Toca cambiar el curso de los acontecimientos, empezar por el final. El Calderón descansa, ha despedido a los suyos y salen los jugadores del Madrid. Uno se tira al césped, otro hace como que celebra un gol, algún último bromea… No hay sintonía. No hay ruido. Pero, de repente, se escuchan pitos. Al menos, durante unos segundos. Hasta que vuelve la música. Suena el ‘venao’. Sí, el ‘venao’, aquella canción del verano, esa que dice -obviamente-, “el venao, el venao...”. Son las 23:45 aproximadamente, ha llovido y han caído tres goles: dos del Atlético (Griezmann y Saúl) y uno del Madrid (obra de Isco). Benzema y cía celebran el pase a la final, donde se medirán a la Juventus tras acabar con el Atleti (4-2 en el total en la eliminatoria). Pero suena el ‘venao’. Y el Calderón ríe. No le queda otra. Ha perdido el viaje a Cardiff. Sin embargo, la sensación no es mala. Y no puede serlo: han visto a once tipos morir por el escudo y buscar lo imposible.
Así terminó la noche. Ese fue el final. Sonó el ‘venao’. Antes, el Calderón honró a Europa. Se despidió del viejo continente, le dijo adiós como mejor sabe: en pie, cantando, animando y soñando en lo bueno que vendrá. Los jugadores, refugiados en el vestuario, tras la victoria (2-1), volvieron a salir al césped. Y el Calderón cantó. Llovía. Mucho. Pero los futbolistas colchoneros entraron de nuevo en el terreno de juego, en el campo de batalla que vio posible la remontada y que la escuchó marchar. Y su afición aplaudió hasta quedarse sin palmas que dar. No se fue a buscar el coche para evitarse el atasco; esperó, gritó y disfrutó. El Atlético cayó, sí, pero, como decía aquel, ‘que nos quiten lo bailao’, así lo quiso la afición.
Minutos antes, el cielo lloró. La previsión de lluvia estaba fijada para las 21.00 horas, pero el firmamento esperó a que, en el minuto 85, la eliminatoria quedara finiquitada. Entonces, las nubes cerraron el Calderón y soltaron lágrimas. Muchas lágrimas. Cayó agua, clavó la rodilla el Atlético en el suelo, se dio golpes en el pecho Simeone, se levantó la afición sin esconderse de la lluvia y el estruendo hizo sonar algunos truenos. O rayos. O lo que fuera aquello. El Manzanares, al lado, rugió. Y el árbitro pitó.
Hasta entonces, se creyó. Hasta que la lluvia hizo su aparición, no hizo falta el ‘venao’. El fútbol se bastó por sí mismo en 90 minutos para honrar la historia a los presentes. 20 minutos del Atlético, los primeros del partido. En ellos, las musas bajaron de su retiro y vieron meter dos goles a los colchoneros: el primero lo hizo Saúl de cabeza y el segundo Griezmann. Pero, también, esas musas, cambiaron de bando antes del descanso. Le dieron toda su magia a Benzema, que “no supo cómo lo hizo”, según reconoció Zidane, pero se fue de tres jugadores y propició el gol de Isco.
Ese fue el principio, el desarrollo y el final. Toca, por último, hablar del comienzo. No podría ser de otra forma. El Calderón, en su despedida, preparó el terreno, asumió lo imposible y buscó fe donde sujetar sus valores. “No somos como vosotros”, le dijo al Madrid y le enseñó a Europa. Hemos caído, pero nos levantamos, pensó el respetable con los brazos en alto, la voz de un canto sin medida y la certeza de que esa afición está “orgullosa de sus jugadores”. Lo ha hecho siempre. En los malos tiempos y, ahora, en los buenos. Siempre. Así lo recordarán las crónicas del Calderón, las primigenias y las capitulares. Todas. Con el ‘venao’ como anécdota para contarla, quién sabe si cuando el Metropolitano, ya viejo, busque otro traslado. Quién sabe si entonces con una Copa de Europa en sus vitrinas.
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