Se veía venir desde que pisase el césped en la primera jornada de la Copa Libertadores este año, pero eso les sucede a muchos, y luego se dan cuenta de que el torneo es largo como la Ruta Panamericana, y casi imposible para aquel que se digne a jugar bonito, porque también es muy lista esta Copa, muy injusta.
Atlético Nacional tumbó definitivamente a la revelación que ha sido Independiente del Valle, que ha soñado todo lo que ha podido y más. En Medellín cayó el equipo que acabó con River, Boca y otros cuantos gallos del corral. En Medellín terminó todo. También una plantilla campeona que se desintegrará en las proximas horas -ya ha empezado ese proceso-y que nadie sabe cómo llegará a Japón a desafiar al Real Madrid en diciembre.
El acabose madrugó para evitar atascos. Antes de cumplirse los primeros diez minutos volvió a dejarse ver en público el goleador más importante a nivel mundial del último mes. El más mortífero artillero de los últimos tiempos en Copa Libertadores. Miguel Ángel Borja, cazando un rechace de un golpe franco de Macnelly Torres que pegó en el palo, volvió a codearse con el Pelé de 1963 y el Palomo Usuriaga de 1989: cuatro goles en semifinales y después uno en la final. Con una diferencia en esa sala VIP: él ha conseguido sumar cinco gritos en sus únicos cuatro partidos en el torneo.
Ardía Medellín mientras Marlos Moreno por la izquierda encadenaba diabluras con las que remontaba la línea de fondo. Atlético Nacional estaba logrando firmar, una vez más, un primer tiempo de campeón. Solo un tanto les separaba de la prórroga, sin embargo, la sensación era de tenerlo todo bajo control, y con todos los rivales deambulando desactivados: los Angulo, Sornoza, Cabezas y Rizotto.
La tuvo, no obstante, el Tin Angulo en el minuto 34, cuando Sornoza pudo por fin ser él mismo y dejó solo ante el portero a su delantero estrella. El Tin ha estado notando últimamente demasiados ojos encima de todos sus movimientos, y no se los puede quitar de encima. Había saltado a la cancha tras dejar atrás milagrosamente el esguince de tobillo del partido de ida, y en esta ocasión mandó la pelota muy arriba. Era imposible que estuviera al 100% para disputar este partido de vuelta.
Marlos salió del vestuario para el segundo tiempo con los ecualizadores en rojo, haciendo de las suyas y dejándole la sentencia a Berrío, que la envío fuera por poco. Fue la respuesta a una de las ocasiones más importantes de Independiente del Valle, que terminó reclamando penalti de Alexis Henríquez sobre Jonny Uchuari –que acababa de saltar al campo sustituyendo a Sornoza–.
Marlos Moreno al banquillo
Tuvo otra bola de set y partido para la sentencia de la final el mismo Marlos en el minuto 70, de cabeza, en una de las poquitas salidas en falso del guardameta ecuatoriano, Librado Azcona, que vio como el remate de la joven perla colombiana se iba desviando poco a poco mientras el estadio deliraba. Se vengaría de este fallo Azcona cinco minutos después, cuando con una mano de alto standing salvó el segundo gol tras un nuevo trallazo de Borja. Seguía existiendo tan solo un gol de diferencia pero no lo parecía. Parecía más bien un año luz.
En el minuto 76 Reinaldo Rueda, muy confiado, retiró del terreno de juego al mejor jugador de la Copa Libertadores 2016, la gran estrella nacida de las noches latinoamericanas de los últimos meses. Marlos Moreno saludaba a la hinchada en lo que era su último partido con Atlético Nacional antes de volar hacia Europa. También se fue al banquillo Borja, el espectro que llovió del cielo y que estará en los Juegos Olímpicos liderando a la selección colombiana, junto con Sebastián Pérez –sancionado para este choque definitivo–. Rueda homenajeó también al venezolano Lobo Guerra, que vio como explotaba una ovación en su honor en el minuto 89, obviando la posibilidad de prórroga, negando cualquier peligro en el tiempo añadido, ignorando todo y por todo lo alto.
El entrenador de Independiente del Valle, Pablo Repetto, reclamaba al árbitro al final del partido, intentando en vano manchar el título colombiano, lo cual es injusto, y él ha visto el torneo completo igual que lo hemos visto todos. Ha triunfado el mejor, desde el comienzo, y no merece el equipo ecuatoriano, gran sorpresa del campeonato, ser recordado por estas palabras dudosas antes de la entrega del trofeo.
Reinaldo Rueda, por el contrario, se acordaba de sus muchachos: “Demostraron un gran profesionalismo, con mucha mística, para recordarlo toda la vida”. Y quizá dejara en el aire la palabra de la noche y del año. Vuelve a la vida ahora la mística del escenario sobre el que Atlético Nacional enlazaba partidos con la portería a cero, y la de las noches en las que empezaron las dificultades y hubo que olvidar las florituras. Ha habido remontadas épicas, goleadas a domicilio, jugadas al alcance de muy pocos equipos en el planeta.
“Esto no pasa cada dos días ni cada semana: esto pasa cuando Dios quiere que pase”, recitaba Borja ante la prensa sobre el césped, casi rezando un rosario sin principio no final. Y liberando todo tipo de comparaciones con aquellos que les abrieron las aguas hace veintisiete años. El Atlético Nacional de 1989 contaba con Pacho Maturana en el banco, y, entre otros, René Higuita en la portería, Andrés Escobar en la defensa, Leonel Álvarez en el mediocentro y el mencionado Usuriaga en la punta de ataque. Desde ahora brillan para siempre Franco Armani, Farid Díaz, Davinson Sánchez, Alexis Henríquez, Daniel Bocanegra, Sebastián Pérez, Alexander Mejía, Alejandro Guerra, Orlando Berrío, Marlos Moreno, Miguel Ángel Borja y Andrés Ibargüen.
Atlético Nacional accede con este hito al selecto grupo de equipos con dos Copas Libertadores: Cruzeiro, Grêmio e Internacional de Porto Alegre. Solo existen trece equipos con dos o más trofeos. Los mitos están ahí, en ese abanico. Independiente de Avellaneda (7), Boca Juniors (6), Peñarol (5), Estudiantes (4), Olimpia (3), Nacional de Montevideo (3), São Paulo (3), River Plate (3) y Santos (3).
Un año luz era la diferencia, con Independiente del Valle y con todos los demás. O la luz de todo un año. La luz que ha cegado uno por uno a los que han tenido la mala suerte de cruzarse en el camino de Atlético Nacional –algunos de los cuales salieron muy dañados–. La luz de una plantilla que ya ha dejado de ser de Medellín, para ser de todos. Lo contarán, dentro de otras tres décadas, los libros, los vídeos y los podcasts.