Ganó la Champions, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes. De los torneos que él disputó, solo perdió la Liga, en la que se quedó a un solo punto cuando llegó a estar a 11. Aterrizó en un equipo derruido, desahuciado de todo y lo convirtió en campeón de todo a nivel internacional. Tiene al Real Madrid con una racha de 38 partidos seguidos invictos, líder sólido en Liga, en octavos de Champions y virtualmente en cuartos de Copa. Solo perdió dos partidos en 2016, menos que títulos consiguió. Pero, a pesar de todo los datos, a Zidane nadie le reconoce nada. Tampoco la FIFA.
Para el máximo organismo del fútbol mundial, el francés del Real Madrid no fue el mejor entrenador de 2016, sino Claudio Ranieri, entrenador del Leicester, que este lunes se llevó el premio 'The Best' con el argumento de haber logrado algo histórico como ganar con un equipo tan humilde con el Leicester una Premier League. Ya sea por los méritos del italiano o por las dudas que haya dejado el francés, otra vez se ha abandonado a Zidane de los grandes premios individuales. Ni uno se ha llevado el técnico del Madrid, que tendrá que aferrase al cariño del Bernabéu o a los propios títulos del club para seguir creyendo en uno mismo. Los demás no se lo reconocen.
Ahora es la FIFA la que en cierto modo le castiga, pero hace unas semanas, la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS), organismo reconocido por la propia FIFA, también le ninguneó al darle el premio a mejor técnico de 2016 a Simeone, que había ganado tres títulos menos que el francés (ninguno) y había perdido diez partidos más. Ni la institución que se rige por las estadísticas, que son las que más confirman el gran año de Zidane, le dio el premio al francés. Prefirió las opiniones de sus expertos, con votos subjetivos, que también castigaron a Zizou. Esta vez hay que destacar que los que votaron, y por tanto decidieron que Zidane no ha sido el mejor de 2016, han sido los entrenadores y capitanes de selecciones, periodistas y aficionados.
¿A qué se debe?
Seguramente no le haya ayudado al francés que una persona tan influyente como Cristiano Ronaldo dijera públicamente que votaría por Fernando Santos. Como capitán de Portugal, tenía derecho a voto y, claro, estaba en la duda de decidir por su entrenador en el Real Madrid o por su seleccionador en su país. "Ambos hicieron un trabajo impresionante, pero, para mí, es mucho más difícil ganar un Eurocopa con Portugal, que nunca lo había logrado en toda su historia", comentaba Cristiano en un acto hace meses. Al final, ni Santos ni Zidane. Fue Ranieri.
Ante otra simbólica derrota, no se podrá justificar que Zidane es un desconocido, ya que es una de las figuras más relevantes de la historia del fútbol. Es un recién llegado a los banquillos, pero no al deporte. Eso sí, quizá le falte todavía el carisma que puedan tener todos sus predecesores o aquellos que han ido ganando fama en los últimos años. Pero sí es verdad que al francés se le ha reconocido pocos méritos en el gran año del Real Madrid. Algunos le acusan de que únicamente pacificó el vestuario y que una vez calmada la plantilla, estos actuaron solos, llegando al siempre recurrente argumento de la autogestión de los jugadores. Otros se limitan a decir que Zidane se ha basado en la suerte, una flor que dura ya un año entero. Es verdad que los tres títulos que el Madrid ha ganado los ha conseguido todos en el tiempo extra, no pudiendo superar a ninguno de sus rivales (Atlético en Champions, Sevilla en Supercopa de Europa y Kashima en Mundial de Clubes) durante los 90 minutos, pero él llegó allí, que era lo más importante.
A menudo, para juzgar la calidad de un entrenador se ponen los títulos que tienen para saber si uno es mejor que otro. Y especialmente la Copa de Europa como árbitro de todo. Técnicos como Ancelotti, con tres Copas de Europa, o Guardiola y Mourinho, con dos, son reconocidos precisamente por sus títulos europeos. El prestigio que automáticamente ganaron ellos al conseguir el máximo título en el fútbol, Zidane no lo consigue. Para el madridista no vale eso de "tiene una Copa de Europa" como significado de gran entrenador. Nadie eleva al francés ya al olimpo del fútbol a pesar de que también ganó la Champions. Él siempre se encontró con algún argumento que le restaba mérito, como si los otros campeones no hubieran tenido la misma pizca de suerte (calendario, rivales cómodos o goles en el último minuto) que Zidane.
El verdugo Ranieri
El propio Zinedine dijo hace días que lo normal era que nombraran a otro mejor entrenador del mundo, que él no merecía tal galardón. "No me sorprendería no ganar este premio, yo acabo de empezar y lo que tengo que hacer es seguir trabajando y mostrar mucho más", argumentaba el francés. Ya estuviera pecando de humildad o lanzando una 'mentirijilla', acabó teniendo razón. Zidane no ganó y se premió más el milagro de Claudio Ranieri con el Leicester. Es el premio a una hazaña dificilmente repetible, a algo que traspasó la fronteras del fútbol.
A Zidane le quedan 365 días para convencer a todos aquellos que le han abandonado en este 2016. Él, si continúa su discurso, dirá que su prioridad es la consecución de los títulos con el Real Madrid, pero bien deberá saber el francés que en estos tiempos en los que se engrandece las individualidades, no sobra un premio que te cataloga como el mejor del mundo. Contra eso también jugará el francés este año. Contra las críticas, contra los votos y contra la historia. Zidane no fue the best para la FIFA, pero desde hace un año sí lo es para el madridismo. ¿Es eso suficiente? Solo Zizou lo sabrá.