había advertido que quería a alguien con experiencia en nuestra división y él me trajo a un joven suplente en Bélgica”. Tras el despido de Chris Powell han pasado cinco entrenadores en dos años, algunos de ellos de dudosa procedencia: José Riga de ayudante en la cantera del Milan (por supuesto con pasado en el Standard Lieja) al primer equipo del Charlton; Karel Fraeye, de tercera belga al Charlton; y otros dos técnicos con relaciones con sus equipos en Bélgica como Bob Peeters y Guy Luzon.
Esta semana The Valley recibía al Birmingham que capitaneaba un ex del Charlton, Michael Morrison. El propio jugador reconocía que su salida del club fue muy accidentada. Roland le ofreció renovar y él se negó, entonces Roland empezó a gestionar su cesión a Rumanía -una liga donde sus equipos compran y venden a menudo-. Finalmente Morrison pudo quedarse en Inglaterra gracias a interés del Birmingham. Otro caso similar es el de Yann Kermogant, la estrella de aquel Charlton en 2014: “Cuando llegó yo quería ampliar mi contrato así que me reuní con ellos y vi que su visión a medio plazo era muy ilusa, no sabían cómo gestionar el club. Al final tomé la buena decisión y salí aunque estoy muy decepcionado, creo que ha destruido al Charlton”.
Para forzar el adiós del dueño los aficionados han llegado a hacer piquetes en la reunión de patrocinadores y disuaden a la hinchada de renovar su abono para el curso que viene pero, ¿qué pasa si se va el dueño? Desde C.A.R.D. confirman que “hay compradores (como Peter Vanney) dispuestos a hacerse cargo del club si Duchatelet decide vender” pero de momento todo queda en el alero porque Roland declaró hace unas semanas que “era pronto para plantearse la venta del Charlton”.
Matt Wright, dirigente de C.A.R.D., recalca que el mayor problema es no querer entender la identidad del club y su poder en la comunidad: “En Londres lo normal es ser de uno de los grandes de Premier pero la afición del Charlton es vital para nuestra comunidad. Los que venimos empezamos con nuestros abuelos y ahora traemos a nuestros hijos. No ha sido una historia llena de éxitos [el club sólo ha ganado la FACup en 1947] pero es parte de nosotros, de nuestra comunidad, de nuestras familias, de nuestra alma”.
Esta semana el gol de la victoria en el 93’ tranquilizó las cosas y la concentración que se esperaba quedó inexplicablemente disuadida, veremos si no acaban lamentándose de no haber mostrado su descontento pese al buen resultado.