Benji se ha convertido en Sogahata, Mark Lenders en Shibasaki y Oliver Aton en Endo. A partir de ahora, cuando nos hablen de futbolistas japoneses, no tendremos ya que recurrir a los personajes de la serie 'Campeones hacia el Mundial', esa en la que tardaban dos capítulos en llegar a la portería contraria, en la que el campo medía, como mínimo, cinco kilómetros o en la que el balón de redondo tenía poco. El Kashima, rival del Madrid este domingo en la final del Mundial de Clubes (11:30 horas), ha logrado humanizar al futbolista japonés. Sí, también los había de carne y hueso.
Herederos de aquél fervor del fútbol que crearon Oliver, Benji y compañía, el finalista de este torneo es el mejor representante de los cambios futbolísticos en el país nipón. El Kashima Antlers (el apellido hace honor al símbolo de la ciudad, el ciervo) va muy relacionado con el origen y crecimiento del fútbol japonés, que hasta 1992 no fue profesional. Estuvieron entre los fundadores de la actual liga y son ellos los grandes dominadores del país, con ocho Ligas (el siguiente tiene tres) y cuatro Copas del Emperador.
Un finalista inesperado
Lo que no tiene es una Liga de Campeones de Asia, su Champions League, que es lo que te da acceso a este Mundial de Clubes (esa la ganó el Jeonbuk Hyundai Motors surcoreano). ¿Y entonces por qué está en este torneo de campeones de cada continente? La FIFA reservó una plaza para el campeón de la liga japonesa, que ejerce como anfitrión. La ganó el Kashima y en Yokohama se plantó, a unos 135 kilómetros de distancia.
Lo que pocos esperaban, seguramente ni ellos, es que llegarían hasta la final. El Mundial de Clubes está organizado para que el último partido lo disputen el campeón de Europa contra el campeón de Sudamérica, reeditando lo que siempre fue esta competición cuando llevaba el nombre de Copa Intercontinental. Para ello, la FIFA monta un sistema en el que esos dos campeones (este año Real Madrid y Atlético Nacional de Medellín) comienzan el torneo desde semifinales. Los demás, o desde octavos o desde cuartos. El Kashima, al ser invitado, desde la ronda más alejada.
El 8 de diciembre jugó ante el Auckland City, campeón de Oceanía, en octavos. Ganó 2-1. Tres días más tarde disputó los cuartos ante el Mamelodi Sundowns, campeón africano. Ganó 0-2. Y así se plantó en unas semifinales en las que dio la campanada y goleó al Atlético Nacional (0-3). Es el primer equipo asiático que llega a una final del Mundial de Clubes. Si gana la final sería histórico. Pero eso parece una quimera. Sería una de los mayores bombazos de la historia reciente del fútbol. La diferencia entre Madrid y Kashima es inmensa.
Al calor de Zico
El Kashima Antlers tiene un antes y un después con la aparición de Arthur Antunes Coimbra, 'Zico' para todos. 'El Pelé blanco' se fue a Japón en 1991 a dar los últimos coletazos de su carrera futbolística y sirvió como la gran figura con la que el fútbol nipón se profesionalizó. Un año más tarde nació la liga y se profesionalizó el deporte, hasta entonces amateur. Con la figura de Zico empezó a despegar el fútbol: más gente en las gradas, más interés de aficionados y más universalización. El brasileño puso a Japón en el mapa futbolístico, convenció a excompañeros de que probaran la aventura japonesa (entre otros, tres campeones del mundo como Bebeto, Leonardo y Jorginho) y creó la base de lo que es hoy el fútbol allí, todavía muy alejado de las grandes potencias europeas, pero también alejado de los tiempos en los que había casi más jugadores que aficionados en las gradas.
Si la figura de Zico es respetada y querida en Japón (fue seleccionador de 2002 a 2006), es en el Kashima donde el brasileño es más que un ídolo. Además de cambiar la idiosincrasia del club, ayudó a su progresión y crecimiento y sólo le costó un año que el club, que hacía dos estaba en Segunda, luchara por los títulos. La única expulsión de su carrera llegó precisamente cuando el Kashima se jugaba la liga ante el Verdy Kawasaki, posterior campeón. Se retiró en 1994 a los 41 años pero siguió ligado al Kashima como miembro del staff técnico, llegando a ser entrenador de forma interina en 1999. Su devoción por él en el club es total y bien lo representa la estatua que el brasileño tiene en el estadio, que albergó tres partidos de la primera fase del Mundial 2002.
La primera sede del Kashima fue Osaka. Se llamaba entonces el equipo Sumimoto Metal Industries, dependiente del grupo industrial Sumimoto. Al cambiar estos de sede, se fueron a Kashima, cambiando el nombre del equipo. Ahora, a orillas del Océano Pacífico, en una ciudad de unos 70.000 habitantes, ha creado un equipo casi 100% japonés. Sólo tres jugadores no provienen del país del equipo: son los brasileños Wellington Daniel Bueno y Fabricio Messias y el surcoreano Seok-Ho Hwang. No se espera que ninguno juegue ante el Real Madrid, por lo que lo más probable es que el Kashima juegue con 11 japoneses, además de su entrenador, Masatada Ishii, que compartió equipo, como jugador, con Zico.
CR7, ante su imitador
De los jugadores, todos se ven en algo que nunca vivieron, totalmente novedoso para ellos. Lo máximo para este equipo a nivel internacional habían sido dos Copa Suruga Bank, un torneo inventado en 2008 que enfrenta al campeón de la Copa japonesa con el campeón de la Copa Sudamericana, esa que recientemente ha ganado el Chapecoense como homenaje póstumo. En sus tres partidos del Mundial de Clubes, ha jugado con un 4-4-2, con Doi y Akasaki como referencias en ataque y Endo (el que marcó el gol de tacón ante el Atlético Nacional) y Nakamura en bandas.
Otro de los morbos del partido será ver si marca Suzuki. No se confundan, no es un coche ni nada parecido. Incluso queda mal que en este torneo patrocinado por Toyota marque un Suzuki. Es otro delantero del Kashima, que tras anotar en las semifinales en el primer balón que tocaba del partido, celebró su gol a lo Cristiano Ronaldo. El domingo lo tendrá delante. "¡Tenía que hacerlo así!", contestó a los periodistas cuando le preguntaron por la celebración. "Sólo cumplí vuestros deseos", explicó Suzuki, que aseguró que los periodistas japoneses le llevaban emplazando tiempo a celebrar un gol como Cristiano.
En una de las cunas de la esgrima, el Kashima ha logrado hacerse un hueco en una ciudad en la que hace 20 años pocos sabían de qué iba el fútbol. Con dinero y figuras internacionales crearon una base que ahora más que nunca prolifera. Un equipo campeón de Japón, que se aprovechó de la organización en el país nipón de este Mundial de Clubes para participar en el mismo. A partir de ahí, se lo han ganado ellos. Tres eliminatorias superadas para plantarse en una final en la que tienen mínimas posibilidades de ganar. Pero si aquellos que popularizaron el fútbol japonés a través de dibujos animados, con Oliver Atom a la cabeza, lograban saltar cuatro metros por encima de la portería, díganles a estos que no se puede ganar al Madrid. Allí están curados ya de todo.