En el fútbol nadie tiene la verdad absoluta, no está todo inventado. Desahuciar a Ranieri antes de tiempo fue el preludio de la mayor gesta del italiano y es que equivocarse es lo que te aferra al fútbol, hablar del Leicester como un cualquiera y que la realidad te golpee. El “ya caerán” y que acaben despeñadas las palabras es lo que da el sentido al fútbol, si no fuera por la sorpresa potencial nadie practicaría el balompié. Lo que han hecho Ranieri y el Leicester está al alcance de ‘cualquiera’ y es precisamente por eso por lo que seguiremos viendo fútbol, por el próximo Leicester, por la próxima equivocación y por el “ya caerán” erróneo.
Los 11 fracasados y el entrenador desfasado
“Nuestra historia da esperanza a los jugadores que alguna vez le dijeron que no eran lo suficientemente buenos”. Esa frase de Claudio Ranieri recoge la esencia de lo que es su plantilla, de esas historias de anonimato que se juntaron para ser las estrellas. Un compendio de jugadores que no habían conseguido un trofeo de primer nivel siendo protagonistas. Si miramos donde estaban los once fijos en el once de Ranieri hace cinco años uno entiende la magnitud del milagro: tres en la zona media de la Premier; dos en la Bundesliga; cuatro en la segunda inglesa lejos de los primeros puestos; y las estrellas más abajo: Mahrez en el octavo de la cuarta francesa; Vardy en el quinto en quinta inglesa; y Kanté en el subcampeón de sexta francesa. Todos y cada uno de ellos ahora llevan la corona de la Premier League con un técnico que hace cinco años estaba sin trabajo tras ser despedido en febrero.
Basta pararse a ver cómo en la Premier League multimillonaria el Leicester ha sido uno de los moderados: la sexta plantilla que menos ha costado y la tercera con los sueldos más bajos. Aunque no podemos perder de vista que esto es la Premier de los contratos televisivos y los dueños extranjeros, el Leicester puede ser un modesto y el título un cuento de hadas, pero ya tenían potencial para gastarse más de 10 millones en un jugador.
Nombres propios
Mahrez-Vardy; Vardy-Mahrez; con secundarios como Kanté y Okazaki, pero sus centrales han guiado y tranquilizado a su equipo en cada momento de invasión rival. El Leicester ha ganado su título administrando ventajas y apretando los dientes. Momentos en los que dos muros se erigían semana sí semana también. Morgan y Huth, los centrales del Leicester que al espacio muestran sus carencias, pero arropados atrás son infranqueables. Los laterales (Fuchs y Simpson) se cerraban, los medios replegaban aunque Kanté tuvo licencia para salir a morder, y las bandas arropaban atrás: el rival sólo podía centrar y facilitar las cosas a Huth-Morgan.
Esa capacidad para defender las ventajas y ayudar al compañero permitió que Mahrez tuviera libertad con la pelota y Vardy el espacio para correr. Pero no sólo de ellos vive el Leicester. En el medio, la figura de N’Golo Kanté ha alcanzado el siguiente nivel, el internacional francés finaliza su primer año en la Premier League siendo el jugador que más balones ha interceptado y que más entradas exitosas ha realizado. Un derroche de esfuerzos constante barriendo por dentro que obligaba a los rivales a colgar balones y desquiciarse contra este hormigón armado que viste de azul.
Arriba Jamie Vardy aseguraba resultados. El delantero inglés fue el arma fiable del club durante toda la temporada. Buena prueba de ello es el registro de once jornadas seguidas anotando, situando un nuevo récord en la historia de la Premier League. Sus desmarques al espacio dieron salida a un plan que demostró ser efectivo. Los envíos de Drinkwater y Mahrez eran dagas al corazón de los rivales y arriba el acierto del inglés hacía el resto. Sí, el jugador que hace cinco años se lamentaba porque perdía la final de ascenso a cuarta división.
El Leicester ha ganado siendo el equipo que menos pases necesitaba para rematar y, sobre todo, en base al acierto de sus estrellas. El club dirigido por Claudio Ranieri ha sustentado su plan gracias a las cifras de Mahrez y Vardy de cara a portería. Por una parte, el Leicester ha sido el club que menos tiros ha necesitado para hacer gol (el 13,6% de sus lanzamientos fueron exitosos) y en el apartado individual tanto Vardy como Mahrez promediaban más de un 20% de eficacia (Más de un gol cada cinco tiros). Al nivel de los más grandes.
Cuando Ranieri abandonó Inglaterra tras su paso por el Chelsea lo hizo con dos etiquetas adheridas a él: la primera, de perdedor. Abramovich no confiaba en las opciones del cuadro londinense con el italiano y no le renovó tras llegar a semifinales de Champions y conseguir el mejor puesto del Chelsea en más de cincuenta años (2º). La segunda, fue el apodo ‘Tinkerman’, algo así como el que apaña o retoca cosas, por sus constantes cambios. Su título en Leicester ha sido todo lo contrario: Ranieri ha sido el técnico que menos cambios ha realizado y el que menos jugadores ha utilizado en esta Premier League.
Hablando con Leo Ulloa (hace un par de meses) uno nota el difícil papel del banquillo del Leicester: “Ranieri es un gran técnico y nos ha mejorado muchísimo, pero por supuesto que quiero jugar más. No le gusta hacer muchos cambios y cuando sales tienes que aprovechar esos minutos porque sabes que te va a dar poco tiempo más”. Los once de Ranieri se impusieron sin rotaciones a los grandes que claudicaron ante el complicado calendario Premier y los partidos en Europa.
Claudio Ranieri y la Premier
El regreso del técnico italiano ha dejado varias lecciones. La primera que nunca es tarde para cambiar, el pragmatismo de Ranieri ha demostrado que todo lo que dábamos por sabido de él era erróneo. Sabe jugar más defensivo, sabe adaptarse a las necesidades de su plantilla y, sobre todo, es realista con el nivel de sus hombres. En base a la coherencia de su estilo para con el físico de Kanté, la lentitud de sus centrales o la magia de Vardy y también con un ojo puesto en las deficiencias del fútbol inglés.
El logro del Leicester deja una historia inigualable, un club que hace un año maravillaba por su permanencia y que ahora ha salido campeón, pero también nos muestra lo que ya se intuía: el fútbol inglés tiene muchos agujeros. A base de trabajo y solidaridad los partidos del Leicester se contaron por victorias, ellos aprovecharon las facilidades a la espalda de las defensas rivales y para cuando el resto de equipos comenzó a adaptarse el Leicester ya iba líder de la clasificación y había ajustado todas las piezas que a principio de temporada chirriaban, especialmente en defensa.
Ranieri defiende que la historia de su equipo da esperanza y demuestra a la gente corriente que “no todo es dinero”. Lo que nos deja es un viaje que ha reconciliado con los valores del fútbol, con las sorpresas y las emociones incontrolables. El Leicester ha sido todo eso que nos hace sentarnos delante del televisor. Los que lo dimos por imposible no pudimos dejar de mirar cómo cabalgaban hacia el título. Dudamos de ellos, gritamos con ellos y nos emocionamos con las lágrimas de Ranieri. Nos recordaron que el fútbol nos engancha por su capacidad para sorprendernos y hacernos disfrutar de nuestras equivocaciones.
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