El plan era bueno en Bilbao. Un enfrentamiento clásico del fútbol español, uno de los seis que se han jugado desde que se creó la Liga, para cerrar la Aste Nagusia, la Semana Grande de la capital vizcaína. Lleno en San Mamés, como casi siempre, se repetía un Athletic - Barcelona en el primer partido de los vascos como local. Y, por segundo año consecutivo, se repitió el mismo resultado. [Narración y estadísticas: Athletic 0-1 Barcelona]
El partido comenzó a ser como los de antes, de esos que tantas veces se jugaron en el antiguo San Mamés. Duros, con un ritmo frenético, con una lluvia que llevaba el encuentro casi a lo épico, a donde solo resisten los fuertes. Pero a pesar de lo embarrado que estaba el partido, fútbol no faltó. Se vieron ocasiones, combinaciones y minutos de buen juego, pero San Mamés pedía ese toque de calidad que decantan partidos.
Y muy a pesar de ellos, quien apareció para hacer eso no fue ni Iñaki Williams ni Susaeta, sino Arda Turan. El turco, viviendo sus semanas más felices como azulgrana, brindó un gol con un toque precioso. Una asistencia de la que cambian partidos y, a la larga, deciden ligas. Turan se disfrazó de Xavi o Iniesta y desde el pico del área, en su banda izquierda, regaló el gol a Rakitic, que llegó en el segundo palo para rematar de cabeza.
Desde ese momento el Barça jugó a lo que quiso, disfrutó de su habitual toque y creó ocasiones, una tras otra, sin asediar pero teniendo las suficientes como para irse con más de dos o tres. No lo consiguió y acabó dominando el partido a base de anular al Athletic, noqueado por el gol y por todo lo que se le vino encima. Tardó mucho Valverde en darse cuenta que estaba perdiendo la batalla del centro del campo y que había que mover fichas, esos nombres ya eternos en el club vasco: apenas hay novedades con el Athletic del año pasado, con los mismos futbolistas que la temporada anterior.
Si en otros partidos el guión cambia con una roja, con un penalti, con un ocasión, en San Mamés lo cambió Mateu Lahoz. Y el corrillo culé sobre el árbitro. En un claro piscinazo de Beñat en el centro del campo, Mateu, que no vio la jugada porque estabas de espaldas, pitó falta como tantas veces se pita casi por inercia. No lo era y en diez segundos el colegiado valenciano estaba rodeado por seis jugadores culés. Mateu, nervioso, solucionó su problema con amarillas a Busquets y Suárez y calentó a los azulgranas, en Bilbao de azul oscuro.
La segunda parte dejó la conexión, una y otra vez, entre Messi y Suárez. Esta vez no funcionó, porque a pesar de crear ocasiones, siguió el 0-1. Pero la unión entre los dos mejores jugadores del Barcelona crea pánico allá donde van. Y si no marcan se quedan por poco. Una buena parada de Iraizoz, un balón al lateral de la red, un disparo de Messi fuera...
El único sufrimiento que tuvo el Barça se lo hacían ellos mismos. El peligro del Athletic llegó de los pies de Ter Stegen. El alemán, con la titularidad ya segura tras la marcha de Bravo, se empeñó continuamente en imitar a su compatriota Neuer, convirtiéndose en tercer central. Su problema es que cuando falla en este aspecto, pone a 100 los corazones culés. Arriesga y cuando se equivoca es una ocasión clara para el rival. En San Mamés lo hizo dos veces, luciéndose en la segunda pero brindando un gol a Beñat que falló incomprensiblemente en la primera parte.
El partido fue vibrante pero se fue diluyendo hasta el final. Al Athletic, que ya perdió en El Molinón en la primera jornada, le queda mucho que mejorar. El Barça, en la figura de Luis Suárez, se dio el gusto hasta de fallar en la última jugada aquello que siempre pasa después como los errores más tontos en el fútbol. Con el uruguayo cabreado se acabó el partido, que no pasará a la historia pero sí son de esos que acaban recordándose como válidos para ganar el torneo. Pleno para los culés, con seis puntos de seis jugados, igual que Madrid y Las Palmas. Tiempo para el parón, que será tranquilo en Can Barça gracias a los resultados.