“Bolas calientes” debería haber sido el título de una parodia del cine porno que Mel Brooks no ha llegado a hacer. Las obras del comediante neoyorquino no suelen tener ninguna gracia, con la excepción de algunas escenas de El jovencito Frankenstein. En cambio, con los que defienden que el Madrid amaña sorteos te partes. Brooks, que según Wikipedia sigue vivo para mi razonablemente alegre perplejidad, podría contratar a más de un opinador a fin de dar a su hipotética película el toque tronchante que necesita.
Podrías pensar que lo sucedido en Nyon ha movido a guardar un perfil bajo, aunque sea durante un rato, a los proverbiales apóstoles del bolismo (no confundir con cholismo aunque algunas conexiones hay). Podrías pensar que se taparían un poquitito pero no te creas. La desfachatez es el síndrome más característico y pasmoso de nuestros días, y -sin ser yo quien niegue que algún madridista pueda padecerlo también- es en todo caso enormemente característico entre culés (incluso en la recién inaugurada era post-Aytikin), colchoneros y otras gentes de valía reconocida por otras cosas.
Un periodista de indisimulada tendencia culé (contra lo que nada objeto teniendo como tengo yo mi propio sesgo y 6 Copas de Europa más) ha puesto en las redes sociales que esta vez el Madrid no ha elegido al rival más débil del bombo para evitar que las susceptibilidades se disparen. “Habría sido demasiado descarado que al Madrid le tocara el Leicester”, ha puesto en Twitter, e insisto en el uso del verbo “poner” porque esas cosas no se escriben, se ponen. El opinador cosechó en su día sus cinco minutos de fama de Andy Warhol a base de decir que las Copas de Europa del Madrid a las que antes me refería eran “ánforas manchadas de sangre”, y desde entonces vive en la frustración de no haber sido capaz de superar la magnitud de su propia sandez. En eso me solidarizo con él, porque los madridistas somos más conscientes que nadie de lo difícil que uno mismo se pone las cosas cuando se coloca el listón muy alto. Esto de ahora (que podría parafrasearse como “El Madrid ha amañado el sorteo para que no parezca que el Madrid amaña los sorteos”) es indudablemente una perla, pero queda a años luz de lo de las ánforas manchadas de sangre en términos de mendacidad y risible incapacidad ofensiva en su grosero intento de ofender.
He parafraseado al periodista con eso de “El Madrid ha amañado el sorteo para que no parezca que el Madrid amaña los sorteos” y creo entender que ese es el espíritu de lo que dice. Si el Madrid no podía permitirse que le tocase el Leicester porque entonces era “demasiado descarado”, es de esperar que el Madrid habrá hecho todo lo necesario para que no le tocara el campeón de la Premier. Yo ya veo a Florentino sentado con el gato en el regazo y el móvil al oído.
-Vamos a ver si nos entendemos. Esta vez se trata de hacer las cosas para que parezca que no hacemos ninguna cosa nunca. Esta vez asumiremos un riesgo. No nos importa que nos toque un rival difícil siempre que podamos lavar nuestra imagen un poco a base de hacer una nueva cosa sucia. Es paradójico pero lo entenderéis. Tenemos que evitar que nos corresponda el Leicester para que la gente deje de decir que tenemos algo que ver con quién nos corresponde o nos deja de corresponder. Esta vez le decís a Ian Rush que no saque la bola caliente sino la fría.
-Pero Florentino, ya habíamos enfriado la bola del Leicester porque ya nos habías explicado que lo que querías esta vez era esto. Lo del lavado de imagen.
-Por eso te digo. Le decís a Rush que saque la bola fría.
-Si saca la fría saca el Leicester.
-¿Es el Leicester la única bola fría?
-No. Las hemos enfriado todas menos una. Quiero decir: calentado todas menos una.
-¿La del Leicester es entonces la única caliente?
-No. Es la única fría.
-Entonces es lo que yo te decía.
-No, Florentino, no. Tú me decías que Rush sacara la del Leicester.
-¿Cómo te voy a decir eso si lo que yo quiero es que no saque la del Leicester porque esta vez el objetivo es demostrar que no amañamos los sorteos?
-Por eso. La caliente. Cualquiera de las calientes.
-¿Eh?
-Hay que decirle a Rush que saque cualquiera de las calientes.
-¿La del Mónaco está caliente? Tampoco queremos al Mónaco. Dirán que hemos amañado el sorteo.
-Eso ya tiene más difícil arreglo. Lo tenías que haber dicho antes. Están a punto de empezar y no podemos enfriar ahora otra de las ocho bolas. Otra de las siete, quiero decir.
Por estos meandros circula, es un suponer, el río de la fantasía del opinador, de este y de otros. A mí, a diferencia de las películas de Mel Brooks, me parece divertidísimo. Me parece descacharrante. No obstante, la cosa pasa de lo descacharrante a la risa histérica cuando compruebas que los que se manejan con todo cuajo en teorías de este tipo son los mismos que no ven absolutamente nada llamativo en el hecho de que un árbitro tome no menos de ocho decisiones absolutamente decisivas y absolutamente desacertadas, y todas para el mismo lado, en un partido tras el cual, de haber tomado una sola de ellas correctamente, habría una variación en los participantes del bombo.
Decía antes que me había producido una perplejidad razonablemente alegre el saber que Mel Brooks está vivo pero, pensándolo bien, me alegra muchísimo porque tiene ocasión de redimirse. Que haga esta película. No hay buena comedia sin un guión desternillante, y la materia prima tiene todos los ingredientes para el éxito.